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Expresiones

Comparten las ficciones que los hicieron libres en la IV Bienal Mario Vargas Llosa

Cuatro escritores hablaron de los libros que marcaros sus vidas en la IV Bienal Vargas Llosa

Virginia Bautista | 26-09-2021
Ilustración: Jesús Sánchez
Ilustración: Jesús Sánchez

 

GUADALAJARA. Leer Robinson Crusoe de Daniel Defoe, cuando era una niña de nueve años que estaba enferma de hepatitis, le dio libertad a la escritora mexicana Mónica Lavín; las novelas de El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell transformaron al colombiano Santiago Gamboa, durante su adolescencia; una abuela obsesionada con que sus nietos escribieran alentó la vocación literaria del chileno Alejandro Zambra; y la historia de Antonio di Benedetto, quien fue apresado y torturado por la dictadura, marcó el espíritu de la argentina Dolores Reyes.

Estos cuatro narradores compartieron ayer sus recuerdos, anécdotas y experiencias en la mesa Las ficciones que nos hicieron más libres, una de las actividades del tercer día de la IV Bienal Mario Vargas Llosa, que hoy se clausura.

Leer es un acto de libertad siempre. Los libros se eligen como a los amigos. Y Robinson Crusoe fue el primero que me asombró por su capacidad transformadora, transmutadora”, comentó Lavín.

Sentí cómo la cama de la niña con hepatitis se ensanchaba y yo me volvía un náufrago. Supe que a partir de la lectura uno puede dejar de ser uno mismo y volver a ser uno, pero con una experiencia añadida. La literatura es esa isla donde quiero vivir”, dijo.

 

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Gamboa narró que en su casa había unos seis mil libros y que sus padres leían todo el tiempo. “Entendí que era importante lo que había dentro de esos objetos. Descubrí la literatura de aventuras, Verne y Salgari, y se me abrió el mundo”.

Contó que a los 12 años devoró Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. “A partir de ahí entré a la literatura latinoamericana y supe que quería vivir siempre al interior de ese mundo. Después, El cuarteto de Alejandría me transformó”.

Zambra evocó los cuadernos que le regalaba su abuela, quien le pedía que escribiera un diario. “No era lectora, simplemente le gustaba escribir. Y así me enamoré del lenguaje, de las palabras y de
la música”.

Y Reyes, por su parte, reconoció que cuando piensa en la libertad siempre evoca a Di Benedetto. “Nací en 1978 y mi niñez estuvo marcada por el miedo y el duro universo de los adultos. Por eso me gustan los cuentos que este escritor hizo en un espacio de encierro y tensión.

Le prohibían escribir e ideó una forma de comunicar sus sueños a través de las cartas a una amiga. ¿Qué hay más libre que la ficción y los sueños? Creo que al escribir construimos formas distintas de la libertad”, concluyó.

 

cva

 

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