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Tradiciones: Un paseo por ‘el lugar donde los hombres se convierten en dioses’

Teotihuacán es una de las zonas arqueológicas más conocidas en el centro de México, y uno de los monumentos que forma parte del Patrimonio de la Humanidad

Redacción/ Fotos: Cuartoscuro, Artehistoria, INAH | 07-03-2017

CIUDAD DE MÉXICO. 

México está plagado de zonas arqueológicas a lo largo y ancho del país, y es que las culturas prehispánicas dejaron muchos vestigios que hoy en día nos siguen sorprendiendo.

Tal vez uno de los mejor conservados y más visitados sea la zona arqueológica de Teotihuacán, una de las ciudades que durante el periodo prehispánico tuvo gran poderío.  

Teotihuacán o Teotihuacan deriva del náhuatl que significa ‘el lugar donde los hombres se convierten en dioses’, y se encuentra aproximadamente a 78 kilómetros de la Ciudad de México, lo que hace un lugar ideal para visitar desde diferentes estados de la república.

La también llamada ‘Ciudad de los Dioses’ se ha convertido en un paseo obligado para familias, turistas, paseos escolares y aquellos que buscan la ‘energía’ especial que se siente en este lugar.

Llegar puede parecer complicado, pero una vez que te encuentras recorriendo la Calzada de los Muertos, flanqueada por el Templo de Quetzalcóatl, la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna, todo esto pasa a segundo plano y simplemente te dejas asombrar por la grandeza de este vestigio histórico.

Al entrar por la Calzada de los Muertos, lo primero que llama nuestra atención es el Templo de Quetzalcóatl, que se encuentra decorada con cabezas de la ‘Serpiente Emplumada’, uno de los dioses más importantes en las culturas mesoamericanas.

Después continúa el recorrido por la Ciudadela, mientras se avanza en la calzada se observan edificios más pequeños, hasta que llegamos a uno de los principales espectáculos: la Pirámide del Sol con una altura de casi 63 metros, con una planta cuadrada de 225 metros por lado. Subir es todo un reto, son 243 escalones, pero una vez que se llega a la cima, la vista de lo que alguna vez fue la gran ciudad de Teotihuacán arranca el aliento de todos los visitantes.

Después de bajar la pirámide del sol -con algún mareo o ataque de pánico- continuamos nuestro camino hasta la Plaza de la Luna, donde frente nos topamos con la Pirámide de la Luna, con 45 metros de altura y rodeada por dos edificaciones más pequeñas. Aunque es más pequeña, destaca por su belleza, ya que los detalles con más elaborados y se han encontrado ofrendas de joyas, jade, obsidiana, concha y cerámica. Desde su cima se observa la longitud de la Calzada de los Muertos, que definitivamente impone y nos recuerda la grandeza de las culturas mesoamericanas.

A un lado de esta zona se encuentra uno de los edificios más bellos de Teotihuacán, el Palacio de Quetzalpapálotl. En este edificio vivieron los principales sacerdotes de Teotihuacán, al entrar unos jaguares cuidan la entrada, para develar una serie de pórticos decorados con figuras de mariposas y plumas que quetzal.

A un lado, está el Templo o Patio de los Jaguares, el cual recibe su nombre de la decoración de las paredes: diferentes escenas de jaguares con penachos de quetzal, caracoles marinos y corazones humanos.

La maravilla de Teotihuacán no radica únicamente en sus grandes edificios o en los relieves que decoran sus paredes, es la mística y energía que se siente en este lugar que lo hace tan especial. Tan cerca de la ciudad, pero con un aura propia, como si todavía pudiéramos respirar el aire de los antiguos teotihuacanos.

fbp

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