Logo de Excélsior                                                        
Comunidad

Vagoneros en el Metro: 'No es un juego; te pueden matar'

Miguel y Andrea son dos jóvenes que se dedicaban a vender la revista 'El Salto', una publicación que ha ganado el respeto entre los usuarios del transporte colectivo

Selene Alonzo Romero / Fotos: Selene Alonzo Romero | 08-07-2016
El Salto es una publicación conocida por usuarios del Metro, pero también por la gente de otros estados, sobretodo en Chiapas en donde han tenido una  participación significativa. (Foto: Selene Alonzo Romero)
El Salto es una publicación conocida por usuarios del Metro, pero también por la gente de otros estados, sobretodo en Chiapas en donde han tenido una participación significativa. (Foto: Selene Alonzo Romero)

CIUDAD DE MÉXICO

En el México subterráneo los llaman “vagoneros”, pero ellos prefieren denominarse a sí mismos como brigadistas.

Y no, no es sencillo ganarse la vida en el convoy. 

Miguel y Andrea cuentan, entre risas, que la relación con los otros vagoneros no ha sido para nada fácil: “Nos hemos tenido que abrir espacio a como tenga que ser, así, literal. Sí hay que negociar, negociamos, si hay que pelear, peleamos, sí hay que pagar, pagamos. Hay veces que no podemos ganar y hay que pagar derecho de piso para que no te golpeen y podamos estar aquí. ¡Ni hablar!”

Miguel y Andrea son dos jóvenes que hasta hace unos días se dedicaban a vender la revista El Salto, una publicación que ha ganado el respeto y reconocimiento entre los usuarios del Metro de la Ciudad de México.

La red de brigadistas de El Salto estaba compuesta por 15 jóvenes. El costo de recuperación era de 10 pesos, que se dividían en dos partes: 5 pesos de cada ejemplar sirven para ayudar a los vendedores, la otra mitad se destina para gastos de producción y organización de la revista.

La mayoría de los jóvenes son estudiantes de preparatoria, tenemos algunos de universidad. Ya cuando se van a la universidad tienen capacidad discursiva e intelectual de poder argumentar algo”, afirmó Miguel, quien ha estado al frente de la publicación desde 2006.

En los nueve años que tiene de circulación subterránea, la publicación se ha consolidado como parte de un proyecto más amplio y profundo que incluye la educación analítica de los brigadistas, clases de defensa personal, promover la vida saludable entre sus miembros, así como la erradicación de adicciones.

El Salto es una publicación conocida por usuarios del Metro, pero también por la gente de otros estados, sobretodo en Chiapas en donde han tenido una  participación significativa.

 

TE PUEDEN MATAR, ESTO NO ES UN JUEGO

Ricardo, tiene 21 años y colabora con la publicación desde hace un año y medio. Quiere estudiar Física.

“Tenemos choques con todos los que están ahí”, agrega Andrea, quién ha sido detenida e incluso golpeada en algunas ocasiones, y cuyo papel en la revista es de los más completos, actuando como reportera, brigadista, redes sociales, relaciones públicas y entrenadora de defensa personal para los brigadistas.

El trato con otros vendedores, Miguel cuenta lo llevan bien, aunque hay presencia de líderes, quienes llevan las relaciones y cobran derecho de piso. “Te pueden golpear, te pueden matar. No es juego”.

De acuerdo a lo que Andrea relató, no hay un solo miembro en El Salto que no haya sido violentado. El año pasado cuando entró en marcha el operativo “Cero Tolerancia” varios de los usuarios, “ventas” (vagoneros) y policías se enfrentaron.

En el día a día los altercados no son únicamente entre las autoridades y “ventas”, sino entre los mismos vagoneros por conflictos de espacio en el vagón… “Ellos no llegan a decirte: oye, a la otra… No. Ellos llegan a pegarte”, todos han pasado por los insultos, gritos, golpes y amenazas.

Andrea narra que ellos siempre optan por el diálogo, pero cuando los otros sueltan el primer golpe, ellos tienen que responder, Es cuestión de respeto.

Los brigadistas de El Salto interpusieron demandas contra otros vagoneros e incluso se ampararon contra las autoridades, para que no se los llevaran. No todos los policías ejecutan este tipo de acciones, también hay aquellos que compraban la revista y la llevaban a escondidas, haciéndose incluso “los ciegos” para dejar que personas como Miguel y Andrea siguieran con su trabajo.

Contrario a lo que se pueda creer, los mejores defensores de los vagoneros son los propios usuarios. Han sido diversas ocasiones en las que Miguel y Andrea han sido respaldados por los viajeros frente a las acciones de las autoridades.

