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Expresiones

Revisan en escena pertinencia del arte en la obra de teatro ‘Moscú’

Las tres mujeres de Moscú también hablan de la muerte, la enfermedad, del amor y de la maternidad

Virginia Bautista | 19-01-2020
Fotos: Cortesía de Teatro de Babel
Fotos: Cortesía de Teatro de Babel

CIUDAD DE MÉXICO.

¿Es pertinente el arte en una sociedad como la mexicana, en la que impera la desigualdad, la violencia y la inseguridad? ¿En medio del caos y el ruido, los artistas pueden dedicar su vida al espíritu, a la ficción y a la irrealidad? ¿Qué tan importante es que exista ese otro universo?

Estas son las preguntas que inspiran la obra de teatro Moscú, escrita y dirigida por Aurora Cano, que narra la historia de tres mujeres perdidas en un teatro, entendido éste como “el reflejo de la vida”, a principios de los siglos XX y XXI; tres actrices, en busca de un espectador, transitan de la estepa rusa al páramo mexica; “tres generaciones de hermanas, de artistas, de incendiarias”, se cuestionan la pertinencia del teatro y la dirección de sus vidas.

Es una obra amplia, muy crítica de la profesión y de la sociedad. Buscamos abrir estas preguntas al espectador, para que cada uno tome una posición y saque sus conclusiones”, comenta en entrevista Aurora Cano.

La directora de escena y dramaturga explica que son actrices que desean montar Las tres hermanas (1901), del escritor ruso Antón Chéjov (1860-1904), pero que no les alcanza el presupuesto más que para tres personajes, de los 16 que tiene la obra.

Y hacen esto en un país en el que la gente está siendo asesinada. No hemos logrado solucionar los problemas de supervivencia. La obra tiene que ver con estos cuestionamientos de los que nos dedicamos a la cultura y al arte”, indica.

La actriz que ha participado en más de 40 obras admite que Moscú, que se estrena el 23 de enero en el Teatro El Galeón, “es una mirada de ombligo hacia el interior de los artistas, de cómo se piensa, se sufre y se pelea. No sólo es una pieza de denuncia de una realidad hostil, sino que también es autocrítica, de auto-escarnio; tiene una mirada hacia las cosas que no hacemos bien como creadores”.

La egresada del Núcleo de Estudios Teatrales, donde tuvo como maestros a Juan José Gurrola y Ludwik Margules, aclara que el teatro no es el único tema. “Es una obra que también habla de la muerte, la enfermedad, del amor, de la maternidad. Son tres mujeres del México actual que enfrentan varios dilemas: cómo se vinculan con el trabajo, con la pareja, una decide ser totalmente libre, otra tener hijos. Deben tomar decisiones rudas que nos atañen a todos”.

Agrega que es una comedia negra, pues todas estas reflexiones se hacen de manera divertida. “Los personajes tienen tres maneras distintas de afrontar las adversidades, los retos y sus sueños; no tienen una misma posición. Es divertido, pero en el fondo la pregunta es bastante perturbadora”.

Quien estudió en The Method Studio de Londres y en el Madingley Hall de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, añade que el título de Moscú responde a que los personajes chejovianos siempre creen que si se van a Moscú mejorará su vida, encontrarán el amor, tendrán dinero y serán felices.

Es la construcción de un lugar idílico al que todos queremos llegar. Por otro lado, es un universo que ninguno de los personajes de Chéjov vio nunca. Quería tomar esa metáfora, porque para mí es intentar llegar a un mundo mejor, en el que pueda existir la belleza. Ese anhelo por llegar a esa especie de paraíso perdido”, dice.

La autora de Cervantes versos Shakespeare añade que comenzó a escribir la obra hace muchos años. “Las preocupaciones son las mismas: convencer a la gente de que tu proyecto y a lo que te dedicas es importante. Esta lucha es una adversidad. No tiene que ver con un tema de financiamiento ni de infraestructura, sino con una inquietud más profunda de preguntar si lo que uno tiene que ofrecer es algo que la sociedad necesita. Se pasa de la postura más negativa a la más sublime. Y no hay respuestas claras”.

La fundadora en 2004, junto con Nicolás Alvarado, de la compañía mexicana Teatro de Babel detalla que la escenografía es simbolista y expresionista, por lo que ayuda a crear un mundo que cambia con la luz.

Es una especie de montaña, de camino rocoso, irreal, en el que hay dos mundos. Para obtener la vibración del México contemporáneo, el escenario ofrece mucho color y una banda sonora estridente y explosiva. Y el mundo de principios del siglo XX es, por el contrario, oscuro, con luz cálida, música romántica, donde todo sucede de manera más aletargada”, concluye.

 

 

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cva

 

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