Los 100 primeros días de Francisco
Jorge Mario Bergoglio impuso un nuevo estilo a la Iglesia católica en sus primeros días como Papa

MILÁN, 20 de junio.– Jorge Mario Bergoglio es un hombre culto y bondadoso, uno que dice no tener todas las respuestas y tampoco todas las preguntas. Afirma que le tiene terror a los moralistas sin bondad. Son las palabras del Papa que vino del fin del mundo, el primer jesuita, el primer latinoamericano, capaz de criticar muchas cosas pero, sobre todo, el reduccionismo inoble que se puede hacer del Evangelio en la propia Iglesia.
Hoy, a 100 días de que la fumarola blanca anunciara su designación, vaticanistas se detienen a analizar los primeros días del papa Francisco, el mismo que se muestra harto de que algunas homilías sean tomadas como pretexto para estos “moralistas” que “al mismo tiempo que dictan sus juicios como verdades absolutas, terminan por olvidar el tesoro de un Jesús vivo”.
Bergoglio, el Papa argentino, ha impuesto un nuevo estilo en la Santa Sede. De esto nadie tiene duda y una prueba viviente está en la Plaza de San Pedro, que cada miércoles y domingo, días de la audiencia general y del Angelus, se ha vuelto a llenar con peregrinos de todo el mundo en busca de sus mensajes directos, fuertes y oportunos.
“Esto no se veía desde que estaba Juan Pablo II”, reconocen sobre todo los dependientes de las decenas de negocios que están en el Vaticano y que muchos de ellos, en la época de Joseph Ratzinger, vivían de la imagen de Karol Wojtyła.
“Hoy Francisco también ha resultado ser más que un buen Papa, querido y seguido, una buena marca que vende y cuya imagen ahora todo mundo quiere tener”, señala Martina, dependiente de una de las tiendas en la Plaza de San Pedro.
Desde aquella noche lluviosa del 13 de marzo, cuando los ojos del mundo esperaban ansiosos el nombre de quien sucedería a Benedicto XVI, las sorpresas, que llegaron con el argentino desde ese momento, no han parado. En cada audiencia y cada misa, no importa donde la ofrezca, Bergoglio desde el prinicipio ha roto los protocolos y decidió que quería estar cercano a la gente. Luego se formó al lado de los pobres, los desprotegidos, los más débiles.
En 100 días se ha reunido lo mismo con jefes de Estado (primero fue Cristina Fernández, de Argentina; luego con Dilma Rousseff, de Brasil; y hace poco con Nicolás Maduro, de Venezuela), que con jugadores de futbol, motociclistas, periodistas, líderes de otras religiones, presidiaros... pero sobre todo con enfermos, a quienes no duda en saludar y besar cada vez que termina una audiencia o una misa.
Éste es el acento que ha querido imponer: una Iglesia de todos para todos, pero sobre todo una Iglesia pobre para los pobres, y recuerda que San Pedro “no tenía una cuenta en el banco”, criticando también la lucha de poder, la rivalidad, el pasar por encima de quien sea para lograr un éxito.
Es Bergoglio quien ha revolucionado la imagen del papado tradicional renunciando a los lujos, optando un cuarto más austero en la Casa de Santa Martha en lugar de los apocentos que habían disfrutado todos los papas anteriores a él.
Sin querer, Bergoglio ha sacudido a la institución que parecía dormida o demasiado cómoda en los tiempos de Joseph Ratzinger, ha asumido hablar de la pedofilia, de las guerras, del hambre, del poder, del dinero, dando las primeras señales que las cosas en la Santa Sede no quedarán igual.
Poco a poco se ha sabido imponer en la Banca Vaticana y dicen que a más tardar a su regreso de su gira por Brasil, comenzará los verdaderos cambios en la Curia Romana, con el nombramiento de un nuevo secretario de Estado que sustituya a Tarcisio Bertone.
Mientras, se deja aconsejar por los cardenales Leonardo Sandri, de Argentina, y Óscar Maradiaga, de Honduras.
Por lo pronto, esta noche en punto de las 21:15 horas, en Portacomaro, pueblo originario de la familia de Bergoglio que emigró a Argentina en 1929, sus habitantes festejarán los 100 días del papa Francisco.
Ahí, entre fotografías, algunos videos, fragmentos de sus discursos, festejarán el nuevo estilo del Papa y esta euforia que ha regresado al Vaticano.
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