La moda
Hoy está de moda y es muy correcto declararse “independiente” o “ciudadano”, sobre todo si se es político y se aspira a un puesto de elección popular. Esta moda tiene su origen en el absoluto desprestigio que viven los políticos y sus partidos, en cualquier ...
Hoy está de moda y es muy correcto declararse “independiente” o “ciudadano”, sobre todo si se es político y se aspira a un puesto de elección popular.
Esta moda tiene su origen en el absoluto desprestigio que viven los políticos y sus partidos, en cualquier país. Lo cool, al parecer así se dice en el lenguaje juvenil actual, es votar por los independientes (que casi siempre provienen de la ruptura con su o sus partidos políticos) o los ciudadanos (aunque en México todos los candidatos tienen que ser, por ley, ciudadanos… al igual que los votantes). Quizás lo correcto sería llamarlos candidatos sin partido o con alguna otra definición similar, porque, también, han recurrido a alianzas y coaliciones de organizaciones políticas, aunque éstas no son oficialmente partidos.
Es cierto que los resultados de este tipo de candidatos están por verse. En México, los que ganaron las elecciones del 7 junio aún no toman posesión de sus encargos como gobernador, diputados locales o federales y alcaldes. Pero en otros países ya empiezan a verse los resultados y no son tan diferentes de los conseguidos por los, llamémosles así, políticos tradicionales.
El caso más paradigmático y escandaloso es, y lo será por mucho tiempo, el del primer ministro griego Alexis Tsipras, quien en menos de seis meses de mandato ha profundizado la crisis económica y política, cuyo repudio popular lo llevó al gobierno, que sufre su país.
Tsipras es un ingeniero civil, quien como estudiante militó en las Juventudes Comunistas en los años 80 del siglo pasado. Hizo política estudiantil y más tarde se unió a Synaspismos, una coalición de movimientos izquierdistas (producto de antiguos partidos, entre ellos el Comunista) y ecologistas. Esta agrupación es, ahora, parte de la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) que lo llevó al poder, apoyado por ANEL (Griegos Independientes), una agrupación política conservadora y abiertamente calificada como derechista, de más o menos reciente creación (2012).
La candidatura y su posterior triunfo de Tsipras levantaron grandes expectativas entre los ciudadanos griegos y, hay que decirlo, también entre muchos europeos. Él era diferente. Grecia vivía (vive) una grave crisis económica recurrente por su deuda externa, la corrupción, el populismo de sus gobiernos, el derroche presupuestal, sus altas pensiones, entre otros muchos factores, y tenía (tiene) la urgencia de un gran y grave rescate económico. (Cualquier parecido con el México de las tres últimas décadas del siglo pasado y con el que empieza a prefigurarse en los años recientes es absolutamente real. Los mexicanos sabemos de ello por haber padecido los rescates económicos basados en los recortes presupuestales, el aumento de impuestos y el deterioro salarial).
Los griegos, también, ya lo saben. No es la primera vez que serán rescatados por sus socios europeos. Pero, el gobierno de Tsipras parecía una esperanza. Resultó que no, que el remedio (democrático, sí, hay que decirlo) es hasta hoy peor que los anteriores.
El gobierno de Tsipras no aceptó los planes de rescate de la Unión Europea (UE), pero tampoco propuso ninguno. A cambio, a sus gobernados les ofreció un populista referéndum para que ellos decidieron aceptar o no el rescate ofrecido. Ese ejercicio se llevó a cabo el domingo 5 de julio, cuando ya no existía el plan de rescate de la UE, que tenía como fecha de caducidad el… 30 de junio. Poco más de 60% de los votantes dijo no al plan de rescate, postura promovida por el gobierno griego.
Una semana después, ese mismo gobierno ha propuesto a la UE un plan de rescate más severo (“draconiano”, diríamos en el México de los años 80 y 90) que los que fueron ofrecidos y desechados. “Grecia dobla las manos ante la UE”, fue la cabeza principal de Excélsior en su edición de ayer sábado. Peor aún, anoche, hora de México, la UE anunciaba su desconfianza en el cumplimiento del plan propuesto por Grecia y todavía no lo aprobaba.
La demagogia es fácil, pero al final cobra muy caro. ¿Qué les dirá el primer ministro Tsipras a sus conciudadanos que votaron por el no y él aceptó el sí? ¿Cuál es su futuro político, a poco menos de seis meses de gobierno? ¿Los ciudadanos también cambiarán su postura y lo apoyarán en las medidas que propone?
La de Grecia es una lección para muchos países. También para México, aunque acá ya deberíamos haber aprendido la lección que vivimos en carne propia. Pero la borrachera del populismo siempre está de moda y es atractiva, aunque luego venga la grave cruda. Y por ahí andan, otra vez de moda, muchos populistas.
