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Expresiones

Cordiox vuelve al país en el Laboratorio Arte Alameda

La máquina sonora de Ariel Guzik, compuesta por un cilindro de cuarzo y 180 cuerdas de arpa que representó a México en la 55 Bienal de Arte de Venecia, recibirá a partir del 27 de febrero al público mexicano, en una instalación más íntima que busca mostrar la operación de la obra

Sonia Ávila | 11-02-2014

CIUDAD DE MÉXICO, 11 de febrero.- A diferencia de la carga histórica “determinante” de la ex Iglesia de San Lorenzo en Venecia, el Laboratorio Arte Alameda (LAA), en la Ciudad de México, dejará el protagonismo a Cordiox, de Ariel Guzik, para que en esta ocasión su presencia hable de sí misma y no de la arquitectura del lugar.

La máquina sonora, compuesta por un cilindro de cuarzo y 180 cuerdas de arpa que representó a México en la 55 Bienal de Arte de Venecia, ahora se monta en el “cubo blanco” del LAA en un espacio vacío, silencioso y oscuro a fin de provocar un genuino enfrentamiento entre el espectador y la sonoridad provocada por la obra de cuatro metros de
altura.

Así, aunque la musicalidad generada por la máquina atrapa al espectador, la intención a priori de su exposición en México es mostrar su funcionamiento, su estructura interna, su construcción cuasi artesanal, su vínculo con la ciencia y tecnología, y ofrecer la experiencia directa de escucharla.

“El espacio es lo que marca la diferencia; ahora estamos haciendo lo contrario, estamos extrayendo Cordiox para entender la máquina, verla trabajar, y con una pequeña área de documentación dar entender cuáles fueron las decisiones curatoriales y los retos que implicó la sede en Venecia.

“Ahora creo que va a ser más íntimo, no habrá tanta información arquitectónica, porque vamos a estar en el cubo blanco del museo, y va a haber la posibilidad de tener una experiencia más cercana, más abstracta, porque vamos a hacer un espacio de concentración”, señala Itala Schmelz, curadora del proyecto.

En San Lorenzo, detalla en entrevista, la obra y su montaje dependieron de la infraestructura del espacio, básicamente en ruinas: “Se presentó con limitaciones museográficas, no había piso porque se había abierto para rescatar un edificio; era fascinante estar en este edificio que todavía tenía restos de un altar, por debajo había ruinas del antiguo edificio y agua. Fue un contexto determinante”.

A este entorno respondió la pieza de Guzik, que literalmente  aprehendió la energía, la estática y la vibración del ambiente para transformarlo en sonidos que emitían las cuerdas, sin amplificadores. Es una pieza, pues, que se inscribe en el entorno donde se ubique, y en Venecia sirvió como sensor físico del antiguo edificio.

Por ello, cuando se decidió llevar la máquina al Laboratorio Arte Alameda se decidió restarle carga histórica del edificio para que su apreciación se concentrara en la obra, y se comprenda el concepto estético del también músico, investigador, iridólogo y herbolario.

“Es un espacio más pequeño, y la pieza va a estar específicamente iluminada, se podrá ver el aparato que funciona como una base de control, y se puede abstraer su funcionamiento, también estamos en otro contexto, ya no es la bienal donde hay maratón de visitas”, agrega Schmelz, quien precisa que también se mostrarán documentos y cuadernos de bitácoras sobre su presentación en Venecia.

Quien es directora del Centro de la Imagen cuenta que, a pesar de la monumentalidad de la máquina, su montaje en el Arte Alameda resulta más sencillo al estar ya en funcionamiento, y sólo requiere de adecuaciones in situ para crear el espacio de sosiego. “Finalmente es una pieza que tiene que estar en un sitio silencioso, por eso nos fuimos al cuarto de fondo para tener una experiencia sonora fuerte.”

Construida en tres meses en el Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza en México, Cordiox tiene la virtud, en medio de la grandilocuencia de su construcción, de ofrecer sutiles vibraciones sonoras que a decir del artista simulan “aleteo de alas de mariposa”.

Esta búsqueda de lenguajes distantes al mainstream del arte contemporáneo fue lo que atrajo a Schmelz del trabajo de Guzik, con la idea de cuestionar la condición de la estética nacional en Venecia, uno de los escenarios más importantes para el arte.

“Me gustaba la idea de retar al medio del arte contemporáneo llevando a un artista que no tiene el típico corte del artista conceptual o del artista contestatario que son los lugares comunes en los que yo no quería caer; tampoco quería llegar por la vía fácil llevando a un artista fuerte representado por una galería fuerte.

“Por eso fue importante traer (a Venecia) a Guzik que tiene un poco del mundo outside, es un inventor, sus máquinas están a medio camino de la exploración científica, musical, del arte, la literatura, y me gusta que representa una búsqueda más allá de las fronteras específicas de lo artístico, lo científico y lo
contemporáneo.”

Al final el interés del artista es encontrar una “casa permanente” para Cordiox, donde se pueda montar de manera fija, como sus proyectos previos.

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