El otro 25 de noviembre del Comandante

Tres mexicanos recuerdan cómo ayudaron y convivieron con el líder  cubano Fidel Castro en su paso por México

Por: AFP

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CIUDAD DE MÉXICO.

Las metáforas épicas acompañaron la historia de Fidel Castro desde la génesis hasta el punto final: murió un 25 de noviembre, el mismo día en que zarpó desde costas mexicanas rumbo al campo de batalla en que libró, a sangre y fuego, la Revolución Cubana.

La aventura del primer 25 de noviembre, aquel día de 1956, permanece en la memoria de tres veteranos mexicanos: el armero que donó el yate Granma, un militar que se tiró dos clavados desde el barco sin saber que estaba entre revolucionarios clandestinos, y un economista que, mientras montaba cañones junto a Fidel, escuchó de un sobreviviente el relato de aquella tormentosa travesía marítima.

EL IMPRESCINDIBLE

Tras la fallida insurrección contra el dictador militar Fulgencio Batista en 1953, México se convirtió en el refugio de Fidel.

Ahí conoció a Antonio del Conde, un vendedor de armas que se integró al círculo más cercano del Comandante, quien incluso le bautizó con el sobrenombre El Cuate.

Entre las aficiones de Del Conde estaba la de remodelar un destartalado yate que había comprado a un estadunidense.

De tanto en tanto, viajaba a Tuxpan,  Veracruz, para verificar los avances de su yate.

Según relata, a Fidel le brillaron los ojos cuando vio la carcacha: “Si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba”, le habría dicho. Y así fue.

EL MILITAR

Durante su estancia en México, Fidel reunió a unos 80 adeptos, los legendarios barbudos, quienes tras un entrenamiento bélico en las montañas le acompañarían a bordo del Granma rumbo a la epopeya de su vida. En ese entonces, Carlos Alvarado era un subteniente oficial del ejército mexicano desplegado precisamente en el cuartel de Tuxpan.

“De repente, una mañana había en el muelle un yatecito medio descuidado, despintado, que llamaba la atención. Era el Granma”, contó este soldado de artillería retirado.

Según el veterano de 83 años, entre la tripulación permanente del Granma “no había barbudos, sólo unos cuantos con bigote”.

 EL ECONOMISTA

En los años 60, ya con Fidel en el poder, el mexicano Carlos Perzabal estudiaba Economía en la isla y, tras aprender a cargar cañones con el mismo Fidel en plena crisis de los misiles rusos, se topó con Fernando Guillén Celaya, un mexicano que participó de la expedición del Granma.

“La travesía fue muy, muy complicada, eran más de ochenta y no era un gran barco. Se tuvo que tirar comida y cosas para que el barco pudiera llegar”, le contó Guillén, de viva voz, al economista.

Tras llegar más tarde de lo planeado a Cuba y a un punto que no era el estimado, “sobrevivieron sólo 16 de los 80 y tantos, porque al llegar los atacó el ejército de Batista”.

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