Andrés Molina Enríquez ideólogo del agrarismo
Es recordado por su oposición a los latifundismos y cacicazgos; redactó el Artículo 27 de la Carta Magna

CIUDAD DE MÉXICO, 2 de agosto.-En un escenario donde cada vez son más los actores políticos y sociales que advierten sobre la urgente necesidad de emprender una reforma profunda al campo, hoy se conmemora el 75 aniversario luctuoso de Andrés Molina Enríquez, promotor y redactor del Artículo 27 de la Constitución de 1917, donde se sentaron las bases de la propiedad agraria en México, con la creación de los ejidos.
Conocido como el sociólogo de la Revolución mexicana por su libro Los grandes problemas nacionales, publicado en 1909, Molina Enríquez advertía que los principales obstáculos para el desarrollo del país eran los altos niveles de pobreza, la concentración de las tierras en muy pocas manos y la exclusión de la población indígena.
Una visión que no pierde vigencia, tomando en cuenta los datos recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que establece que de 2012 a 2014, el número de pobres en México creció de 53.3 a 55.3 millones de personas y que la pobreza extrema apenas retrocedió 0.3 por ciento.
Nacido en Jilotepec, Estado de México, el 30 de noviembre de 1868, Andrés Molina Enríquez explicaba en uno de los capítulos de su célebre libro que el “funesto error de la importación de maíz americano” nos hizo perder la autosuficiencia alimentaria y despojó a los campesinos de la posibilidad de vivir de su trabajo, lo que provoca —hasta nuestros días— la migración hacia Estados Unidos.
Andrés Molina Enríquez, hijo del diputado y notario Anastacio Molina y de Francisca Enríquez de la Cabrera, ingresó a los 12 años al Instituto Literario de Toluca, donde estudió el bachillerato.
En 1885 cambió su residencia a la Ciudad de México, donde obtuvo el título de escribano público e inició la carrera de abogado, pero tras la muerte de su padre en 1892, regresó a su natal Jilotepec para hacerse cargo de la notaría.
En su carrera profesional se desempeñó como notario en varias poblaciones del Estado de México, como Jilotepec, El Oro, Tlalnepantla y Sultepec, donde permaneció por más tiempo de 1894 a 1898.
Durante esos años se adentró en el conocimiento de los problemas de tenencia de la tierra y de las injusticias y despojos que se cometían contra los campesinos.
En 1898 regresó al Instituto Literario de Toluca como profesor y con el objetivo de terminar sus estudios de derecho, además de que comenzó a publicar un periódico regional de cuatro páginas llamado La Hormiga, donde combinaba editoriales, crónicas, noticias, columnas, santoral, avisos, poemas y hasta recetas y consejos útiles.
En 1908, Molina Enríquez se hizo cargo de la cátedra de etnografía en el Museo Nacional de Historia de la Ciudad de México y al año siguiente publicó su libro Los grandes problemas nacionales.
De acuerdo con datos de la Universidad Autónoma del Estado de México, “a raíz del movimiento maderista que derrocó al gobierno de Porfirio Díaz, Andrés Molina Enríquez tuvo el temor de que la cuestión agraria fuera relegada por los propios revolucionarios, de manera que en agosto de 1911 proclamó un documento conocido como Plan de Texcoco, en el que desconocía al gobierno provisional de Francisco León de la Barra y demandaba el reparto de las grandes haciendas, la supresión de los jefes políticos y un salario remunerador para los campesinos”.
El periódico gobiernista El Imparcial calificó el documento como “obra de un loco” y Molina Enríquez fue arrestado en el antiguo Palacio Negro de Lecumberri, donde permaneció 12 meses bajo la sombra.
En los años siguientes estuvo involucrado en las cuestiones agrarias, pues sus ideas fueron precursoras del Plan de Ayala de Otilio Montaño que enarboló Emiliano Zapata.
Andrés Molina tuvo influencia sobre el gobierno de Venustiano Carranza en la elaboración de la Ley Agraria de enero de 1915. En 1917 fue el redactor principal del artículo 27 de la Constitución, que dio las reglas de la propiedad agraria.
El resto de su vida, Molina Enríquez lo dedicó a su cátedra de etnografía y a elaborar su obra magna, La revolución agraria en México.
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