Editorial Cuadrivio presenta el libro: ‘Crítica y rencor’
La obra congrega a diez ensayistas que, nacidos en México en los años 70, ejercen la controversia para avivar el debate literario
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de agosto.- Mientras la producción de libros en serie continúa diseñada a partir de estrategias mercadológicas millonarias que inventan y sepultan escritores, las editoriales independientes cobran un papel cada vez más protagónico en la supervivencia del espíritu que anima a la literatura nacional.
En ese sentido, la editorial Cuadrivio ha apostado por confeccionar libros que sean a la vez una arena pública, donde lo mismo poetas que narradores se encuentren y generen todo tipo de debates en medio de una sociedad poco afecta al diálogo.
Desde la fundación de la editorial, el pensamiento crítico ha resultado fundamental para entender cómo la literatura mexicana logra sus mutaciones y vuelve, una y otra vez, a perfilarse”, señalan en entrevista los editores.
En esta ocasión el sello agrupa a diez atletas del lúdico deporte de la controversia. Crítica y rencor es el título que recoge la voz de diez jóvenes escritores que ejercen el descarnado quehacer del análisis profundo, emotivo y social que la literatura es capaz de convocar. Apostar por nuevos abordajes estilísticos, estimular el ejercicio de apreciación y alentar el debate sobre la producción cultural contemporánea es precisamente lo que Cuadrivio encontró en estos autores.
Luis Bugarini, Alejandro Badillo, Geney Beltrán Félix, Gabriela Damián Miravete, Guillermo Espinosa Estrada, Miguel Ángel Hernández Acosta, Eduardo Huchín Sosa, Mónica Nepote, Jezreel Salazar y Ricardo Sevilla son quienes, desde diferentes trincheras, ejercen un género polémico y políticamente incorrecto, apostando por colocar al oficio de la crítica como un acto estético en sí mismo.
Nacieron en la década de los 70, provienen de latitudes distintas, Campeche, Guadalajara, Sinaloa, Ciudad de México; sin embargo, aparecen de manera periódica en revistas de las letras mexicanas, alimentan blogs de literatura y escriben en columnas y suplementos culturales nacionales sin miedo a encarar con gozo e intrepidez la ola de maledicencias e infamaciones que pesan sobre el crítico literario.
Disímbolos: un músico aficionado al ensayo, una poeta editora maravillada con las redes sociales, una narradora de cuentos fantásticos que incomoda por sus lecturas freak, un profesor de literatura medieval y un abogado financiero apasionado por la crítica, su único punto de encuentro es el interés por la literatura.
Estos escritores replantean los alcances de la crítica en un mundo donde prácticamente todos opinan, haciendo uso del espacio público virtual; tratan de ofrecer otras categorías y enfoques para el análisis literario; se afanan en proponer nuevos estilos narrativos que atraigan lectores, apuestan por ser albaceas y promotores de la lectura; con estos ingredientes —aseguran— se puede configurar el rostro de la crítica del siglo XXI.
Los temores literarios
Gabriela Damián Miravete (Ciudad de México, 1979) es una de esas escritoras que en su vida diaria se desempeña como editora, guionista, locutora radiofónica para algunos medios públicos y crítica literaria. Aficionada a la literatura fantástica, es una narradora mexicana de literatura infantil y ciencia ficción no tan fácil de encontrar y quien no teme identificarse con alguna corriente literaria.
Siento que en la literatura mexicana hay temor a identificarse dentro de una categoría o de una corriente. Es más cool decir ‘yo no tengo etiquetas en mi trabajo’; no tengo amigos, soy un ente solitario; a mí sí me gusta pertenecer a esta comunidad en concreto de la ciencia ficción mexicana o de la literatura de imaginación como la describe Alberto Chimal.”
Su conversión sobre la crítica literaria se debe a que era necesario que alguien realizara el trabajo crítico de estos subgéneros, al enfrentarte con un medio hostil donde las ‘vacas sagradas’ muestran toda su ferocidad y postura misógina y denostativa hacia las lecturas de estos géneros, así como por la exigencia social de, al ser mujer escritora y joven, ‘tener que’ describir escenas eróticas.
Creí que, a la hora de escribir, todos podíamos hacer lo que se nos diera la gana, pero me encontré que había muchas expectativas con lo que yo debía hacer como escritora. Me sorprendió mucho, porque no es lo mismo con los escritores. Se me criticaba en los talleres literarios, pues seguramente estaba reprimida al no hablar de escenas sexosas. De esta manera inició mi interés por la crítica.”
