Libertad de prensa
Todo gobierno tiene incentivos para intentar controlar a la prensa. Pero es más difícil silenciar a muchos medios que a unos cuantos.
Hoy que se cumplen cien años de Excélsior parece un momento oportuno para discutir el papel de la prensa libre e independiente en la consolidación de una democracia. Por principio de cuentas, ¿cómo es que la prensa —o los medios en general— pueden ayudar a conseguir mejores gobiernos y mejores políticas públicas en una democracia?
Sería un poco absurdo pretender que toda la prensa en general sea bien intencionada o esté libre de sesgos. No es una mera cuestión de periodismo angelical contra malos gobiernos, pues. Un argumento menos idealista pero quizá más cercano a la realidad es que una prensa plural, libre e independiente tendrá un interés en maximizar sus ganancias comerciales y que, para lograrlo, buscará conseguir el mayor impacto posible ya sea en términos del volumen de sus lectores (as), el impacto de sus notas, o la credibilidad de su cobertura.
Y en la medida en que el electorado valore a la prensa que incomode a los gobiernos, exhiba o investigue los abusos del poder —y no tanto a la que parece agencia de relaciones públicas—, ésta tendrá un incentivo para hacer justo eso.
La prensa libre puede ayudar a vigilar el desempeño gubernamental de dos formas distintas: un mecanismo de filtro o selección y otro de vigilancia o disciplina, por así decirlo. El mecanismo de selección funciona del siguiente modo: las y los políticos con antecedentes o historial cuestionable quizá lo pensarán dos veces antes de buscar un cargo público, ya que podrían padecer un escándalo mediático o bien una investigación que arruine sus carreras políticas.
El segundo mecanismo, quizá más importante, consiste en vigilar o disciplinar la conducta de las y los políticos: una vez que alguien ha llegado al poder —haya sido como haya sido— un funcionario lo pensará dos veces antes de incurrir en un acto visible de corrupción, por ejemplo, puesto que temerá un escándalo mediático o una investigación.
El escrutinio de los medios es clave para fortalecer la rendición de cuentas, la cual tiene el potencial para mejorar las políticas públicas. La prensa puede proveer información útil o valiosa al electorado, misma que afecta el proceso político electoral. Y los sesgos en cobertura tienen consecuencias: los gobiernos pueden esforzarse más en atender los problemas que reciben mayor cobertura mediática, a costa de otros temas que pueden ser igual o más importantes pero no reciben atención de los medios. Este efecto virtuoso no aplica para el electorado menos informado, o que no tiene acceso a los medios, o cuyos problemas reciben escasa cobertura.
Por desgracia, los mecanismos anteriores pierden fuerza si la prensa está capturada, coludida o controlada por el gobierno o algún grupo político en particular. De ahí la importancia de contar con una prensa plural o diversa como una mecanismo de defensa contra la captura por parte de los gobiernos. Todo gobierno, democrático o no, tiene incentivos para intentar controlar a la prensa. Pero es mucho más difícil silenciar o censurar a muchos medios —sobre todo cuando sus propietarios tienen pocos intereses vinculados con el gobierno— que a unos cuantos. Es posible que un gobierno intente controlar a cierto medio; controlar a todos es más difícil. Una prensa plural tendrá incentivos para construir cierta reputación o credibilidad entre sus lectores.
Por último, las y los lectores también cuentan. Todos los efectos anteriores están moderados por la forma en que el público consume información: por un lado, las personas escogen medios ideológicamente cercanos a su visión del mundo; por otro, pueden filtrar o ponderar los sesgos mediáticos. Usted, ¿cómo lee lo que lee?