Pero cuando el poder de los usuarios ha sido insuficiente y las autoridades bajaron a “La Güera” del Metro, el camino que quedó a los juzgados se convirtió en un discurso sobre el porqué no pueden detenerla cuando solo está dando un discurso y no ha realizado ninguna venta. En "la escuelita" reciben instrucción jurídica para que en casos de arbitrariedades, puedan defender sus derechos.

Hay que generar alianzas estratégicas desde los de abajo, porque hay que hacerles entender que "un venta", un policía, una taquillera o los conductores del Metro, somos todos de la misma banda” aseguró La Güera.

PROCESO CREATIVO

Miguel Soto, fungió hasta este año como director de El Salto. Desde sus inicios en 2006, los contenidos de la publicación eran realizados por su padre, Guillermo Soto.

Los brigadistas interesados en escribir artículos, hacían una carpeta con información completa sobre un tema y una hipótesis, que presentaban a Guillermo para su aprobación. Tanto los que deseaban escribir como los voceros debían pasar primero por el “CIPER” (Centro de Investigación Política Económica Relevante), o "la escuelita", como Miguel llama familiarmente al lugar donde “se les enseña a investigar y escribir” logrando así un aprendizaje significativo.

“Los temas son hacia lo político, ahorita propiamente es el quehacer de los gobernantes, qué hace el gobierno, qué hace la gente, cuáles son las políticas públicas, internacionales, estrategias, alianzas… El fin es transformar la realidad”.

Sí alguien en el Metro les dice (a los brigadistas): eso no es cierto, por cualquier argumento, ellos tienen la capacidad de responder: sí lo es, por esto, esto y esto. Se arman debates", narra Miguel.

Además recuerda:

“En alguna ocasión tuve un encuentro de palabras en el vagón, te interpelan; hablando de Monsanto y los transgénicos, una señora me dijo, estás equivocado. Yo soy bióloga y vengo de Inglaterra y la tendencia es que todo el mundo se vuelva con comida transgénica porque va a solucionar el problema del hambre.

Nosotros estamos conscientes y capacitados, tuvimos una discusión de nivel.

Eso es lo que queremos, aparte de que trabajan aquí, que pueden ganar dinero, informan a la gente, ellos se van formando como personas. Es parte de la formación que damos”.

FRENTE A LAS MAQUETAS DEL ZÓCALO

La estación Zócalo fue el punto de encuentro, Miguel y Andrea esperaban, como se acordó anteriormente, frente a las maquetas. Andrea vestía una sudadera rosa, Miguel quien más adelante nos enteraríamos que es su jefe, traía en la bolsa de la sudadera los artículos de lo que será la nueva revista.

Caminamos hasta la calle de Bolívar, entramos en un comercio de bocinas luminosas que esconde en su interior una vieja vecindad, subimos cuatro escaleras y finalmente nos sentamos en la pequeña oficina de una asociación civil que se dedica a la venta de café orgánico, llamada “Magtayani”.

Ya en confianza y con unas tazas de café de la sierra de Veracruz recién hecho, Andrea y Miguel relataron su vida, detalle a detalle, como quien espera que su historia sea contada.

Mi nombre es Miguel Ángel Soto, mi edad: 30 años. Ya no soy joven, según las leyes. Ni hablar.

Yo soy brigadista, de ahí me mantengo.

Mi mayor satisfacción es que somos más fuertes de lo que dicen, si fuéramos más pequeños estaríamos vendiendo pomada”

***

El perfil de los brigadistas de El Salto es de desadaptados sociales de acuerdo con el adjetivo que utilizó Andrea para describirlos. Miguel, por su parte, prefirió llamarlos "jóvenes en situación de vulnerabilidad".

Miguel aseguró que formar parte de esta asociación es enamorarse del conocimiento, hizo una analogía con “Matrix” diciéndoles a sus colaboradores que tienen que elegir una píldora, si se deciden por la roja, su vida va a cambiar por completo, su visión no va a ser la misma.

Samuel, David y Ricardo (algunos de los chavos) eran personas que tenían algún tipo de problemática social como drogadicción y pobreza. Hoy llevan excelencia académica en la universidad y están desarrollando proyectos en sus distintas áreas de especialidad.

En la organización se imparten también talleres de defensa personal para los chavos, como los llama Miguel, la idea es que estén preparados para cualquier circunstancia, es una necesidad para la organización y para ellos mismos.

***

Andrea Natasha Murga estudió Comunicación en la UAM

La conocen como La Güera

La mayor satisfacción que he tenido como brigadista es que la gente responda a la actividad que estoy realizando”.

