Estabilidad económica y social

Una vez más, nos encontramos con actitudes poco solidarias con lo que está ocurriendo en nuestro país.

Nadie pone en duda que, tal y como es una de las premisas del paquete económico 2016,  la estabilidad es fundamental para cualquier país y sin ella difícilmente se puede avanzar. Y al hablar de estabilidad entendemos que se refiere a todo y no sólo a la cuestión económica, porque tan importante es la estabilidad financiera como la social y, desafortunadamente, en nuestro país estamos teniendo grandes dificultades para lograr ésta última, lo cual crea un clima de tensión social cada día más irritado en amplias capas de la población. En la actualidad, no sólo los pobres se sienten mal, sino también las llamadas clases medias, cualquiera que sea la clasificación que se haga de ellas, e incluso, y es lo que quizá más enoja a muchos, hasta los sectores más privilegiados se quejan.

Llevamos ya una generación que ha vivido en lo que se denomina presupuestos austeros, debidos a diferentes causas, este año, a raíz de la baja del petróleo y lo que sucede en la República Popular China.

Los rubros anunciados por el gobierno para lograr la estabilidad económica y financiera provocan preocupación en varios sectores de la población. Seguramente también dentro del propio gobierno, al informar que dejarán de prestar sus servicios 15 mil personas, mismas que de pronto se quedarán sin ingresos, ellos y sus familias. Es cierto que esta medida puede ser justificada, pero habría que considerar que, dada la situación económica vigente, quienes se queden sin trabajo difícilmente encontrarán un empleo digno en el sector privado, al menos como el que tenían.

Hay varias notas confusas que han aparecido esta semana en los medios de comunicación sobre la propuesta de paquete económico para 2016. Habrá que ver cómo se analiza en la Cámara de Diputados, por ejemplo, se dice que no se afectarán los programas prioritarios, lo cual habla de una clasificación, del combate a la pobreza, aunque sí habrá recortes en programas como la pensión para adultos mayores, que es sin duda un programa muy necesario y con demanda creciente para la población mexicana que, sobre todo, se encuentra en pobreza.

Asimismo, se plantea recortar 15 mil millones de pesos de las transferencias hacia los estados, con la intención, pocas veces lograda, de que éstos demuestren mayor solidaridad con el Ejecutivo federal y cobren impuestos en sus entidades.

El tema de las gasolinas y su precio es también debatido, ya que, por un lado, el gobierno expresa que con la liberación van a bajar, sin embargo, los empresarios que se dedican a este sector dicen que cuando mucho serán unos centavos insignificantes.

Pero lo que sorprende más de este paquete económico es la actitud de los sectores empresariales y sus cúpulas, mismos que como en años anteriores están casi en pie de guerra porque se consideran maltratados y anuncian que irán a la Cámara de Diputados a cabildear para que se aprueben supuestos incentivos para impulsar la inversión, el empleo y el ahorro en 2016.

Una vez más, nos encontramos con actitudes poco solidarias con lo que está ocurriendo en nuestro país, que tiene más de 50 millones de personas en pobreza, para quienes no alcanzará el presupuesto que se ha destinado, porque si bien supuestamente no baja, tampoco sube y, desgraciadamente, los pobres aumentan.

Para hacer un presupuesto que busque la estabilidad, habría que reformar también las leyes fiscales y lograr lo que demandan muchos mexicanos: que los que tienen más paguen más y no al revés, como es el planteamiento empresarial de bajar el cobro del Impuesto sobre la Renta de 35 a 32% para 2016, ampliar la deducibilidad del consumo en restaurantes y que no aumente el impuesto a la nociva comida chatarra.

Hasta que estos señores entiendan la situación y mientras no se haga una verdadera reforma fiscal, que contaría con el apoyo de la mayoría de la población, que le permita al gobierno tener los ingresos suficientes, los presupuestos austeros seguirán y los que más necesitan tendrán que conformarse con menos, aumentando el nivel de la irritación social de millones de mexicanos.

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