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Nacional

Duelo incapacita a deudos de covid-19; se desploma su estado anímico

Uno de cada cuatro mexicanos que perdieron a un familiar por la pandemia ha tenido ideas suicidas, reveló un estudio aplicado en diez países de Latinoamérica

Laura Toribio | 20-12-2021
95 por ciento de las personas padece disfuncionalidad de carácter emocional a lo largo de la pandemia por covid.

CIUDAD DE MÉXICO.

Una cuarta parte de los mexicanos (24.3%) que perdieron a un familiar debido a covid-19 han experimentado una ideación suicida.

Los datos que arroja un estudio realizado en diez países de Latinoamérica ponen de manifiesto el grave impacto emocional que sufren los, al menos, 16 millones de deudos que ha dejado la crisis sanitaria a nivel mundial.

Según la investigación titulada Duelo de covid-19 en diez países de América Latina: invariancia en la medición de la escala de duelo pandémico y su relación con la ideación suicida, en todo el mundo se experimentó un aumento en la prevalencia del duelo disfuncional, que en el caso mexicano se sitúa en 10.4 por ciento.

Se trata de mexicanos que, tras perder a un familiar a causa del virus SARS-CoV-2, no pueden regresar a su vida habitual.

“Cuando hablamos de duelo disfuncional estamos hablando de la pérdida de la normalidad en los seres humanos, que cambian la forma de pensar, la forma de sentir, la  forma de actuar, de una manera muy importante y esto se refleja en su vida cotidiana. Esto significa, primero, suponer que la vida deja de tener importancia por la pérdida del ser querido y hay cierto nivel de disfuncionalidad; la convivencia con el resto de personas que antes se tenía cambia; se reduce de manera  importante la felicidad y alegría que podía generarle a la persona tener cierto tipo de actividades. Cuestiones de carácter físico, como la alimentación y sueño también, tienen modificaciones”, explicó Raymundo Calderón Sánchez, director nacional de Sicología de la Universidad del Valle de México.

De acuerdo con el estudio, la prevalencia del duelo disfuncional se asocia con las características que acompañan a la muerte a causa de covid-19, tales como la “sobrecarga de duelo” por el aumento de muertes de familiares y otros seres queridos.

Calderón Sánchez, uno de los investigadores mexicanos que realizó el estudio, detalló que entre las cuestiones que se realizaron a los participantes latinoamericanos se encuentran: experimenté confusión sobre mi papel en la vida; nada parecía importarme debido a esta pérdida; me resultó difícil tener recuerdos positivos de la persona fallecida y creía que sin la persona fallecida mi vida carecía de sentido, estaba vacía o no podía continuar.

“Quería morir para estar con la persona que falleció, ésta es una primera pregunta que hacemos en el estudio y los resultados nos hacen un acercamiento hacia la circunstancia de ideación suicida que pueden estar viviendo los adultos que fueron investigados en los diferentes países”, dijo el especialista a Excélsior.

“La ideación suicida no siempre tiene como resultado el intento suicida; es decir la ideación suicida significa desaparecer del planeta por alguna situación en particular, incluyendo el tema de la pérdida de un ser querido. Tiene que ver con que esa es la forma con la que podemos resolver el problema. Creo que esto puede ser más frecuente de lo que consideramos o creemos; lo que es cierto es que en esta circunstancia, de manera particular, la tenemos relacionada con un asunto de disfuncionalidad”, acotó.

El reporte realizado entre dos mil 321 participantes de México, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú y Brasil encontró que los ecuatorianos  que perdieron a un familiar por covid-19 presentan la mayor prevalencia de ideación suicida, con 26.1%, mientras que los brasileños, la menor con 13.1 por ciento.

“Para el caso de México, aunque no es la nación más alta con ideación suicida, sí es de las que aparecen más altas. Están Ecuador, El Salvador y México, después Perú y Bolivia por arriba del 20% en ideación suicida”, refirió Calderón.