Geney Beltrán Félix (Sinaloa, 1976) es uno de esos narradores que suelen saltar para aterrizar en la pista de crítico literario. Entre sus oficios está el de editor, docente y articulista; comenzó a dedicarse a la crítica literaria desde 2006.
El autor de la novela Cualquier cadáver asegura que hoy un crítico literario debe ser una fuente entre el autor y el lector, y debe estar fortalecido a nivel académico al tener la posibilidad de cursar una maestría o un doctorado, hasta llegar a ser un gran investigador, porque el campo de la crítica va más allá de publicaciones periódicas, también analizan temas literarios de otras épocas, libros o autores que no necesariamente son contemporáneos.
A un crítico le interesa más estudiar a ciertos autores antes que a otros y eso está bien”, asegura.
Lo que ocurre es que la crítica es menos buscada, siempre se ha recibido de mala manera por temor, pero es un ejercicio que puede estar presente en muchos espacios del mundo literario no sólo en suplementos o revistas, ya que tiene una importancia que se define en la posibilidad de hacer una interpretación; esto te permite estar en constante diálogo con los lectores, es algo que ha tenido a lo largo de la historia una condición de fuente entre las obras y los lectores.”
Y Beltrán Félix agrega que tampoco las instituciones culturales del Estado hacen mucho por estimular el trabajo de la crítica. “Lo que beneficiaría mucho es que hubiera apoyos. A pesar que el Estado mexicano invierte tanto en la creación de nuevas obras, me sorprende el desinterés que tiene en apoyar la labor de la crítica, ya que es el mejor aliado que pueden tener las instituciones para fiscalizar si las decisiones son tomadas con buenos argumentos o no”, detalla.
Para mí la crítica forma parte de la escritura, es decir, dentro de la palabra ‘escritor’ para mí estaría comprendido el trabajo de crítico como una faceta más. Los críticos, aunque únicamente escriban ensayos o estudios, también son escritores. En el caso de la crítica literaria, la rivalidad entre el creador de la obra y el crítico se debe entender que hay una utilización de la misma herramienta para expresarse”.
Mónica Nepote (Guadalajara, Jalisco, 1970), es una poeta que radica en el Distrito Federal desde 1996. Se ha dedicado al guionismo, a especializarse académicamente y también trabaja como editora.
Siento que en México hemos creado una burbuja de creación nada sana. Debemos hacer una crítica desde el actuar; es decir, no nada más en el activismo de las redes. Estamos en un momento histórico, en el que necesitamos tomar una posición respecto de qué movimientos como ciudadanos y autores vamos a hacer y a relacionar a la ciudadanía; la condición de escritor también como alguien que genera pensamiento; para mí eso resulta fundamental para la crítica”, señala Nepote.
La poeta sitúa su análisis crítico en el espacio público creado por las redes sociales, donde la idea de autor e identidad sucumbe ante las miles de publicaciones y reapropiaciones que circulan en la red, así como pregunta si en algún momento la sociedad contemporánea abandonará su condición digital para crear lugares de encuentro más cálidos.
El fenómeno de la heteronimia que practicaron algunos escritores, como Fernando Pessoa, lo practicamos día a día; las identidades virtuales, la posibilidad de la narrativa del yo a través de las redes sociales. También se vuelven representativas de una cierta construcción del discurso que sucede en redes y no por eso es menos importante a que estuviera un libro. Es importante pensar cuánto tiempo le dedicamos como creadores de contenidos y desde dónde nos condicionamos ante esos contenidos”, apunta.
Nepote describe su ensayo a partir de la labor del crítico, en un mundo de saturación y sobre información, en la necesidad de producir materiales y escrituras.
Se producen tantos modos de significación que definir a un crítico específico para tal cosa es muy difícil. Si antes los libros no estaban al acceso de todos, ahora la crisis se presenta porque tenemos muchos contenidos a nuestro alrededor disponibles para mucha gente. Entramos en una crisis porque no podemos leerlo todo, saberlo todo y el lugar del crítico me parece que es un lugar más incierto, pues es un mediador de un autor y un número reducido de lectores”, subraya.
De repente me pregunto si los críticos son leídos por público general o por esta élite que produce literatura bajo ciertas características y estilos y no todo lo que se produce en blogs”, acota.
