Sadae: soy una sobreviviente de Hiroshima

La señora Kasaoka salió con vida del estallido de la bomba atómica en 1945 y cuenta a Excélsior cómo se vivió la catástrofe en esa ciudad de Japón

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HIROSHIMA.

Soy una sobreviviente del ataque nuclear de hace 70 años, mi casa estaba a tres kilómetros y medio del epicentro donde estalló la bomba nuclear, entonces tenía 12 años y cursaba el primer nivel de secundaria. Hoy sólo quedamos 49 sobrevivientes.

De esta manera inició su plática con Excélsior la señora Sadae Kasaoka, quien se turna con los otros sobrevivientes para exponer en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima la experiencia que vivió hace 70 años, con la intención de que la gente no se olvide de aquel hecho.

Apenas hace nueve años inicié con estas pláticas, antes no podía expresarlo, los recuerdos me bloqueaban.

Somos víctimas de la guerra, pero también el ejército japonés lastimó a mucha gente en China, en la península coreana y en otros países asiáticos. La guerra es la guerra y de ambas partes hubo muchas víctimas (en referencia a la Segunda Guerra Mundial).

El lunes 6 de agosto de 1945 cayó de un avión de Estados Unidos, por primera vez, la bomba atómica sobre Hiroshima, la cual provocó una nube en forma de hongo.

Una noche anterior, el día 5, teníamos el aviso de que iba a haber un ataque y por eso nadie salió a la calle, pero como el siguiente día no hubo alerta todos salimos tranquilamente a la calle.

Justo a las 8:15 de la mañana estalló la bomba atómica y con la vibración que provocó la explosión se formó una nube en forma de hongo, debajo de esa nube todo se terminó en un instante; miles de personas perdieron la vida y al final de ese año los muertos sumaban 114 mil.

La señora Kasaoka, que refleja el paso de los años, toma un mapa de Hiroshima para ubicar dónde fue el epicentro del bombazo, la ubicación de su casa y los siete ríos que conforman esa ciudad.

En la mira

Ellos (Estados Unidos) escogieron Hiroshima como el objetivo, pero ese mismo día tenían cinco ciudades en la mira: Hiroshima, Nagasaki, Kokura, Kioto y Niigata.

Aquí había mejor tiempo, tenían como referencia un puente en forma de T, —lo que facilitó el ataque— y consideraron que en este lugar no había presos militares.

Cuando estalló la bomba yo estaba en casa. En la calle principal de Hiroshima donde había teatros, hoteles y restaurantes ¡era una zona muy alegre! Y ese día había mucha gente, pero en un instante todo eso desapareció.

Cuando uno entraba a la secundaria se convertía automáticamente en parte de la fuerza laboral, pero los que iban a la primaria no podían ayudar, a todos ellos los evacuaron a otras zonas fuera de la ciudad; ellos vivían y comían en los templos budistas.

Yo estaba en la secundaria, pero mi hermano menor, que cursaba quinto año de primaria, estaba en un templo y, según él, en ese entonces no había comida.

A los niños en edad de crecimiento sólo se les daba una taza de cebada, porque no había arroz. Mi hermano me decía que siempre tenía hambre y todas las noches lloraba mucho porque quería regresar a casa.

Los que estábamos en la secundaria no estudiábamos, lo que hacíamos era entrenar con una especie de lanza para aprender a combatir.

Otra de las labores que teníamos era ayudar a cambiarse de vivienda de un lado a otro. Porque en ese entonces las casas japonesas eran de madera y papel, por lo que se quemaban fácilmente con los bombardeos.

También nos dedicábamos a limpiar las calles de escombros con nuestras propias manos, para que fueran amplias y transitables.

El día 6 era un día de trabajo en las fábricas militares, pero a mí me tocó descansar; en esas fábricas murieron seis mil 300 personas.

Tras recordar lo anterior, la señora Kasaoka hizo una pausa, tomó aire y continuó con su relato:

La bomba no cayó al suelo de inmediato, sino que estalló en el aire como a 600 metros, ¡fue una explosión tremenda! Cuando se estrelló en tierra el calor subió a tres mil o cuatro mil grados centígrados. No había otra cosa más que morirse con el tremendo calor.

Muchos de los que sobrevivieron al ataque, trataron de escapar del lugar, pero los escombros lo impidieron y los que estaban al aire libre al momento de la explosión se carbonizaron.

Hiroshima tiene siete ríos, muchos queriendo mitigar el calor que sentían se lanzaban al agua y cuando la marea bajaba se descubrían muchos cuerpos sin vida.

Los ríos en Hiroshima tienen conexión con el mar, por eso sube y baja la marea.

Los que estaban adentro de sus casas o en sótanos cuando estalló la bomba —a mil metros de distancia— en un mes aproximadamente murieron sin haber sufrido alguna herida.

Después de la caída de la bomba atómica hubo una tormenta de lluvia negra (tóxica) en la parte norte y nordeste de Hiroshima; en mi casa cayó poca de esa lluvia.

