Hartazgo e irritación

El DF ocupa el segundo peor lugar en la capacitación de funcionarios de casilla de todos los estados de la República.

La información aparecida esta semana en los medios de comunicación sobre el proceso electoral refleja, claramente, el ánimo de la sociedad ante las elecciones del próximo 7 de junio. Según el consejero del Instituto Electoral del DF, Carlos Ángel González Martínez, de los 300 presidentes de casilla que necesitan en esta ciudad, sólo a 30 han logrado convencer de que participen y eso a 22 días de la fecha, y hablamos de la capital, donde se supone que hay una mayor conciencia cívica. Para el consejero, las causas son diversas, pero podemos decir que, en general, se trata de un rechazo a lo que está ocurriendo con las campañas políticas de todos los partidos y las noticias del día.

El DF ocupa el segundo peor lugar en la capacitación de funcionarios de casilla de todos los estados de la República; están desesperados, porque la gente acepte participar, suplicando casa por casa, lo cual es indigno y una vergüenza. Pero si nos ajustamos a los hechos, la ciudadanía está harta y, en muchos casos, sorprendida de que la corrupción de los candidatos y sus dirigentes políticos haya llegado a tal grado.

Incluso, se ve el desprecio que éstos muestran hacia los comentarios o peticiones de la autoridad electoral. Esta semana el INE solicitó a los dirigentes de los partidos que hicieran públicas sus declaraciones patrimoniales, y hasta la fecha ninguno de ellos ha respondido afirmativamente entregándola, además varios la han clasificado como confidencial.

Nuestro director editorial, Pascal Beltrán del Río, en su columna del pasado miércoles comentó que conminó a los candidatos de su casilla para que presentaran su declaración en la página Candidato Transparente y el resultado ha sido magro, por decir algo. Lo que sorprende es que se trata de una solicitud pública en un periódico de carácter nacional, y ni así se han molestado en contestar. Y, para colmo, comenta el caso del candidato a gobernador de Querétaro por el PAN que sí presentó sus tres declaraciones, cumpliendo con la iniciativa #3de3, en la cual se conocería su patrimonio, pago de impuestos y conflicto de intereses, siendo el primero de los 66 candidatos a gobernador que lo hizo. Posteriormente, divulgaron una conversación telefónica de este cumplidor candidato con un correligionario, también senador del PAN, en la cual confiesa que recibirá 30 millones de pesos de un particular, al cual después pagará muy bien. Lo único que ha dicho antes de esconderse de entrevistas es que la grabación es ilegal, aceptando implícitamente que es real.

En las redes sociales y en las columnas de todos los periódicos aparecen a diario más y más casos de candidatos de todos los partidos políticos, quienes previamente han sido denunciados por corrupción y por haberse enriquecido, generalmente en el servicio público, de manera escandalosa.

Las acusaciones y quejas de unos contra otros e, incluso, los golpes los hemos visto y los seguimos viendo todos los días. Según el Instituto Electoral del DF, se han presentado 385 quejas de los partidos, de las que 21 se han resuelto y la gran mayoría han sido desechadas por ser improcedentes.

Tenemos los casos que se han denunciado de gobernadores que están financiando las campañas de candidatos, pero de otros estados, o el caso del Partido Verde, que a la fecha lleva ya 400 millones de pesos de multas y le preocupa muy poco, pues sigue repartiendo mochilas.

Con todo esto, ¿cómo quieren que los cuidadanos participen como funcionarios de casilla? Lo que más les debería de preocupar es el ejemplo que están dando a los jóvenes que por primera vez van a votar. ¿Esto es la política en nuestro país? ¿Así quieren que los ciudadanos confíen en el Congreso o en sus gobernadores? O realmente estamos al final de un sistema que ya lo único que da es corrupción y más corrupción y, como dice el gran filósofo Antonio Negri: “La corrupción no tiene nada que ver con la moral, ni tampoco se trata de una patología que pueda curarse. La corrupción es una parte estructural del sistema. Y puede resultar explosiva”.

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