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Comunidad

En riesgo, abasto de agua por mancha urbana; área de conservación

Los asentamientos irregulares en el sur de la ciudad amenazan la recarga del manto freático, ya que es la principal zona de filtración

GEORGINA OLSON | 23-08-2022
Bosque de Tlalpan.
El 16 de agosto la Sedema recuperó 2.1 hectáreas invadidas en la alcaldía Tlalpan. Foto: Especial.

Entre 60% y 70% del agua potable que utiliza la Ciudad de México se extrae del manto freático, el problema es que las zonas de recarga de éste están en el sur, justo donde están creciendo los asentamientos irregulares y cuya urbanización reduce la capacidad de filtrado del agua. 

 “El acuífero no se recarga de forma pareja en todos lados, hay superficies amplias de suelo que no es permeable y donde se recarga el acuífero es en el sur, en el Ajusco, Milpa Alta, Tláhuac, incluyendo los Pedregales, parte de Coyoacán y los cerros al sur y al poniente de la Ciudad de México, que son zonas volcánicas mucho más porosas. 

 “La recarga del acuífero se da en estas periferias del valle que antes no eran urbanas, eran barrancas, pedregales y los suelos volcánicos”, señaló Enrique Lomnitz, director de Isla Urbana. 

Excélsior publicó ayer que están en riesgo los servicios ambientales de los que depende la ciudad, como la producción de agua, la regulación del clima, la captura de carbono y la biodiversidad. 

Tema que no se está abordando de manera exhaustiva en el Plan General de Desarrollo (PGD) ni en el Programa General de Ordenamiento Territorial (PGOT), de acuerdo con académicos que por estos días analizan estos documentos rectores para las próximas décadas de la ciudad. 

Lomnitz detalló que “al perder el suelo de recarga por deforestación y urbanización –tomando en cuenta que la urbanización implica impermeabilizar la superficie del suelo– la Ciudad de México ha reducido su capacidad de recarga de agua”.  Además, “lo estamos sobreexplotando en un 200 o 300 por ciento”. 

El director de Isla Urbana recordó la importancia del Bosque de Agua, que abarca la zona de las Lagunas de Zempoala, la parte alta de Xochimilco y la parte sur de Milpa Alta:

“Antes ese bosque cubría una sola masa forestal continua, cubría más o menos del Nevado de Toluca hasta el Pico de Orizaba, pero hoy es sólo una fracción de lo que fue hace 100 años; está muy deforestado”. 

 Ese polígono verde constituye una zona de recarga de agua para la Ciudad de México, Toluca, Cuernavaca y parte de Puebla. 

 “Alrededor de 40 millones de personas dependen de ese bosque para tener agua, entonces el hecho de que no estemos cuidando ese bosque es un poco una locura”, sentenció. 

 En el caso de la Ciudad de México, Lomnitz consideró que lo ideal sería que la autoridad estableciera que el Bosque de Agua “es intocable, porque todos dependemos de él: es un asunto de seguridad nacional y se tendría que definir que lo vamos a conservar realmente, que nadie va a construir aquí; tendría que ser un bosque manejado muy cuidadosamente”. 

 Sin embargo reflexionó acerca de que en México en general ese nivel de protección del suelo de conservación no se ha podido lograr porque “hay una falta de control estatal sobre la urbanización y ha habido sólo un control parcial”. 

Además, las decisiones finales “de deforestar o no una zona residen en el nivel municipal o incluso en el ejidal: puedes tener un bosque protegido, pero si los comuneros o ejidatarios deciden parcelar, vender o desarrollar, ellos tienen el poder de tomar esa decisión”. 

A pesar de ello planteó que la administración actual de la Ciudad de México “tiene esas cosas muy presentes; (Claudia) Sheinbaum fue alcaldesa de Tlalpan, lo conoce bien y hay varios programas que tienen que ver con esto: el programa de cosecha de lluvia, los programas en la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corena) de pago por servicios ecosistémicos, las estrategias para evitar la deforestación”. 

HABITAR Y CONSERVAR 

Respecto a qué hacer con los asentamientos irregulares, el director de Isla Urbana comentó que tiene “una perspectiva un poco controversial, y es que si hemos tenido una incapacidad histórica de controlar la urbanización en la periferia, entonces deberíamos desarrollar modelos en los que las personas puedan habitar en los suelos de conservación y al mismo tiempo preservar sus servicios ecológicos. 

 “Es perfectamente posible que la gente viva en un bosque sano, viviendo en un asentamiento donde la autoridad establezca que la huella de construcción no pueda superar el 25% del lote de tu terreno, donde se maximice la presencia de áreas verdes y arbolado, donde por cada diez metros de construcción debas plantar un árbol, no puedas pavimentar, ni asfaltar o se pavimente lo menos posible, y que todas esas sean condiciones para regularizar esos asentamientos”, expresó. 

Lomnitz detalló que el éxito de un modelo así requiere de gran comunicación de las autoridades con los pobladores, para que tengan conciencia de que habitan en una zona de recarga de agua y, por lo tanto, es fundamental cuidarla. 

Narró que un modelo que se podría replicar es el de la comunidad de Quiltepec, en la alcaldía Tlalpan. 

“Son familias que llevan 30 o 40 años viviendo allí; tienen un 80 por ciento de la superficie de áreas verdes, captan agua de lluvia, tienen árboles nativos. Es un paraíso, una comunidad de origen campesino que tiene mucha sensibilidad hacia lo verde: no quieren cortar árboles. Llevamos diez años trabajando con ellos, a lo largo del tiempo se ha ido construyendo el modelo, es una ecoaldea”, compartió. 

CUTZAMALA, EL OTRO RIESGO 

A la pérdida en la capacidad de recarga de agua se suma el hecho de que el Sistema Cutzamala, del que depende 30% del abasto de agua potable, también está en crisis. 

El pasado 17 de agosto, este diario publicó que mientras en 2021 el Cutzamala tenía 49.13 por ciento de almacenamiento de agua, este año tiene 47.7 por ciento. Derivado de esos niveles se generó un recorte del 2.4 por ciento en el abasto diario a la Ciudad de México y al Estado de México. 

 Otras zonas del país también enfrentan situaciones críticas en materia hídrica, como Monterrey, Nuevo León, donde tras seis años de sequía se declaró un estado de emergencia. 

 

 

 

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