Volver a 1917: mejor me exilio
Para 1917 , las mujeres de Nueva Zelanda, Australia, Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia ya habían obtenido el derecho a votar. Y las acciones y protestas de las sufragistas ocupaban los titulares de los diarios en Inglaterra, Alemania, Irlanda donde el voto se ganó en 1918 y en Estados Unidos en 1920.
En campaña uno puede decir muchas tonterías. La presión de dar varios discursos al día y de que la prensa acompañante reporte éxitos genera la tentación de ganar aplausos fáciles. Pero las tonterías tienen una lógica y revelan el ADN del candidato o candidata y de la audiencia a la que se quiere agradar. AMLO prometió que de ganar Morena volvería a la Constitución de 1917 sin cambiarle una coma. Ésta es una de esas tonterías supremas que retratan al más conservador de los pre aspirantes presidenciales. Imagínese usted: en 2018 en Estados Unidos habría una mujer presidente, Hillary Clinton, y en México las mujeres habríamos perdido el derecho a ser ciudadanas y votar, ¡mejor me voy p’al otro lado!
En la pasada ceremonia del aniversario luctuoso de Luis Donaldo Colosio, las mujeres priistas protestaron la decisión de su dirigencia de exonerar a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, exhibido valientemente por Carmen Aristegui como un explotador de mujeres, saludando con un ruidoso aplauso mi reflexión: ¿cabría Gutiérrez de la Torre en el PRI de Luis Donaldo? Pero no he visto ninguna reacción de alguna militante de Morena, recordándole de alguna manera a López Obrador que el Constituyente de 1917 otorgó el voto “universal” a los hombres adultos y excluyó del ejercicio de la ciudadanía a la mitad de la población. ¿Así de controladas las tendrán?
No fue que los integrantes de los debates de 1917 no supieran sobre los derechos de las mujeres, excluirlas no fue producto “natural” del atraso de la época. Hermila Galindo, militante del constitucionalismo desde 1914 y colaboradora cercana de Venustiano Carranza, envió un memorándum al Congreso Constituyente argumentado la necesidad de reconocer una ciudadanía completa a las mujeres. Desde 1910, varias organizaciones de mujeres maderistas reclamaban el derecho al sufragio. En 1916, la misma Hermila Galindo publicó en preparación al Congreso Feminista de Yucatán: “Las mujeres necesitan el derecho al voto por las mismas razones que los hombres, es decir, para defender sus intereses particulares, los intereses de sus hijos, los intereses de la Patria y los de la humanidad, que miran a menudo de modo bastante distinto que los hombres”. (Aquí el artículo de Gabriela Cano sobre este debate: www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/lasfem992.pdf)
Para 1917, las mujeres de Nueva Zelanda, Australia, Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia ya habían obtenido el derecho a votar. Y las acciones y protestas de las sufragistas ocupaban los titulares de los diarios en Inglaterra, Alemania, Irlanda donde el voto se ganó en 1918 y en Estados Unidos en 1920. No fue la ignorancia lo que nos privó del derecho a votar durante 36 años sino el conservadurismo y el temor a la fuerza organizada de las mujeres.
Con la excepción de un bien informado artículo del académico Fernando Dworak que de pasada menciona la igualdad de género y la importancia de los derechos humanos, temas ajenos a la Constitución de 1917, todos los que analizaron o criticaron la románticamente idiota propuesta de volver a 1917 no repararon en la exclusión ciudadana de 52 por ciento de la población o en la opresión insoportable a la que se sometió hasta muy recientemente a los/las homosexuales o transgénero. (Aquí el artículo de Dworak www.sinembargo.mx/opinion/18-03-2015/32842)
Generalmente no se trata de misoginia sino de un síntoma, de un hábito y una inercia, de la costumbre de excluir a las mujeres del debate y construcción de los “temas importantes”. Se trata del convencimiento reflejo de que los temas relevantes de 1917 se reducían al estatus del petróleo en 1917 o al de la propiedad de la tierra o el de la reelección o el de la organización de la economía. El olvido como síntoma de ceguera de que lo realmente trascendente, lo que mueve y transforma a la economía, al ejercicio del poder, a la economía petrolera, etc., es el empoderamiento de la ciudadanía con la participación activa de hombres y mujeres conscientes de sus derechos.
Por esta ceguera y esta inercia se han requerido medidas de discriminación positiva como las cuotas de género que en estas elecciones obligan a 50 por ciento de candidaturas para ellos y ellas. Porque si se deja todo al lento avance “natural” de la aceptación de las mujeres como protagonistas en la política ni para 2215 llegaríamos a la paridad. Por lo pronto, a celebrar la candidatura de Hillary Clinton y a mirar para adelante que quienes voltean para atrás se convierten en estatuas de sal. Nos encontramos en Twitter: @ceciliasotog
*Analista política
