Gasolina injusta

No es socialmente deseable que el gobierno pretenda “proteger a los consumidores” de las fluctuaciones de precios.

A partir del primero de enero de este año, el gobierno federal cambió la política de precios de las gasolinas. En vez de tener aumentos mensuales, habrá un ajuste al inicio del año con la promesa de que no habrá mayores aumentos a lo largo del mismo. Como eventualmente habrá competencia en la oferta de gasolinas, a partir de ahora el gobierno fijará precios máximos en vez de un precio único.

Así, a partir de esta semana el litro de gasolina magna costará 13.57 y la premium 14.38. Estos precios serán válidos en la mayor parte del país, salvo en la región fronteriza con Estados Unidos, donde los precios fluctúan con los precios “del otro lado”.

La retórica nacionalista en torno a los hidrocarburos de nuestro país sugeriría que, dada la abundancia relativa del petróleo y su papel estratégico en la cadena productiva, es buena idea reservar al estado la  explotación de esta “riqueza nacional”. Un supuesto detrás de este argumento es, aparentemente, que el estado hará un mejor uso de estos recursos —es decir, en beneficio de la sociedad— que el mercado privado. ¿Será?

En Estados Unidos los precios de la gasolina dependen del mercado, por lo que fluctúan entre una región y otra, entre una temporada y otra, y entre un proveedor y otro: es decir, como los jitomates, la tortilla, el huevo o los dólares. Hay quien dice que la administración estatal de los recursos petrolíferos permite al Estado proteger a los consumidores de estas fluctuaciones en los precios. ¿Será? 

Al día de ayer, el precio promedio de la gasolina regular en los Estados Unidos fue de 2.22 dólares por galón, es decir, 59 centavos de dólar por litro. Al tipo de cambio de ayer (14.82 pesos por dólar), este precio promedio equivale a 8.69 pesos por litro. En las ciudades donde está más cara, como Los Ángeles o Nueva York, ésta no rebasa los 11 pesos por litro.

Los precios de la gasolina en Estados Unidos están muy relacionados con los precios internacionales del petróleo, mismos que han estado en declive desde hace varios meses. ¿Se tratará entonces de un fenómeno reciente? No. Hace un año, el precio promedio de la gasolina en Estados Unidos (usando el tipo de cambio de aquel entonces) fue de 11.45 pesos por litro, mientras que en México el precio de la gasolina magna era de 12.32. De hecho, desde 1990 a la fecha, la norma ha sido que la gasolina sea más cara en México que en Estados Unidos. La excepción fueron los años entre 2007 y 2012 en que la gasolina era, en promedio, más barata aquí que allá.

¿Un país rico en petróleo debe subsidiar la gasolina a los consumidores domésticos? No necesariamente. Un subsidio al precio de la gasolina, como el que tuvimos entre 2007 y 2012, favorece relativamente más a quienes más gasolina consumen, como los dueños de automóviles y quienes representan menos de un tercio de la población en México.

Aunque suene bonito en los discursos, no es socialmente deseable que el gobierno pretenda “proteger a los consumidores” de las fluctuaciones de precios. La razón es muy simple: no existe un “precio justo” de la gasolina (como tampoco lo existe para los jitomates o el bacalao, por cierto). Si el gobierno federal decide subsidiar la gasolina —vendiéndola más barata aquí de lo que podría exportarla—, está decidiendo beneficiar relativamente a ciertos consumidores por encima de otros.

Por la misma razón, si el gobierno decide vender gasolina más cara en México de lo que cuesta en el mercado internacional, está decidiendo perjudicar a ciertos consumidores por encima de otros. ¿Acaso los residentes del interior del país merecen pagar gasolina más cara que los de la frontera por la simple razón de que no tienen un proveedor distinto a Pemex a su alcance? ¿Si mucha de la gasolina que se consume aquí es importada, por qué Pemex la vende tan cara? Si así cuida el gobierno federal los intereses de la población, mejor que no ayude tanto.

Profesor-investigador del CIDE.j

Twitter: @javieraparicio

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