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1915, año que vivió el apocalipsis; la viruela negra mató a 70 mil

Hace un siglo la ciudad estalló en pánico: a la epidemia se sumaron hambruna, revuelta militar, tifoidea y sarampión

Arturo Páramo | 26-04-2015

CIUDAD DE MÉXICO, 26 de abril.- El año 1915 ha sido tal vez el peor en la historia de la ciudad.

A la hambruna que se vivía en la Ciudad de México se sumó una epidemia de viruela que obligó a las autoridades militares a desesperados intentos de contener la enfermedad.

Era un escenario en que reinaba la carencia, las ocupaciones militares de sucedían una tras otra, el papel moneda perdía valor de un día para otro, no había carbón, la ciudad estaba sujeta a bloqueos y los intendentes cambiaban constantemente.

La viruela negra fue reportada en los diarios de la época en abril de 1915, según reseñó Revista de Revistas (antecedente directo de Excélsior) en su resumen de los acontecimientos más importantes de la convulsionada capital del país.

Se reconocía que el Consejo Superior de Salubridad no tenía conocimiento de todos los casos porque los médicos no daban los partes de todos los enfermos a las autoridades militares que se sucedían en la capital.

Se urgía a una campaña intensa de vacunación, a la cuarentena de los enfermos y a la higiene extrema en la persona, ropas y habitaciones de los infectados.

De acuerdo con testimonios de aquella época, cundió “el pánico entre la población”.

Los ejércitos convencionista y constitucionalista se acusaban mutuamente de haber provocado el brote durante los cambios de mando que hubo en la ciudad entre finales de 1914 e inicios de 1915.

De acuerdo con médicos de la época, como Ernesto Cervera, el brote se propagó debido, entre otras razones, a la falta de un organismo público que creara lo que ahora se conocen como “cerco sanitario”, y que se aislara a los enfermos para evitar que contagiaran a otras personas.

La realidad de ese momento era que en la ciudad escaseaban los víveres, la gente salía a buscar su sustento a donde fuera, había alrededor de 20 mil menesterosos en las calles, los militares priorizaban la entrega de comida y agua a sus tropas; además se registraban brotes de tifoidea y de sarampión.

Fue el cuerpo diplomático, cuenta Revista de Revistas, quien pidió al entonces jefe de la plaza, Pablo González, que  se tomaran medidas para contener el brote de viruela.

En un artículo, José Sanfilippo-Borrás expuso que “durante el periodo en que se suscitaron las revueltas revolucionarias, debido a los constantes movimientos de tropas y de población, y a la interrupción de las labores del control de la viruela, aparecieron múltiples brotes epidémicos en diversas partes de la República. En 1915 ya se había propagado una epidemia en todo el país, por lo que el gobierno ordenó la fabricación de linfa de origen animal (ternera)”.

La viruela en esas épocas cobró la vida de 70 mil personas. En 1915, en la Ciudad de México, de hecho, murieron más personas por la viruela que en batalla.

La pregunta que se hacían los académicos y los médicos de ese entonces era, ¿quién obligaría a las autoridades militares a que se formara una administración independiente que tomara medidas para contener el brote?

La viruela asoló a la capital en una época en que no había carbón para encender estufas, calentadores, o lámparas; cuando madres de familia desesperadas por el hambre y enfermedades se amotinaban frente a almacenes donde se guardaba comida, y eran dispersadas por el ejército constitucionalista.

El de 1915 fue el año en que los extranjeros que habitaban en la Ciudad de México salían rumbo a los puertos, huyendo del apocalipsis que se vivían en la capital del país.

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