Desdén a la crítica
Desde el punto de vista de Luis Bugarini (Ciudad de México, 1978), autor de la trilogía Europa y del libros de relatos Cuaderno de Hanói, en el país existe un desdén por la crítica y no hay una beca para ser crítico. Hay que vestirse de ensayista para ser considerado.
Para Bugarini, quien se gana la vida como abogado financiero, “más que nunca es necesario realizar una segregación razonada de la producción cultural. No hay tiempo que alcance para conocer aquello que ha marcado la cultura de manera significativa. Y más: cada día se amanece a una incontinencia que promete no terminar. La crítica es una brújula y aporta elementos de valoración para elegir con más tino”.
¿Las redes sociales han cambiado la relación entre los lectores y las obras?, se le pregunta al ensayista.
“Ha cambiado la forma en cómo se relacionan los actores de la cultura que las usan, pero no los lectores y las obras. Ésta es una relación primigenia. De abrir una cuenta en una red social nadie irá a buscar la poesía de Rumi o Larkin. El lector se forma en soledad y necesita años de gestación. No germina en un timeline.”
Al también poeta y narra se le cuestiona si en un mundo donde todos opinan, ¿por qué la voz del crítico es válida?
“Es falso que todos sean ‘críticos’ por señalar que tal o cual libro no les gustó. El crítico es un lector profesional que se ha formado en dar sentido a los signos y valores de una cultura. El lector ocasional puede dar su opinión sobre una obra, en una charla de café, pero carece de herramientas para dar un aporte de fondo.”
Además, considera que hay un desdén por el género: “A diferencia de otras tradiciones literarias, como la inglesa o francesa, el crítico ya es considero un escritor en forma y no necesita más cartas credenciales que su gusto estético y claridad para ejercerlo. En México aún es considerado un escritor que se quedó a medio cocimiento.
El crítico como albacea
Guillermo Espinosa Estrada (Puebla, 1978) es doctor en Letras, ejerce la docencia y dice que le resulta poco práctico diferenciar la experiencia de la lectura y la escritura, porque todo forma parte de la misma función del lector.
Para Espinosa es necesario hacer historia literaria, grandes compendios analíticos de la literatura de una época con la intención de que sobreviva en medio de la guerra, por lo que la realidad cotidiana es inseparable de la producción literaria del momento y la función de la crítica actualmente no podría pensarse sin tomar en cuenta el contexto de violencia en el que vive nuestro país.
“Si la crítica tiene algún papel en la historia de este país necesita escribirla, que sea colectiva y colegiada; (es necesario) hacer una historia literaria, que por cierto no tenemos. Creo que, como críticos, en este momento crítico, debemos emprenderla o acabarla, sería un gesto que nos ayudaría a entendernos qué ha pasado durante estos últimos años de guerra contra el narcotráfico.
—En uno de tus ensayos señalas que la literatura mexicana fue incapaz de verse al espejo y narrarse a sí misma.
“Cierto, no ha sido capaz de la autocrítica para poder confeccionar una historia de su propia literatura, porque las letras mexicanas han sido incapaces de elabora un discurso que englobe los diferentes países que somos, es decir: somos criollos, hispanos, urbanos, católicos, ateos, pero su visión no considera minorías, lenguas, otras tradiciones, todo eso lo hace un espejo muy fiel de clasista y racista como es nuestra sociedad”.
¿Y por qué la literatura debería tener un sentido social, por qué tendría que ser un espejo de nosotros? “No podemos darnos ese lujo del arte por el arte; en un momento de mortandad y violencia esa postura se acerca a lo inmoral, ¿por qué esforzarse en algo que no se puede relacionar con un hecho histórico concreto como la que vivimos? Se trata de perpetua literatura miope, onanista, incapaz de relacionarse con lo que vive su potencial lector. Se me hace una postura anacrónica el resguardarse en la pureza del arte y negarse a aceptar la realidad, el camino de que la literatura no debe de hablar la realidad nos lleva a literaturas huecas. Fomentar la lectura y la crítica para salvaguardar los bienes de la comunidad. Equiparar la figura del crítico como albacea para figurar como recolectores de la memoria, confeccionar que aglutine voces de muchas personas y entre todas crear un fresco de lo que somos o podríamos haber sido”, remata Espinosa Estrada.
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