Por qué regresar a la política

Escribo estas líneas al volver del Zócalo capitalino, después de asistir al animado cierre de campaña de los candidatos y candidatas del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal. A mí me toca un pedacito de esa fiesta de fin de campaña, pues figuro en el sexto lugar de la lista plurinominal del PRD correspondiente a la Cuarta Circunscripción, que abarca desde el Distrito Federal hasta el estado de Guerrero.

Entre este cierre de campaña y el anterior, el cierre de mi campaña presidencial con el Partido del Trabajo en 1994 en Monterrey, han pasado 20 años, muchos de ellos en el activismo especialmente de causas vinculadas al avance de las mujeres, otros dedicados al servicio exterior, y otros más, en la empresa privada, pero en todos padeciendo lo que llamo el síndrome de una candidatura presidencial: imposible dejar de pensar a México como una responsabilidad personal, un primer amor imposible de olvidar.

Hasta hace poco pensé que era posible cumplir con ese primer amor desde los bordes de la política. La irrupción de las redes sociales y el protagonismo y horizontalidad que permiten han venido a vivificar la política, pero las leyes, las normas y muchos de los cambios se siguen haciendo en el Congreso. El mejor ejemplo de esta labor complementaria entre la vox populi que se expresa en las redes y la labor de los parlamentarios, son las reformas constitucionales que consagran los derechos de las mujeres como derechos humanos y la paridad entre hombres y mujeres contenidas en los artículos uno y 41. La conquista de la paridad vertical en las candidaturas a los congresos federal y locales y en los cabildos (ya formalizada en más de 14 estados) y la reciente conquista de la paridad horizontal en las presidencias municipales representan los avances más trascendentes en nuestra vida política en los últimos 50 años. Sus consecuencias serán mucho más profundas, duraderas y benéficas que la irrupción exitosa de las candidaturas independientes.

Estas últimas vienen a desafiar la anquilosada vida partidaria y a representar un importante desafío y competencia a los partidos, pero la participación de las mujeres en condiciones de creciente igualdad viene a darle voz y poder a la mitad del electorado y de la sociedad dentro y fuera de los partidos porque el virus de la paridad viene tomando y contaminará todos los espacios: la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los consejeros de los organismos autónomos, los integrantes de los Consejos Consultivos, la redacción de los periódicos, la participación en los medios, los Consejos Corporativos, los gabinetes de gobiernos estatales, el Gabinete Presidencial. Las mujeres de estos inicios del siglo 21 hemos logrado, con aliados cada vez más numerosos entre los hombres, y honrando la herencia de generaciones de luchadoras que nos precedieron, un cambio de paradigma, un cambio cultural profundo que en forma de tsunami de agua dulce ha tomado la vida política nacional y la ha cambiado para siempre.

La oportunidad de ser candidata a la histórica LXIII Legislatura —la primera con el requisito de candidaturas paritarias— es una primera razón para aceptar la invitación del Partido de la Revolución Democrática de volver a la política pero no es la única. Le sigue el convencimiento de que México necesita una izquierda democrática y liberal, cuyo mejor embrión está en las libertades alcanzadas en la Ciudad de México bajo la gestión de gobiernos del Partido la Revolución Democrática. Tengo también otras razones:

1) No creo en la magia. Por tanto no me convence la explicación de que no crecemos porque no aumenta la productividad. Para que los trabajadores sean más productivos tienen que actuar sobre una base material moderna y renovada, por tanto tiene que haber más y mejor inversión y una mejor sinergia entre inversión privada y pública. Más importante, deben aumentar los salarios —y el salario mínimo, como correctamente lo planteó el actual jefe de Gobierno— para que el crecimiento del mercado interno incida en el crecimiento de la economía.

2) No deseo ser miembro del Club de Admiradores de nadie. Hace tiempo que dejé de ser adolescente y los caciques me dan urticaria, incluyendo de manera prominente los partidos construidos en torno a una personalidad, como es el caso de Morena. Robando la canción de Milanés, diría que el PRD no es perfecto, pero se acerca más a lo que puede ser un partido liberal de izquierda.

3) No creo en el prohibicionismo contra el consumo de drogas y soy partidaria de explorar la opción de liberalizar el consumo como una herramienta —una entre varias— para detener la carnicería en la que se ha convertido el combate al crimen organizado. El PRD permite y alienta este debate.

Por todo ello, queridos lectores, nos vemos en las urnas el próximo domingo 7 y también en twitter: @ceciliasotog

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