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Expresiones

‘Vivimos como soñamos: solos', dice el escritor, editor y traductor Daniel Rodríguez Barrón

Durante la pandemia, el autor escribió Retablo portátil, un ensayo de largo aliento, un laberinto de ideas sobre la vida y el arte

Ana Laura Jaso | 20-07-2021
Fotoarte: Erick Zepeda
Fotoarte: Erick Zepeda

CIUDAD DE MÉXICO. La lectura y la pintura son dos de las obsesiones del escritor, editor y traductor Daniel Rodríguez Barrón (1970), quien durante la pandemia confeccionó su libro más personal Retablo portátil (Librosampleados, 2021) un ensayo en donde navega desde su infancia hasta ahora, con cinco décadas a cuestas, apoyándose en el arte que es y ha sido la brújula  para entender las rarezas del mundo, su vocación por las letras y también la herramienta para enfrentar los miedos del ser humano, sus hallazgos personales, sus admiraciones y asombros.

En entrevista con Excélsior, el egresado de Letras Inglesas por la UNAM, asegura que “todo espectador y todo lector (y siempre somos uno u otro) está en medio de una aventura que puede salvarlo o perderlo para siempre”, ya que en el parque nocturno de galerías y bibliotecas, de museos y librerías hay una obra que corresponde a cada lector/espectador.

Concibo la literatura como un pararrayos, un espacio imantado a donde van a dar todos los males, todos los daños, con el único fin de salvarle la vida al lector, mientras lee”, indica.

Rodríguez Barrón señala que le gustan las frases sencillas y que en la curiosidad de lo cotidiano se encuentran las claves de la vida. “Recordé a mi bisabuela con esos modismos como ‘ahí se lo haiga’ o palabras como ‘tiliches’ y ‘descombrar’, pero, sobre todo, en esa familiaridad con los muertos, con las ánimas. Sólo a mi bisabuela había visto mandar a dormir a un muerto o pedirle que deje de moler”.

A lo largo de sus lecturas, el también autor de Retrato de mi madre con perros (2019) asegura que “vivimos como soñamos: solos” y que algunos escenarios –como el desierto o el mar– te enfrentan con las grandes interrogantes como la muerte, la valentía, Dios o el Diablo.

Los grandes autores han puesto por lo menos a uno de sus personajes frente al desierto o al mar. El mar evoca el fracaso, la valentía, la maldad, pero el desierto te coloca frente a ti mismo”, pero también –asegura– el mar es el teatro del mundo y el desierto es la vida sin compañía.

Escritores y pintores lo han escoltado a lo largo de su vida y él ha sido público ávido de conocimiento, ya que considera la lectura y la pintura como formas de meditación.

Los textos de Bertolt Brecht, Shakespeare, Bolaño, Bulgákov, Goethe, Thomas de Quincey, Bret Easton Ellis, Kawabata o las imágenes plasmadas por pintores como Vlady, Toledo, Arturo Rivera o Damien Hirst, lo confrontan.

La muerte y la violencia; la nada y Dios; el mal y la gracia; la belleza y lo deforme son llagas que venero”, explica el también Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo Trejo.

Y argumenta. “Es difícil entrar en los zapatos de los personajes de Shakespeare”,  pero en el caso de Brecht, uno ha visto a sus protagonistas hablar y andar por alguna parte, porque “todos hemos sabido de una progenitora tan brutal como Madre coraje, con instintos y redundancias puramente animales.”

Por otro lado, Rodríguez Barrón habla de lo que le sucede al mirar una obra plástica.

La pintura es un monstruo que devora lo que ve y el espectador debe saber que siempre corre el peligro de ser, a la vez, devorado por la pintura”.

En el caso de Damien Hirst, representante del llamado grupo de los jóvenes artistas británicos, Rodríguez Barrón destaca el carácter de sus creaciones.

Son piezas brutales, directas y hermosas. Tienen todo lo que una obra plástica debería de tener en términos, digamos, clásicos: texturas, relieves, volumen y una rara tridimensionalidad”.

La obra de Hirst, destaca, es rotunda. “El espectador que ya no podía creer que el arte pudiera entrar directamente a su sistema nervioso, como si de una droga dura se tratara, se ve terriblemente sorprendido”.

Y habla sobre lo que anhela encontrar en el mediano plazo, después de la pandemia. “Esperemos que, con la amable intervención del Diablo, un día Dios me conceda la tranquilidad”, finaliza sonriente.

 

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