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Expresiones

Yuri Herrera ficciona los pasos de Juárez en el exilio

El escritor bucea por la historia de México y recupera los pasos perdidos del Benemérito de las Américas en Nueva Orleans, a partir de una fabulación documentada

JUAN CARLOS TALAVERA | 03-04-2023
Foto: Cortesía Lisbeth Salas/ Periférica
Foto: Cortesía Lisbeth Salas/ Periférica

En octubre de 1853, Antonio López de Santa Anna exilió a Benito Juárez, quien primero llegó a La Habana y semanas después se instaló en Nueva Orleans, una ciudad ajena y llena de contrastes en la que permaneció cerca de dos años.

De aquella estancia se sabe poco y eso llevó al escritor mexicano Yuri Herrera (Actopan, 1970) a escribir La estación del pantano, una poderosa ficción que recrea la atmósfera que impregnó al Benemérito de las Américas, con la música de la época y las referencias cruzadas sobre el tema de la esclavitud.

Para mí era muy interesante escribir sobre esto por varias razones, porque es una oportunidad para tratar de entender un poco al personaje, antes de convertirse en estatua, quien está superando la adversidad continuamente.

Aquí, de una manera específica, Juárez es un exiliado que habita un lugar donde no habla la lengua; él sabía latín, leía en francés y era un hombre muy culto, pero no sabía inglés”, explica el también autor de Trabajos del reino.

Además, considera que se instaló “en el seno de una ciudad con una bipolaridad racial, ya que por un lado estaban los ricos y poderosos, y por el otro la gente de color en sus distintos espacios, como creoles (criollos), hombres libres y gente esclavizada”.

¿Qué le permitió recuperar la atmósfera de aquel momento?, se le pregunta a Herrera. “Por un lado, hacer una reflexión sobre la ciudad, sobre su historia y todo lo que implica Nueva Orleans en esos términos dentro de la cultura, no sólo de Estados Unidos, sino más allá. Y, por otro lado, explorar un tema que es política y personalmente importante para mí: la vida migrante.

Además, en este caso es la vida de alguien que debe abandonar su tierra por la fuerza y que vive en un lugar que no comprende, haciendo una labor que desconocía, ya que se supone que trabajó enrollando tabaco en un taller clandestino”, abunda.

¿Es posible que esta ciudad influyera en su manera de ver el mundo? “Para mí todo esto es interesante en términos de cómo una ciudad tan terrible, maravillosa y con tantos desafíos pudo contribuir a terminar de formar política y espiritualmente a alguien que, en los siguientes años, se enfrentará a desafíos tremendos”.

¿El tema de la esclavitud le pudo afectar? “Eso es lo que creo y es mi apuesta pensar en que no podía simplemente pasar por allí sin ningún efecto, porque es una ciudad de la cual no puedes salir indemne. Lo que dicen las biografías es que los exiliados estaban tan pobres que no hacían más que leer periódicos, ir a ver los barcos y pasar el tiempo hablando de México.

Creo que en una ciudad de estas características tú salías a la calle y notabas que todos tenían un trabajo proletario, así que salías a enfrentar las contradicciones de la ciudad, los problemas raciales y la increíble cantidad de crímenes que había todo el tiempo, además de los incendios, pues se supone que había un promedio de 200 cada semana en una ciudad pequeña, de 100 mil habitantes, lo cual la hacía una metrópoli interesante”.

Para Herrera, ganador del Premio Binacional de Novela Frontera de Palabras, el hecho de que Juárez atestiguara las contradicciones de una economía pujante, con la enorme cantidad de recursos que entraban a la ciudad, el funcionamiento de su economía y las consecuencias de una sociedad donde la libertad era suprimida —junto a las expresiones artísticas, como las polkas, mazurcas y óperas del momento— incidieron en su manera de ver el mundo durante aquella etapa decisiva.

Cada cosa que menciono en el libro está documentada, porque no sólo consulté libros de época, sino también los archivos del Times Picayune, el periódico más importante de aquel momento, donde leí todos los números, desde el día que Juárez llegó hasta el día que se marchó, en especial, las noticias culturales y de nota roja”, explica.

Todo eso, indica el escritor, “da un panorama interesante de la ciudad y parte de mi apuesta era el que la transformación que sucede en este periodo no es como suele decirse en las biografías, sólo a partir del contacto con los exiliados y de las conspiraciones para volver a México, que seguramente fue importante, sino de entender lo que hizo durante las otras 22 horas del día en que no estaba conspirando”, concluye.

 

EVOCACIÓN QUE NUTRE LA MEMORIA

Yuri Herrera partió de dos apuntes históricos. Por un lado está el registro del barco en el que Juárez llegó a Nueva Orleans.

Así como un documento resguardado en el Archivo Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) que da cuenta de la reunión entre Juárez, Melchor Ocampo y José María Mata con el cónsul de México en Nueva Orleans.

Dicho cónsul era leal a Santa Anna, pero ellos se reúnen con él porque en aquel momento se publicó en el periódico El Universal una nota en que se acusaba a los exiliados de formar un ejército de mercenarios para invadir México.

Ellos le exigen al cónsul que desmienta la noticia, pero sólo consiguen que quede el registro de aquella reunión”, comenta el autor.

Sin embargo, también están los relatos del impresor mexicano Rafael Cabañas, recabados años después por el historiador Fernando Iturribarría, quien los recupera, y es de donde se asoman esos datos no comprobados, que generalmente son aceptados, sobre dónde vivió Juárez, cuál fue su trabajo y cuando enfermó de fiebre amarilla, en 1854.

— Juan Carlos Talavera

 

cva

 

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