Pasolini, 100 años del creador rebelde

Cineasta, escritor, poeta, dramaturgo, pintor, agitador político. Se cumplen un siglo del nacimiento de este intelectual incómodo y comprometido que fue cruelmente asesinado. Un hombre con el espíritu del renacimiento, nada del arte le era ajeno, ni el cine, ni la poesía, ni la música, ni el teatro, cuando le preguntaban: ¿Cómo quieren que le definan? Señalaba, “ en mi pasaporte poner solo escritor”.

Apasionado y lúcido, religioso y marxista, sus contradicciones llenas de fuerza le convirtieron en una figura clave del siglo XX. Nació hace 100 años en Bolonia, antifascista, comunista, homosexual, era hijo de un discípulo de Mussolini, por eso señala su conflicto con todo lo paterno: “mi padre y el Estado”.

Retrató la decadente burguesía de la Italia de posguerra, y la vida de los suburbios proletarios. Creador versátil, de múltiples ópticas, narrativa, poesía, teatro, pintura, cine todo servía para búsqueda estética. El poder, la religión, la pasión, la sexualidad, la vida formaban parte de su contundente temática. Se atrevió a llevar al cine a los grandes de la literatura, obras monumentales como El Decameron, Los cuentos de Canterbury, Edipo Rey, Los evangelios o Las mil y una noches. Si le preguntaban a quien adoraba: Cristo, Marx o Freud, “mi ídolo es la realidad”, respondía.

A los siete años ya empezó a escribir poesía, y el conflicto entre la religión y el comunismo formó parte de su obra, cámara de cine y máquina de escribir le ayudaron a canalizar toda esa energía intelectual. Creo una iconografía, donde se enfrentaban el mundo plebeyo y pobre con el de la burguesía culta.

Anna Magnani, María Callas, Silvana Mangano fueron junto a su madre, algunas de sus musas que mostraban el lado apasionado de la vida. El sexo formaba parte de su obra y su compromiso. Recorrió Italia con un Seat para hacer una macro encuesta sobre el sexo por todo el país, y su última obra termina de alterar al poder conservador con Saló y los 120 días de Sodoma, donde adapta la obra del Marqués de Sade. Dacia Mariana escritora y amiga de Pasolini explicaba a El País, “fue muy odiado en su tiempo. Siempre pesó sobre él un aire de sospecha. Le detestaban más que le amaban. Después de su muerte, sin embargo, se convirtió en un héroe. Pasolini fue una de esas raras personas que dio testimonio con su cuerpo. Como Giordano Bruno o Juana de Arco. Más allá de las ideas, ellos pagaron con el cuerpo el atrevimiento del pensamiento. No se puede separar a Pasolini de su cuerpo. Y eso da una potencia a su relato que otros no tienen. Si uno lo piensa, él no inventó el odio por la hipocresía, por la corrupción, por la burguesía o por la cultura del consumo. En el plano de las ideas no era un innovador, pero las convirtió en parte de su anatomía. Tanto es así que para destruirle tuvieron que masacrarle. Eso creó un icono y es un personaje ejemplar”.

Su compromiso con la sociedad llegaba a todos los rincones, era un gran agitador. Enemigo de la sociedad de consumo, apasionado del futbol como jugador y como aficionado.

Su carácter agitador acabó con una muerte que él mismo presentía, escribió un poema donde hablaba de dar sentido al caos, “Ahora tengo poco/ tiempo: por culpa de la muerte/ que ya viene en el ocaso de la juventud./ Pero también por culpa/ de nuestro mundo humano,/ que a los pobres quita el pan, y a los poetas toda paz. “Murió brutalmente asesinado, apaleado y atropellado de manera trágica. Aunque su crimen no está del todo aclarado. Pero su fuerza y su pensamiento dieron claridad en un Europa decadente, donde buscaba en su retrato del neorrealismo italiano un mundo más feliz, una sociedad más justa, señaló una vez, “la verdad no está en un sueño, sino en muchos sueños”.