El edificio que resistió

El 90 por ciento del edificio que quedó en pie en el epicentro del bombazo nuclear en Hiroshima fue porque la energía cayó directamente sobre su cúpula de acero y parece que la absorbió, en ese lugar se ofrecían los productos de la localidad y se fomentaba la industria.

Pero en la Segunda Guerra Mundial dejó de tener esa función y se convirtió en el ayuntamiento, las personas que estaban en el interior murieron, pero el edificio quedó en pie.

El nombre oficial de ese edifico es Monumento de la Paz de Hiroshima, pero es más conocido como Cúpula Genbaku o simplemente Cúpula de la Bomba Atómica.

Después de la guerra había un plan para demoler el edificio, aunque muchas voces dijeron que era mejor dejarlo como recuerdo, por lo que a través de donaciones se ha mantenido en pie; en 1996 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Sobre ella misma

Kasaoka proyecta una diapositiva con una fotografía de los integrantes de su familia, tomada afuera de su casa cinco años antes del ataque nuclear.

En la foto aparece toda mi familia y yo; éramos diez.

En el momento de la explosión sólo vivíamos mis padres, la abuela, mi hermano y yo. El día 6 (agosto de 1945), como hacía buen tiempo, mis padres salieron de casa para ayudar como voluntarios.

Después del desayuno limpié todo y lavé la ropa, cuando terminé entré a casa y una luz me atacó.

En mi habitación había una ventana grande, de unos dos metros y medio, cuando entré vi una luz anaranjada muy brillante —pensé: qué bonito color— un momento después todos los vidrios se vinieron contra mí, sabía que tenía que agacharme, pero de todos modos los vidrios cayeron sobre mi cuerpo.

Después, todo quedó a oscuras y me desmayé. Cuando desperté vi mis manos que estaban llenas de sangre, porque con ellas me protegí, busqué a mi abuela y nos fuimos al refugio que teníamos debajo de la tierra y que ocultamos con yerba para que no lo descubrieran.

En el refugio había más gente, pero ellos tampoco sabían nada; al salir de ahí me di cuenta de lo que había pasado por primera vez, mi casa estaba colgando y las calles cercanas desaparecieron.

A tres kilómetros de mi casa había una compañía de gas y todos pensábamos que ese lugar había explotado.

Una media hora después del ataque, un señor se fue a ver lo que había pasado, pero cuando regresó estaba todo quemado, parecía monito, porque se le despegaba la piel del cuerpo.

Él mismo nos avisó que con el bombazo casi toda Hiroshima había desaparecido.

Mi hermano, que estaba estudiando en una escuela comercial en otra provincia, regresó a casa después del ataque, con muchos problemas para llegar.

A cuatro kilómetros de nuestra casa teníamos familia que nos avisó que allá estaba mi padre, mi hermano tomó el auto y se fue a buscarlo.

Mi padre regresó a casa completamente negro, su cuerpo se veía brillante, él pasó antes a una clínica de salud para que lo ayudaran, pero no lo pudieron ayudar.

Cuando vi a mi papá no sabía que era él, estaba todo negro, con la cara muy hinchada, sus ojos casi se le salían, sus labios eran algo tremendo porque estaban floreados y no traía ropa.

Supe que era mi padre porque me pidió agua y me decía que a la hora de la explosión estaba con mi mamá y repetía su nombre e insistía que fuéramos a buscarla.

Me sigue doliendo que mi padre en su agonía me pidiera agua, pero no se la podiamos dar porque estaba contaminada.

Yo corrí al huerto de la casa y traje tomate para darle algo que tuviera líquido, cuando me acerqué a él vi su espalda y era similar a la de muchos hombres que pasaban por la calle en calidad de fantasmas, a todos les colgaba la piel, ¡me daban mucho miedo!

Además, mi padre tenía un olor fétido en su piel y ahí donde olía mal se le juntaban las moscas y mosquitos, otro problema, porque al picar a varias personas las contagiaban.

En casa sólo teníamos a mi padre, pero la situación era peor en los hospitales porque el contagio era más rápido y amplio. Mi padre murió a los dos días del ataque, tenía 52 años.

Los restos en polvo de mi madre los encontramos tiempo después en una isla,

aunque nunca tuvimos la certeza de que fueran de ella... de esta manera perdí a mis padres.

Después, mis hermanos y yo tuvimos que enfrentar una vida difícil sin padres; eso es lo más duro.

En los templos budistas se dice que quedaron unos cinco mil niños huérfanos, creo que ellos sufrieron más que yo. Muchos de ellos murieron de frío.

Después de terminar mi preparatoria me costó mucho tiempo colocarme en un empleo por ser de Hiroshima.

Mi familia se preocupaba porque no tenía pareja, entonces busqué a mi consorte y me casé. Él murió a los 38 años, víctima de cáncer de médula.

Me quedé con mis dos hijos, uno de cinco y otro de dos años y desde entonces viví con la madre de mi esposo durante 38 años.

Por eso es que nosotros no queremos la guerra, es la causante de todo lo malo y sobre todo ataca a los más débiles.