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Manasés superó el Covid-19 en terapia intensiva; trabaja en la Central de Abasto

Manasés pasó 12 días en el hospital con dificultades para respirar; lo que más le impactó fue ver la muerte de cinco personas que no pudieron despedirse de su familia

Georgina Olson | 15-05-2020
Manasés relató a este diario que sus días en terapia intensiva estuvieron llenos de incertidumbre, pues a quien intubaban, moría. Foto: Especial
Manasés relató a este diario que sus días en terapia intensiva estuvieron llenos de incertidumbre, pues a quien intubaban, moría. Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.

Fue como estar en el purgatorio. En la sala de terapia intensiva del Hospital Belisario Domínguez estaba Manasés Osorio de los Santos. A sus 33 años, tenía miedo, veía cómo las enfermeras atendían a los enfermos con sus goggles y a los médicos con triple guante y traje de protección.

Hacía un calor insoportable y le habían colocado una mascarilla de oxígeno. Lo catalogaron como “posible caso de Covid-19”; frente a él había un joven de 29 años, con sobrepeso. Le costaba mucho trabajo respirar.

La doctora le dijo al joven, de 29 años, “tu saturación (de oxígeno en los pulmones) no mejora, está en 60 el oxígeno, y te puede dar un paro respiratorio o te puede dañar cualquier órgano, te tenemos que intubar”.

La doctora le preguntó si daba autorización para que lo intubaran, él accedió... “pero a las dos horas falleció”, relató Manasés, quien recuerda que le dio pavor. “Le pedí a Dios: no permitas que me pase lo mismo, porque necesito ver a mis hijas”. Ellas tienen 3 y 5 años y no pudo despedirse de ellas antes de internarse en el hospital.

Manasés trabaja en la Central de Abasto desde los 8 años, primero ayudando a sus padres y, ahora, con un negocio de cebollas.

Recapitula y señala que en marzo se sintió mal de gripa, fue al doctor y en abril ya se sentía mejor.

Usaba cubrebocas, pero seguíamos saludando de mano, quizá por no hacer un desaire a la gente, siento que no tuvimos suficiente precaución”, recordó.

El 10 de abril la fiebre apareció junto con un dolor de garganta. Fue a un médico que labora en una farmacia que le diagnosticó infección de garganta y le dio ampicilina, pero la fiebre no cedió. Acudió a un segundo doctor que repitió la receta.

Fue hasta el tercer médico, quien le tomó radiografías, que detectó que los pulmones estaban comprometidos.

Le dijo a la esposa que era Covid-19 y lo envió al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Al llegar, el médico dijo que el hospital estaba saturado y explicó a la mujer: “nada más de la Central (de Abasto) tengo 70 pacientes, llévalo al Belisario Domínguez o al Hospital General”; les dio un pase para que lo recibieran.

Ella todavía sugirió llevarlo a un laboratorio y esperar el resultado de la prueba Covid-19, pero el taxista que los llevaba, conocido de los dos, le dijo: “mira, ahorita el tiempo es oro, todos los minutos y segundos son vitales para él”.

La atención fue más rápida pues, como ya tenía placas, los médicos lo enviaron a urgencias.

Me pusieron en silla de ruedas con suero y oxígeno, y a la 1 de la mañana me metieron a la sala de urgencias. Yo sentía que no podía respirar más que con el oxígeno”, recordó Manaseés.

El lunes 20 de abril, casi a medianoche, pasó a terapia intensiva. Ahí, en medio de un calor sofocante, donde las enfermeras tienen turnos de ocho horas, sin poder tomar agua ni ir al baño, vio morir a cinco personas.

Uno de ellos fue un hombre de 62 años que sospechaba haberse contagiado luego de visitar en el hospital a su hijo enfermo de peritonitis, pero agradecía que él no estaba infectado.

El señor le contó a Manasés lo que le había pasado: "estuve llevando a mi hijo al hospital, y yo creo que en el transcurso del hospital a la casa, me contagié en el transporte, pero le doy gracias a Dios que mi hijo está bien, que no está contagiado, y aquí estoy luchando por mi vida".

Pero las cosas se complicaron para aquél señor de 62 años y al momento en que se iban a sentar a cenar: "no aguantó quitarse el oxígeno, estaba tratando de comer, y le dio un paro respiratorio las enfermeras trataron de ayudarle, pero ya no pudieron hacer nada".   

La esposa de Manasés, estando fuera, tampoco lo estaba pasando bien: se había hecho la prueba de Covid-19, resultó positiva y estaba en su casa recuperándose, a sus dos hijas pequeñas las tuvo que dejar con su abuelita.

Ella también trabaja en la Central de Abastos, y piensa que se contagió en una sucursal bancaria  dentro de la central, a la que fue el 15 de abril: "afuera del banco estaba toda la gente amontonada, y frente a mí había personas que se veían mal, traían cubrebocas, pero tosían y estornudaban, pasé a la ventanilla y antes de salir del banco ya se sentía mal, tenía ardor muy fuerte, en los ojos, en la cara y salpullido". Después empezó con fiebre y dolor de cabeza.  

Lo que más le dolió a Manasés estando en el hospital fue que las personas morían sin poder despedirse de sus seres queridos.

Una de las doctoras era amiga de la esposa de Manasés y gracias a ello pudieron mantener comunicación y tener certeza de las mejoras de la salud del joven.

El 30 de abril, el médico le dijo: "¿Tú eres de la Central de Abastos verdad? Escúchame bien: ya te vamos a dar de alta, pero cuando regreses a la central, dile a todos los incrédulos que esto existe, que el Covid existe y que tú estuviste al borde de la muerte".  

Manasés recuerda esos días en el hospital y dice:"Salvé la vida gracias a Dios y gracias a los médicos y enfermeras que están arriesgando sus vidas para salvar las de unos cuantos”.

 

• También puedes leer: Reapertura en CDMX será conforme a semaforización

 

 

cva

 

 

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