Glorias mexicanas: memoria de oro

Felipe Muñoz recuerda el orgullo que le causó conseguir el metal dorado en los Juegos Olímpicos de México 1968

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Foto: Salomón Ramírez

CIUDAD DE MÉXICO.

El único oro olímpico para México en la natación (200 metros pecho) lo consiguió Felipe Muñoz Kapamas en los Juegos Olímpicos de México 1968, competencia que califica como la más importante de su vida por el hecho de haberse realizado en su ciudad y en su país natal.

“Logré mi objetivo gracias a muchos factores que se unieron y me dieron la oportunidad de lograr mi meta con una marca de 2:28:07. Sabía que iba bien, porque no veía a mis contrincantes pero sí los oía, escuchaba muchos gritos y pensé que podía ganar, pero no sabía bien hasta que volteé a ver el marcador y me dio mucho gusto ver mi nombre con un número uno al lado y un foco rojo, eso ya lo había soñado”.

Muñoz recuerda que en ese entonces México era un país poco conocido. “Cuando logramos la sede de los Olímpicos me enteré por el Excélsior, porque lo vi en la primera plana, estaba esperando el autobús con mi mamá y mis hermanos, y en los kioscos vi: ‘México, sede para los Juegos Olímpicos’, así que me emocioné mucho, como todos los niños de México, porque en la escuelas sólo se platicaba de eso. Nosotros los deportistas aprovechamos esa oportunidad, pues se hizo un centro deportivo que nos ayudó mucho. Se trajeron a los mejores entrenadores del mundo sin importar el costo, y nos ayudaron a entrenar muy bien”, recordó.

Su fortaleza siempre ha estado en la familia, primero con sus padres y ahora con la que formó hace 40 años. “Mi familia es uno de mis logros más importantes, me salió muy buena mi gringa a la que adoro”.

Muñoz recuerda entre risas algunas anécdotas. “Convivir con 12 en un cuarto en el CDOM era la fiesta. Recuerdo que había un clavadista, José de Jesús Robinson, muy bromista a pesar de que nos teníamos que levantar a las cuatro de mañana para llegar a entrenar, y por lo tanto terminábamos rendidos. Nos dormíamos como a las ocho o nueve de la noche, pero él llegaba como a las diez y media, prendía la luz y empezaba según él a pasar lista y teníamos que decir presente, y si no lo hacíamos te despertaba, pero nos aguantábamos porque en las madrugadas lo levantábamos, a veces, hasta  en camiseta y calzoncillos, y lo poníamos a media pista temblando de frío y le decíamos que si nos volvía a despertar le pasaría lo mismo, pero no entendía y siempre pasaba lo mismo”.

Muñoz recuerda y comparte con las nuevas generaciones lo que significa alcanzar la gloria olímpica.

“Es un orgullo y una satisfacción. Cumples un sueño que desde muy chico tienes. También es una gran responsabilidad, porque recuerdo mucho las palabras de mi mamá: ‘cuando te ponen la medalla te la puedes quitar y ponerla en un cuadrito, pero la responsabilidad de tenerla ésa sí no te la puedes quitar ni poner en ningún cuadro, ésa la vas a tener colgada toda la vida. Siempre debes ser responsable, porque eres una persona en la que los jóvenes se fijarán, y ésa es una gran responsabilidad que te tocó llevar para siempre’”.

Felipe Muñoz concluye con un consejo para todos los medallistas: “Yo definitivamente no estaba preparado, gané la medalla a los 17 años, pero tuve la guía de mis padres, mis entrenadores, mis maestros, e inclusive de mis compañeros, a los que siempre voy a honrar”.