La imposible neutralidad

Para muchos mexicanos la idea de mantenerse al margen de conflictos fuera del país es tanto un ideal como una necesidad.

La reciente amenaza del Estado Islámico contra los países del mundo que se pronunciaron en contra del terrorismo en Naciones Unidas puso algo de relieve: que la “neutralidad” de México es imposible.

Para muchos mexicanos la idea de mantenerse al margen de conflictos fuera del país es tanto un ideal como una necesidad.

La realidad, sin embargo, señala que esa es una propuesta fuera de lugar.

En buena medida la posibilidad de esa neutralidad no está determinada por México. En otro mundo, en otras épocas, tal vez. Pero hoy...

Sacar a México del  mundo es imposible. No bastaría con que México se proclamara neutral, sino que el resto del mundo lo aceptara. Y si bien eso pudiera ser negociable en el caso de las naciones-estado, es literalmente imposible en lo que se refiere a actores no-gubernamentales, en concreto grupos como Al-Qaeda o el Estado Islámico.

Y si bien hasta en Al-Qaeda parece haber alguna racionalidad, el carácter apocalíptico del Estado Islámico les lleva a buscar una confrontación con el mundo, en la creencia de que eso llevará al levantamiento masivo de los musulmanes o al Armagedón, la batalla final, en la que esperan prevalecer con la ayuda de quién sabe quién.

En ese marco México es un blanco, muy al margen de lo que este país haga o deje de hacer. Factores tan simples como su ubicación geográfica y su importancia para Estados Unidos, su cultura y religión mayoritarias lo hacen objetivo terrorista secundario, ciertamente, colateral, si se quiere.

La vinculación social y económica con  Estados Unidos es un factor extra.

Dejemos de lado el que un atentado terrorista masivo en cualquier ciudad mayor de Estados Unidos puede afectar a cientos o miles de mexicanos o hijos de mexicanos. Lo mismo en Los Ángeles que en Dallas, en Miami que en Nueva York o en Chicago.

Olvidemos ese pequeño detalle, como algunos hicieron con los mexicanos muertos en las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

La muerte de dos mujeres de origen mexicano durante los atentados en París pudo haber sido “daño colateral” para los terroristas, pero no puede serlo para nosotros.

El punto real es que un atentado en lugares públicos, en San Miguel de Allende o en Cancún o en otra media docena de ciudades mexicanas, puede golpear a ciudadanos estadunidenses y, de paso, a mexicanos; el hecho es que atacar partes de la infraestructura económica mexicana puede ser un ataque contra la economía estadunidense.

Al margen de eso, el que un grupo terrorista pasara por México para cometer un atentado en Estados Unidos tendría serias consecuencia económicas, políticas y sociales.

Habría que recordar también que, pésele a quien le pese, vivimos en una cultura cristiana y occidental. La emocional solidaridad con Francia por los ataques terroristas en París nos hizo olvidar sus propios pecados sociales de ahora o de sus tiempos imperiales —aunque tal vez hayan sido parte de las motivaciones—.

El hecho es que la lucha contra el terrorismo es lejana para nosotros, pero es una en la que México no tiene mas alternativa que participar, antes de que sea cercana.

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