Obsolescencia programada

De acuerdo con Joseba Elola y Serge Latouche, estamos en la etapa de productos programados para caducar y la razón que muchos de los fabricantes argumentan sobre la supuesta ventaja ecológica no lo es tanto.
 

El título del presente artículo se refiere a uno de los grandes temas que día con día cobra mayor importancia en el desarrollo de este sistema económico y que demuestra claramente lo negativo que es el capitalismo que se vive en la actualidad en la mayoría de los países del mundo.

Recientemente han estado apareciendo algunos artículos en el periódico de la centro-derecha española, El País, en los que se da cuenta plena de cómo, en términos generales, la industria sigue utilizando la obsolescencia programada como motor de su desarrollo.

Los señores Joseba Elola y Serge Latouche demuestran, con datos comprobados, algunos de los cuales exponemos a continuación, que estamos en la etapa de productos programados para caducar y que la razón que muchos de los fabricantes argumentan sobre la supuesta ventaja ecológica no lo es tanto.

Escribe el señor Elola que en el año de 1928, en una revista estadunidense dedicada a la publicidad se expresaba sin el menor rubor que “un artículo que no se desgaste es una tragedia para los negocios”. Así de claro y, por supuesto, ha sido el mantra de este sistema económico. El problema es que hace 100 años no era válido desde un punto de vista ético y moral. Hoy, casi 100 años después, estamos viviendo además la crisis ambiental del desperdicio y si no se hace algo quién sabe cómo será este planeta en 100 años.

En el artículo vienen algunos datos muy puntuales que no se refieren sólo a los países europeos, sino a nivel mundial. Como, por ejemplo, cuando a finales del siglo XIX la industria textil empezó a utilizar más almidón y menos algodón; o el caso famoso que se utiliza de ejemplo desde hace muchos años, cuando las “honorables” compañías General Electric, Osram y Phillips se reunieron en Suiza y acordaron limitar la vida útil de los focos a mil horas, cuando existía la posibilidad, y continúa existiendo, de que duren miles y miles de horas más, tal como se demuestra en el parque de bomberos de la ciudad californiana de Livermore, en Estados Unidos, en donde hay un foco prendido desde el año 1901.

Ejemplos más actuales y que sufrimos todos los que consumimos este tipo de aparatos son las impresoras Epson, HP, Canon y Brother, que han sido acusadas formalmente de ponerse de acuerdo para reducir la vida útil de las mismas y de los cartuchos. La acusación fue realizada el pasado mes de septiembre en Francia por una ONG defensora de los consumidores denominada, en español, Asociación Alto a la Obsolescencia.

Podríamos apoyar sin duda la denuncia. ¿Cuántas veces se secan los cartuchos de tinta o dejan de servir?, ¿cuántas veces recibimos ofertas y ofertas de impresoras baratísimas nuevas y caemos en su juego y al final pagamos un precio elevado por cartuchos que duran muy poco? ¡En ocasiones con la compra de dos cartuchos ya se supera el precio del aparato!

Pero quizá el producto rey en este tema corresponda a los teléfonos celulares, ya que gracias a la publicidad machacona que tienen todas las compañías se nos hace pensar que cuando mucho duran 18 meses, porque aparece otro modelo que hace lo mismo, pero más refinado gracias a algún nuevo aditamento no siempre necesario, y son miles los que caen y se endeudan para comprar lo último, tirando a la basura un aparato que no tiene ni dos años de vida. Aquí hay una responsabilidad por parte de las empresas, pero también por parte del gobierno por no poner un alto a las miles de toneladas de basura ambiental que se generan en todo el mundo y van a parar a los países más pobres de África.

Son aparatos que tienen metales que pueden seguir siendo utilizados por muchos años más, pero a las compañías fabricantes no les conviene económicamente que perduren, y así vemos que, por ejemplo, las baterías de los celulares no se pueden sacar del aparato.

Europa ha dado un paso adelante y el Parlamento ha aprobado que se elabore un informe sobre una vida útil más larga de los productos, instruyendo a la Comisión Europea que adopte medidas. Esperemos que este ejemplo cunda en otros países, como el nuestro.

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