El estudio plantea que entre los factores que interfieren en la capacidad de afrontamiento de los deudos se encuentran las restricciones que prohíben visitar a familiares o seres queridos en hospitales o unidades de cuidados intensivos, acompañarlos en sus últimos días de vida y realizar ceremonias fúnebres, lo que puede generar o aumentar los sentimientos de culpa. Además, estima que la muerte de una persona por covid-19 afectaría emocionalmente a unos nueve miembros de la familia.

“Si nosotros pensábamos en que la última vez que vimos a una persona que murió a consecuencia de covid, que inclusive tuvimos la posibilidad de dialogar con él o con ella antes de salir de casa y de ir al hospital, y no verlo en el hospital con covid, esto se va convirtiendo en una serie de elementos que, ante la falta de recursos, va a generar en las personas la posibilidad de llegar a estos niveles de disfuncionalidad”, destacó Calderón.

“Algo que ha provocado esta pandemia es la disfuncionalidad sobre todo de carácter emocional del 95% de las personas. Habernos recluido en nuestras casas, habernos evitado la posibilidad de establecer contacto con otras personas, pone en evidencia la ausencia de recursos en el manejo de las emociones, de tal forma que un alto porcentaje de personas, niños, jóvenes, adultos y adultos de la tercera edad enfrentan la falta de recursos, lo que es en parte lo que produce este tipo de duelo pandémico”, concluyó.

“Con mi papito se fue mi vida”

A casi un año de su pérdida, Laura no asimila la muerte y ha recurrido a medicamentos, pues no tiene ánimo por vivir.

Por Andrés Mendoza

El padre de Laura murió a causa de covid-19 en febrero de 2021. A casi un año de su pérdida, no puede asimilarlo a pesar de tratamientos médicos y terapias: “con él se fue mi vida”.

“Si me preguntan por retomar mi vida, no. No puedo, no quiero, no me interesa, no sin él”, relata la profesionista, de 36 años.

En la depresión de los primeros meses, Laura reconoce que pensó en el suicidio, una idea que jamás había pasado por su mente. Llegó a imaginar que lo más sencillo sería tomar muchos medicamentos.

Sin embargo, desistió tras notar que pensar en el suicidio la asustaba. Fue ahí que decidió buscar ayuda profesional.

“He recibido y sigo recibiendo mucha atención sicológica y siquiátrica. Recurrí a métodos alternativos como aromaterapia. Tomo un antidepresivo y otro medicamento que controla mi ansiedad. Ya dejé el medicamento para dormir. Duermo bien”, señala.

Sin embargo, no se resigna y no está segura si podrá volver a socializar como antes.

“Tenía una vida afortunada, aun con mis problemas todo era feliz y buscaba cómo divertirme”.

Lo que sí sabe es que ahora no quiere ver a sus amigos, a sus familiares, salir a fiestas, festejar cumpleaños, viajar…

“No tengo sueños, no tengo planes, nada me provoca emoción. Sólo quiero estar en mi cama y lo único que me levanta es el perrito que mi mamá y mi hermano me regalaron cuando mi papá murió”, dice.

Aunque ya descartó por completo el suicidio, no es feliz ni le encuentra sentido a su vida, aunque de alguna manera sigue tratando.

Extraña a su papá y sufre de nuevo al recordar que ya no está y la manera en cómo falleció, pero teme olvidarlo y por eso le escribe a diario.

“Ya no lloro todos los días, eso ha mejorado. Pero sigo comiendo en tópers en la cama, no me dan ganas de nada más.

“Y así pasan todos los días. Yo no soy la misma y no me imagino cómo puedo volver a serlo, pero de alguna manera pienso que si tomo las terapias y los medicamentos, es porque lo intento”, cuenta Laura.

En sus palabras, ahora vive por vivir, sin un propósito, pero hay algo que podría impulsarla a salir del vacío en el que se encuentra: “le pido a mi papá una señal”.

 

 

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