Aventurera
En torno a la prostitución en nuestro país pululan dos tipos de lugares comunes, como suele ser frecuente en este tipo de asuntos; los primeros son verdades que todos sabemos y los segundos son las estadísticas que, como todo el mundo sabe, son las mentiras que ...
En torno a la prostitución en nuestro país pululan dos tipos de lugares comunes, como suele ser frecuente en este tipo de asuntos; los primeros son verdades que todos sabemos y los segundos son las estadísticas que, como todo el mundo sabe, son las mentiras que documentan los engaños sociales. En el primer renglón, de cuando en vez nos enteramos de que los llamados SPA, salas de masaje, bares, restaurantes y men’s clubes son en realidad centros de prostitución en los que existen abiertamente salones privados para el ejercicio de todo tipo de prácticas sexuales.
En la segunda categoría hay cifras de todos tamaños y para las vocaciones más diversas, casi siempre imposibles de documentar. Una coalición contra la trata de mujeres y niñas estima que un cuarto de millón de mujeres y niñas son víctimas de explotación sexual en el Distrito Federal. Igual son más o son menos. Una sola niña que sea forzada a la prostitución es demasiado.
Pero hay cifras que pretenden ser jubilosas; durante el año pasado y lo que va de este, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal ha realizado 145 operativos en contra de esos burdeles torpemente disfrazados. Se aseguraron, esto es, pasaron al poder del Estado, 20 inmuebles donde se vendía carne en vivo. 219 mujeres han sido supuestamente rescatadas de la explotación sexual. 36 personas fueron sentenciadas por los delitos relacionados con la prostitución.
El pasado verano se ejerció uno de estos operativos sorpresa en emblemático centro de entretenimiento sexual de la capital, ahí por lo que hoy se llama Circuito Bicentenario. Como siempre sucede en estos casos, los proxenetas, propietarios y beneficiarios de este negocio no fueron detenidos. Al bote fueron a parar unas ochenta personas, de los cuales la mitad eran cantineros, empleados, servidumbre de limpieza y los llamados agentes de seguridad que en buen cristiano se llaman sacaborrachos.
Cuarenta mujeres fueron liberadas de la condición lamentable de putas. Sólo que en los días siguientes las presuntas beneficiarias se quejaron de malos tratos, tortura, y de haber sido obligadas a firmar que ejercían el oficio obligadas por la fuerza y sin su consentimiento. Ciertamente, esas mujeres no pidieron que los príncipes azules de la policía las liberaran del flagelo que las azotaba noche a noche. Publicaron desplegados firmados supuestamente con sus nombres, en defensa de sus padrotes obviamente con el financiamiento y consejo de los abogados de éstos, pero esa es otra canción.
El cántico que me ocupa es que la prostitución es un problema social de una antigüedad sobradamente conocida y comentada. Que tiene orígenes mucho más profundos que la relación entre un proxeneta, una prostituta y un cliente. Que en los lados de este triángulo hay circunstancias de pobreza, ignorancia, violencia, indolencia, misoginia, hambre, carencia de oportunidades, prejuicios sociales, machismo, intolerancia familiar y religiosa.
Y, sobre todo, corrupción.
O sea, que todo alarde de solución es chuparse el dedo.
Pilón.- Una persona de mi entorno me reporta que con paciencia hizo lo que los diputados y senadores no hicieron: ha leído la reforma llamada educativa, y por ningún lado encontró un asomo de plan de estructuras educativas, modificaciones metodológicas, planes de estudio o transformaciones pedagógicas que mejoren la enseñanza que nuestros hijos reciben. Tampoco encontró medidas específicas que establezcan la obligación de los padres de los educandos para pagar por el mantenimiento y funcionamiento de las escuelas, triquiñuela que avala ilegalmente la operación de las sociedades de padres de familia para cobrar cuotas y supeditar la inscripción de los escolapios al inicio de clases —cuando hay— o la entrega de calificaciones cuando concluyen.
En Topilejo, la escuela de su vecindario no abrió sus puertas a los hijos de quienes no se apolingaran con 900 pesos por piocha. Es que no tenemos para pagar la luz, dijo la directora.
