Madrazo–Díaz Ordaz
Dados los tiempos que corren y en los prolegómenos de la campaña presidencial, las revelaciones de CuauhtémocCárdenas adquieren una singular importancia.
A 42 años de distancia de los turbulentos días del Movimiento Estudiantil —y más escalofriantes revelaciones de Cuauhtémoc Cárdenas—parecen darle la razón a Raúl Cruz Zapata el que en su libro Y cayó en la Cumbre desliza la especie de que el accidente en el que pierde la vida Carlos A. Madrazo en Monterrey, no fue tal sino un homicidio. ¿A quién culpar de tan nefando crimen?. El periodista apuntaba hacia Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la República.
Hoy en su libro —anecdotario— Sobre mis Pasos, Cuauhtémoc Cárdenas revela el contenido de una conversación con su madre, doña Amalia Solórzano en la que ésta le dice que el día del “accidente”, el general Marcelino García Barragán había visitado al general Lázaro Cárdenas en su casa de Andes y, con lágrimas en los ojos, le había dicho que tal accidente, había sido en verdad sabotaje ordenado por el presidente Díaz Ordaz y preparado y ejecutado por su jefe de Estado Mayor Luis Gutiérrez Oropeza, según relata la revista Proceso en un adelanto a la publicación del libro de Cuauhtémoc Cárdenas.
Dados los tiempos que corren y en los prolegómenos de la campaña presidencial, las revelaciones de Cuauhtémoc adquieren una singular importancia y una de ellas es que permitirán hallar la profundidad de la crisis interna que se precipitaba al interior del PRI que eventualmente empezaba a perder la fuerza, que le provocaría más tarde la pérdida del poder. ¿Porque habría Gustavo Díaz Ordaz querido la muerte de Carlos A. Madrazo? Quienes vivimos muy de cerca esos días, recordamos que siendo gobernador de Tabasco don Carlos tenía una buena relación con GDO a pesar de diferencias que eran más de forma que de fondo. Al menos, que, ya siendo presidente del PRI don Carlos había emprendido reformas que modificaban el estilo para la selección de candidatos que, en alguna medida le daban a GDO la idea de que lo que se buscaba era afectar la solidez de su gobierno. La intriga política, llevaba ya tiempo mellando la relación entres estos dos hombres e hizo crisis la noche de los dolorosos hechos de Tlatelolco.
Ya fuera del PRI, don Carlos trabajaba en la creación de un grupo o partido político que desde afuera pudiera modificar los viejos usos del partido. Esto, sin duda enfureció a Díaz Ordaz quien la tarde del 2 de octubre de 1968, acusó a Carlos Madrazo de ser el instigador del Movimiento Estudiantil. Junto con otros periodistas —algunos cercanos a Madrazo— estuvimos hasta altas horas con el inquieto líder quien, sin conseguirlo, trató de hablar con el Presidente. El tiempo fue diluyendo la turbulencia de esos días y acentuando la distancia entre el Ciclón del sureste y el Presidente. Como relata en su libro Y cayó en la Cumbre, Cruz Zapata muy cercano a Carlos Madrazo, se enteró del “accidente” en Monterrey y, dudando de la información oficial, realizó investigaciones minuciosas que le daban la certeza de que el avión en que viajaba Madrazo y su esposa había sido intencionalmente dirigido hacia su final en el Pico del Fraile.
Independientemente de la secuela política–legal que tendrá la revelación de Cuauhtémoc esta afectará al PRI el que en estos momentos lucha por recuperar el poder presidencial perdido en una espiral que culmina con la llegada del PAN a la Presidencia. Aun cuando los familiares de Madrazo jamás se preocuparon por saber o investigar nada del “accidente” fatal, el peso específico de los personajes implícitos en la “revelación informativa” de Cuauhtémoc agitarán a los grupos que auténticos o no, cada año piden la clarificación histórica de aquellos sucesos.
A menos de que nos equivoquemos, el tema será uno de los más relevantes en la próxima campaña electoral Presidencial porque a los sectores interesados y a grupos populares, les podría representar, en su esencia y en el fondo, una respuesta en el porqué deberían o no apoyar o negar el regreso del Institucional a la Presidencia de la República. Igual podría suceder con los partidarios o antagonistas de Gustavo Díaz Ordaz, un presidente controvertido al que podría calificarse como un gran estadista o como un hombre arrastrado por sus pasiones y odios.
Por lo pronto la aparición del libro de Cuauhtémoc se da cuando las fiestas del Centenario de la Revolución Mexicana invita y exige, ante la gravedad política, social y económica de México, estudiar a fondo cuál o cuáles son nuestras realidades y cuál verdad o cuáles mentiras ocultan las sombras históricas. Acusar de asesino a un funcionario de tan alto nivel como lo es el jefe del Estado Mayor Presidencial impone la presentación de pruebas. Aun cuando alguno o todos los actores estén muertos. Por otro lado, Cuauhtémoc tal vez se vea en la necesidad de explicar por qué dejó pasar tanto tiempo para revelar algo tan trascendente en la vida de México.
*Periodista y escritor
