Fiesta bajo amenaza

“Si sigue la reforma, habrá sangre”, fue la cabezade Excélsior del pasado viernes aludiendoa la increíble expresión de un vocero de la Coordinadora Nacional de Trabajadoresde la Educación (CNTE) en Chiapas. Una clara amenaza al poder público. ¿De quién seríala sangre, de la fuerza pública, propia o acasode inocentes? ¿Sangre anunciada por un grupo de maestros? Restar valor a las palabras es caminar hacia la barbarie.

El inicio de un ciclo escolar debe ser un día de fiesta. En 1910, 72.3% de la población  mexicana era analfabeta. En 2015, según el Inegi, llegamos a 5.5 por ciento. Podríamos comparar la cobertura en primaria, secundaria, preparatoria o educación superior. Independientemente de tintes partidarios, como país, México hizo un gran esfuerzo al atender a una población dispersa en un territorio muy vasto. Construir aulas, capacitar maestros, elaborar materiales, los avances son parte de nuestra historia y ésa nadie la puede secuestrar. A pesar de la etapa de alto crecimiento demográfico, México logró pasar de 2.6 en años de escolaridad en 1960 a 9.1 en 2015. Se pueden criticar las brutales deficiencias del aparato educativo, de sus burocracias, de la calidad, pero ese esfuerzo nacional es de todos.

Defender la educación como una prioridad nacional es de verdad progresista. Con la educación se propician mejores ingresos. Un mexicano con preparatoria gana, en promedio, 50% más que una persona que sólo termina primaria. Y ese ingreso asciende 75% se obtiene una licenciatura (Imco). Cada día de clases perdido genera pobreza y nadie será progresista pisoteando los derechos de los niños mexicanos. Ayer pudo haber sido alrededor de un millón. Qué decir de la injusticia, más y mejor educación propicia mayor igualdad social. No es casual que las entidades con los peores niveles educativos compartan los peores índices de bienestar.

Excélsior documentó cómo en una década Oaxaca perdió, por suspensiones de clases, el equivalente a un ciclo escolar. Así, los responsables auténticamente impusieron pobreza, destruyeron un futuro más próspero para cientos de miles de oaxaqueños. Más allá de EPN o Nuño, es inaceptable socialmente. Subleva. ¿Quién es él o los responsables? La respuesta elusiva sería “el sistema”. Pero “el sistema” también lo conforman las acciones u omisiones de quienes están involucrados: la CNTE imbuida por un profundo autoritarismo disfrazado de carácter popular y las autoridades que lo permiten. Los privilegios de la CNTE desnudan un vergonzoso pacto de mutua corrupción: dineros contra apoyo político. La reforma educativa pone a los dos actores contra la pared. Por un lado, derechos y obligaciones claras para los mentores; por el otro, el mandato de hacer cumplir la ley.

Y ahora resulta que los defensores de la aplicación de la ley son los conservadores, los retrogradas, de miopía provocadora que exigen liberar las aulas para que los niños mexicanos puedan ir a clases. El mundo al revés, que el Estado mexicano sea un inepto para aplicar la ley no es una novedad. Pero ese círculo vicioso —amenazar, “sangre”, luego ceder— tiene hoy atrapado a México. Negociar la ley sólo incentiva las amenazas y genera un ámbito de incertidumbre que medra contra la prosperidad y justicia social de todo el país de 120 millones de habitantes. Si no se garantiza la implementación de la Reforma Educativa, comenzando por el derecho de poder asistir a clases, se estará perpetuando la miseria y la injusticia. Sencillo y dramático. Pensar en otra excepción a la legalidad alimentaría la mutua corrupción.

La CNTE exigiendo la delación de los “traidores” que dieron clase; los padres de familia amparándose; la SEP solicitando a los padres de familia reportar ausencias. La encrucijada no se pinta como palos contra diálogo. Héctor Aguilar Camín (Milenio, 19-08-2016) ha perfilado las contradicciones de esa falsa disyuntiva. Hay un territorio por conquistar de avance de la legalidad, que comienza por no erigir como interlocutor a un detractor del Estado: ni reprimir ni premiar. Suena muy bien, pero el “si sigue la reforma habrá sangre” nos da cuenta de la intransigencia crecida no a pesar de la negociación, sino por la negociación de lo irrenunciable, el premio. La recuperación de la legalidad debe ser cuidadosa, ilegalidad por ilegalidad, pero de manera sistemática e irreversible.

¿Y ahora qué? Si el Estado mexicano se cancela a sí mismo, la posibilidad de implementar esta reforma será el retroceso no sólo educativo, sino para el Estado de derecho. Quién hubiera imaginado a principios del siglo XX que alguien sería capaz de levantar la mano en contra de la educación. Nuestra historia nos obliga, no defender la educación pública sí sería una traición.

                P. D. Gran literato, excelente ser humano.

                ¿Por qué? Adiós a Ignacio Nacho Padilla.

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