CAMBIANDO EL DISCURSO

Las líneas del Metro son todas distintas de acuerdo con la visión de Andrea, algunas son más “fresas”, otras son de “barrio” y por lo mismo no pueden llegar de la misma forma a cada una de ellas, el discurso tiene que cambiar de acuerdo con la línea a la que se hayan subido.

“En la línea dos, tienes que ser muy recto en lo que estás diciendo, cómo lo dices, el manejo de las personas... Pero en la línea morada llegas hablando con un lenguaje más coloquial,  les tienes que llegar a las personas con tu habla”.

Nosotros tenemos algo muy bien preparado que viene de toda la formación que te acaba de decir Miguel,  de la escuelita, de entenderle, de saber cómo llegar a las personas”, comentó Andrea.

El lenguaje que se emplea en cada uno de los vagones depende de los horarios, hay horas en las que hay oficinistas, en otras madres que llevan a sus hijos a la escuela, trabajadores freelance, o incluso familias enteras.

Es diferente el grado de concientización en los vagones mixtos y en los exclusivos para mujeres.

“En los vagones de mujeres yo he aventado puro texto emocional en donde hago referencia a las generaciones que dejan abajo, los hijos, los nietos y a los otros (los mixtos), sobre su ingreso, cuanto les están pagando por tantas horas de trabajo, etc.”

El análisis que hacen los brigadistas busca la atención e interés de los usuarios, valiéndose de todo tipo de lenguaje, desde el chistoso, regaños, hasta aquel que anima “vamos banda, nosotros podemos”.

SIN DISTINCIÓN DE CLASES SOCIALES

El Metro ha sido el lugar idóneo para desarrollar este proyecto porque es donde está la gente, no hay distinción de clases sociales. Todos gastan los mismos 5 pesos para trasladarse de un lugar a otro. La diversidad de puntos de vista, va más allá de los estratos económicos, la edad y el lugar que a los usuarios les haya tocado dentro del vagón.

4.5 millones de personas suben, bajan y transbordan cada día a través de las 12 líneas y las 155 estaciones que conforman una de las redes subterráneas más extensas del mundo, el sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México

Ahí convergen personas del Estado de México, el centro de la Ciudad, las afueras, zonas rurales. Es un lugar en donde hay interacción frente a frente, se lleva la información hasta sus manos, sus oídos. La idea es conocerse, generar trabajo, construir, de eso se trata la organización “Despertando a México” a la que pertenecía la publicación de El Salto.

Los brigadistas tenían presencia en once de las doce líneas con las que cuenta el Metro, la única razón por la cual no estuvieron presentes en la línea 12, son los policías en cada vagón. “El Metro es el corazón de la ciudad y nosotros fungimos como un termómetro social”.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO 

La relación de los vagoneros con el publico usuario es una dualidad amor-odio, en donde la aparente indiferencia que se demuestra es un mera impresión; ellos defienden y auxilian a ciudadanos que orillados por sus condiciones han decidido trabajar en los vagones del Metro.

Los hechos han demostrado que en un 90 por ciento de los casos la gente se levanta y dice 'no te lo vas a llevar', están dispuestos a hacer cadena, a golpearse con las autoridades con tal de proteger a los vagoneros.

En una ocasión Miguel daba su discurso, cuando una de las pasajeras se levantó y empezó a interpelarlo, lo que género que otra persona comenzará a defender a Miguel y uno más le comenzó a gritar a la mujer que lo defendía, hubo un debate álgido; un policía subió en una de las estaciones, Miguel quien se había quedado callado, actuaba como espectador y notó que el policía al ver el debate tan acalorado que se había organizado entre los usuarios, simplemente se dio la media vuelta y bajó.

Cuando se armaba el debate, yo me callaba y ellos ni se daban cuanta cuando me bajaba. Eso para mí, ya es ganancia. Es más ganancia que sí yo hubiera dejado revistas, porque eso es lo que queremos, generar debates a consciencia, con argumentos del porqué,  desde nuestras realidades, que analicemos.”  argumentó Andrea.

UN NUEVO PROYECTO

El Salto salió de circulación, pero este mes Miguel, Andrea y los demás jóvenes vagoneros regresarán a las distintas líneas de Metro para ofrecer la nueva revista “Desde las bases”, con la cual buscan ser “Sujetos del cambio” el nombre con el que se han identificado en la nueva organización en la que se han agrupado.

Una experiencia que disfrutan cada día de su vida a pesar de los golpes que les ha dado el internarse de esa manera en el México subterráneo.

sarr

Te recomendamos

Tags

Comparte en Redes Sociales