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El negocio detrás de los libros viejos

Las librerías de viejo logran ganancias comprando por kilo grandes lotes, que pueden tener lo mismo joyas literarias que libros de cinco pesos

Luis Carlos Sánchez | 17-03-2012

CIUDAD DE MÉXICO, 17 de marzo.- No sólo de amor vive el hombre dice el refrán y en el caso de las librerías de viejo queda comprobado. Amor al arte y negocio sostienen el comercio del libro usado. Libros “por montón” cuyo precio unitario se reduce incluso a los 50 centavos o compras que se efectúan de acuerdo al peso del papel con que están hechos los ejemplares, forman parte de los medios por los que las librerías de ocasión arman sus remates.

Pero también hay “canales secretos”, casi detectivescos, para conseguir los ejemplares que investigadores y autores necesitan para trabajar, una labor de exploración y amor por el libro que ha especializado a algunos libreros de viejo. Entre la compra descomunal de fondos embodegados o librerías particulares que se venden por conjunto y la selección y reunión intelectual de un acervo, se mueve el mercado del libro usado.

El librero Agustín Jiménez, propietario de La Torre de Lulio –establecimiento fundado hace 17 años en la colonia Condesa– señala que existen varios caminos para surtir los acervos de una librería de viejo. “No son libros que con una llamada se pidan a la editorial, hay que buscarlos, pero ¿dónde se buscan? Hay canales secretos para encontrarlos y sí, el clásico es la Lagunilla, son los tiraderos, los fondos rezagados de las editoriales, la compra de bibliotecas personales.”

La adquisición de libros usados no cuenta con un tabulador establecido, cada librero tiene sus mecanismos para adquirir ejemplares y su forma de cotizar lo que se les ofrece. Hay libreros, cuenta, “que compran material casi de desecho, basura o los fondos editoriales que no se han vendido”, cuya ganancia casi está garantizada, aunque a largo plazo.

A él mismo, una editorial española le ofreció libros sin la hoja legal, se los ofrecía a un precio unitario de 50 centavos, pero debía comprar 28 mil ejemplares en una primera entrega hasta llegar a 250 mil que tenía todo el fondo. “Me dijeron le vamos a cortar la hoja legal, es decir, vamos a devaluar el libro”, recuerda.

Jaime Valverde, presidente de la Asociación de Cronistas del Distrito Federal y co-organizador de la Feria del Libro de Ocasión, afirma que la venta del libro usado “no es sólo amor al arte, es un negocio, ellos viven de eso, aunque el investigador agradece el rescate que hacen de mucho material”. Generalmente, agrega, los canales de compra provienen de vendedores “poco instruidos” que no saben lo que venden.

“Hay varios caminos”, dice, uno es el del “ropavejero” o comprador de fierro viejo y cosas usadas que anda por las calles, que crea una relación comercial con el librero. “Para venderle el libro, el ropavejero se guía en la apariencia (la pasta dura o el grosor del mismo), puede llegar a vender un libro entre 20, 30 pesos o hasta 50 pesos y podría ser un libro de un precio incalculable de hasta mil o dos mil pesos.”

Otra vía para proveerse es la Lagunilla. Ahí hay ventas “por montón” y no se vale escoger. Este tipo de transacciones también funciona con bibliotecas personales que algún familiar vende de manera completa tras la muerte de la persona que la reunió. Aunque adquirir de esta forma siempre resultará aventurado: Agustín Jiménez, por ejemplo, dice que de una biblioteca de tres mil ejemplares podrán salir unos tres libros que alcanzan un precio mayor –primeras ediciones, libros autografiados o antiguos–, el resto deberá comercializarse en un precio estándar.

Mercurio López, quien forma parte de la familia López Casillas, que vende en la calle Donceles en el Centro Histórico, coincide: “En el mercado del libro de segunda mano hay libros que cuestan muy caros como la primera edición de El llano en llamas o Pedro Páramo que puede costar hasta 20 mil pesos y se vende en 30 o más y si está autografiado cuesta mucho más.”

Pero en el grueso de una biblioteca personal, advierte, “hay libros que no valen más de 20 o 50 pesos. Si son autores que ya pasaron a la historia pueden costar hasta diez pesos, el rango es amplio, puede costar comercialmente desde diez pesos hasta 30 mil pesos”.

César Sánchez, representante de la Coalición de Libreros de Viejo, señala que establecimientos como los de Donceles han encontrado mecanismos de compra que han convertido su actividad en un verdadero negocio. “Compran en volúmenes muy grandes y muy barato, un poco como lo hacen librerías como Gandhi o El Sótano” y no siempre son libros usados sino libros que se han rezagado en las bodegas de una editorial.

Hay lotes que se compran por el precio que representa su peso. En ocasiones, señala, se adquiere hasta en 60 centavos o un peso el kilo de libros terminados y si es por pieza, el valor puede reducirse hasta los cinco pesos.

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