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Testimonios Covid-19: La pandemia los atacó en Nueva York

Una pareja de chilangos tardó tres semanas en recuperarse; se enfrentaron a la falta de pruebas en EU

Georgina Olson | 05-05-2020
Alda, lleva 24 años en Nueva York y Benjamín, cuatro. Ambos conocen a alrededor de 40 personas que enfermaron de COVID-19. Foto: Especial
Alda, lleva 24 años en Nueva York y Benjamín, cuatro. Ambos conocen a alrededor de 40 personas que enfermaron de COVID-19. Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.

En el Thalia Hispanic Theatre de Nueva York los ensayos iban a todo vapor para estrenar el viernes 13 de marzo el espectáculo Flamenco al Son Latino.

El guitarrista de flamenco y una de las bailarinas tenían un poco de tos, pero nadie le dio importancia.

Yo mismo me había sentido un poco mal días antes, pero me tomé algo para el dolor de cabeza, porque tenía que seguir trabajando”, narró a Excélsior Benjamín Pérez Hidalgo, originario de la Ciudad de México y afincado en NY.

Sólo dieron la función de estreno, pues para el sábado 14 de marzo la ciudad estadunidense ya había ordenado el cierre de todos los bares, restaurantes y teatros.

Semanas después serían el epicentro de la pandemia por COVID-19.

Siento que las medidas sanitarias se tomaron tarde; el virus ya estaba muy esparcido: si no te agarraba en el Metro te iba a agarrar en otro lado. En esos días fui a tocar en un espectáculo de un amigo de música mexicana, daba clases en el Bronx y luego me iba a Queens al ensayo de flamenco”, recordó Benjamín, quien toca percusiones y jarana.

Empezó a tomar antibióticos y parecía haber mejorado. “Después me regresó el dolor de cabeza, como si tuviera sinusitis y dije ‘no, ahorita le sigo con los antibióticos, antigripales’, pero lo único que hicieron fue controlarme, porque en las noches empezaba yo con calentura. Con esto empecé desde el 10 u 11 de marzo”.

Para el 14 de marzo se sentía mucho peor. Su esposa, Alda Reuter Cortés, cofundadora y directora artística del grupo Mexico Beyond Mariachi, que difunde la cultura mexicana por todo Estados Unidos, también se empezó a sentir mal.

El primer síntoma fue un dolor de cabeza fuerte, que se concentraba en la frente, como en el entrecejo, como de sinusitis; luego me sentía muy, muy cansada. Yo siempre soy muy activa, ando corriendo de un lado a otro, pero estaba muy cansada”, narró Alda.

La pareja vive en la zona norte de Manhattan, así que fueron al Presbyterian Hospital.

Nos tomaron signos vitales y todo, pero nos mandaron a nuestra casa. Nos dijeron: ‘A menos que se les suba la fiebre mucho, se regresan, o si ya no pueden respirar, pero no esperen hacerse la prueba, porque no hay pruebas, no hemos conseguido’”, recordó Alda. Eso fue ya el 18 de marzo.

Ambos veían que todos sus síntomas coincidían con los del COVID-19, así que Alda llamó a todas las escuelas en las que había dado talleres de danza, música y cultura mexicana “para decirles en qué fechas había estado allí y que revisaran a los niños”.

En los siguientes días Alda vio cómo a Benjamín no le bajaba la fiebre. “Se nos fue el hambre. Casi que nos obligábamos a comer”.

Además de la fiebre y el dolor de cabeza, Benjamín recuerda que “tenía la sensación como si me hubieran arrancado todos los vellos de la nariz, entonces el aire te entra directo”.

Alda, quien lleva 24 años en Nueva York, y Benjamín, con cuatro años allá, conocen a alrededor de 40 personas que enfermaron de COVID-19.

La mayoría se quedaron en casa, acá el sistema de salud es complejo, y aunque había médicos que estaban dando consulta por videollamada, cuando te sientes tan mal y si no eres una persona muy tecnológica, no es tan sencillo”.

Tres semanas completas duró la recuperación y cuando pensaban que el COVID estaba fuera de sus vidas, llegaron las secuelas para Benjamín:

Se me hizo una infección en la oreja, en el hospital me revisaron y me dijeron que me tenían que dar un antibiótico vía intravenosa, pues los antibióticos que tomé para el COVID-19 acabaron con mi flora intestinal”.

Le diagnosticaron pericondritis, que “es una bacteria que termina por comerse el cartílago y deformar la oreja. Me mandaron a urgencias del hospital; los doctores estaban muy extrañados porque es una infección que sólo le da a la gente que practica deportes de contacto y no es mi caso”.

Concluyeron que le pudo dar por la bajada en sus defensas tras padecer COVID-19.

También le encontraron un brote de ronchas que no le producían dolor.

En el hospital, los doctores le explicaron que las dos cosas son efectos secundarios del coronavirus.

En esa segunda visita al hospital por fin le hicieron su prueba: confirmaron que había estado contagiado de COVID-19.

 

 

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cva

 

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