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Nacional

Ceremonial regreso del PRI a San Lázaro

Los priistas esperaron 12 años para ver a uno de los suyos rendir protesta nuevamente como Presidente de la República

Ivonne Melgar | 02-12-2012

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CIUDAD DE MÉXICO, 2 de diciembre.- El ciudadano Felipe Calderón besa con fervor la banda que hace seis años se colocó de prisa y a empellones.

Sin ocultar su asombro, Jesús Murillo Karam, al frente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, observa el gesto y recoge el lienzo.

Propuesto para encabezar la Procuraduría General de la República (PGR), el aún legislador entrega de inmediato a Enrique Peña Nieto su respectivo atuendo presidencial.

Ya con el símbolo de la investidura sobre el pecho, el mexiquense rinde protesta. Entonces el ruido cede por segundos. Y con el silencio colectivo, la toma de protesta se consuma: “Y si así no lo hiciere, que la nación  me lo demande”.

Algunos billetes de papel vuelan sobre el recinto y rozan al mandatario. Pero nadie se inmuta. Sólo se trata de esquivarlos. Y así lo hace el ministro presidente de la Corte, Juan Silva Meza.

Pero el ritual ha regresado a San Lázaro, donde el oficio político del futuro procurador apabulla a propios y extraños.

Y es que el hidalguense llama al orden en el inicio de la sesión cuando ataja los intentos dilatorios con un “¡Me permite!”, para dejar en claro que nada le impedirá cumplir su último encargo legislativo.

Sin tribunazo

Las protestas están ahí: cruces negras, tarjetas gigantes que simulan los controvertidos monederos de Soriana, pancartas y gritos de repudio para el que llega y para el que se va.

Sin embargo, el precario consenso entre los perredistas se cumple: esta vez nadie pretende un tribunazo.

Es el fin del novenario de las viudas de AMLO, resume un integrante del ala moderada del PRD al evaluar, satisfecho, que sólo 16 de 104 diputados se negaron al inédito propósito de guardar las formas.

La idea era, como ocurrió, desplegar mantas y corear “¡Fraude!” y “¡Monex!” sin interrumpir ni descarrilar y menos impedir la ceremonia.

Y así procedió la mayoría. Con excepción del 15% que se siguió de largo, según contabilizaron los satisfechos perredistas de Nueva Izquierda, la corriente de Los Chuchos, la del presidente del partido, Jesús Zambrano.

De modo que esta vez las excepciones fueron notorias. Pero también aisladas. E incluso prudentes, porque transcurrieron antes de la toma de protesta.

Así, el ex delegado bejaranista y presidente de la Comisión de Vigilancia y Auditoría Superior, José Luis Muñoz Soria, corrió hacia el frente para amedrentar, con botella de plástico vacía en mano, al coordinador de la fracción del Verde, Arturo Escobar, cuando advertía que “el nuevo gobierno no va a cerrar la herida ya abierta con el cáncer ya muerto”, en referencia a la estrategia de seguridad.

Impetuosa, la senadora
Layda Sansores, del Movimiento Ciudadano, hizo como que subía a la tribuna, pero pronto desistió en su empeño.

Sólo quedó la resistencia sonora y solitaria de la diputada perredista María del Socorro Ceseñas, quien al final del acto concentró su embate en el pasado inmediato: “¡Asesino, asesino!”.

El desagravio blanquiazul

Minutos atrás, cuando Calderón ingresó al salón, la acusación de la legisladora de Nuevo León consiguió eco entre la izquierda, al tiempo que se activaba la operación blanquiazul.

“¡Muy bien, Felipe, muy bien …”, corean los legisladores que, uniformados con mascadas y corbatas azules, amortiguan la nostalgia con el festejo de que Calderón pudo ingresar a la Cámara por la puerta grande, al menos para despedirse.

“Así es la democracia”, asume la diputada Esther Quintana, sin ocultar la pesadumbre de volver a la oposición que protagonizó en Coahuila cuando hablar de la deuda era como picar piedra.

El cobijo blanquiazul se extiende al palco de las esposas: Margarita Zavala y Angélica Rivera.

“¡Bravo Margarita!”, corean los diputados del PAN. Y algunos del Verde se suman.

Lo mismo pasa cuando el ex mandatario se va y los priistas se adhieren a la valla de los legisladores del PAN.

A la cortesía tricolor le antecede el ejemplo del propio Presidente, que cuida sus movimientos para dejar que Calderón sea despedido con calma.

Atento, Peña Nieto espera y toma la iniciativa para hacer lo propio con un apretón de manos que prolonga ante las cámaras. Y ambos pronuncian las mismas palabras: “Mucha suerte”.

El entusiasmo de la victoria

Mas el contraste es evidente.  Porque en materia de ánimo y entusiasmo, el mayoriteo corre a cargo de los priistas y los verdes, que se distinguen con corbatas y rebozos rojos.

Y cuando la izquierda suelta sus consignas, ellos opacan el enojo con el“¡Peña presidente, Peña presidente!”.

Han sido 12 años de espera. Y este sábado, ansiosos, expectantes, cuando la cita se acerca, los legisladores del partido en el poder dejan de escuchar al emocionado Heriberto Galindo, ex embajador en Cuba, quien fija la postura del Partido Revolucionario Institucional sin esconder su optimismo.

Peña retribuye a los disciplinados legisladores que llegaron desde las siete de la mañana para diseñar las acciones que contrarrestaran las protestas de la izquierda. Y se detiene al apapacho con los suyos.

El Presidente sabe del operativo antitoma de tribuna que las diputadas del rebozo rojo protagonizaron en los accesos, a fin de impedir cualquier intento de boicot. Por eso no les escatima los saludos de beso y se deja querer.

Y aunque su estancia en el recinto es breve, Peña recorre el pasillo central como en campaña y hace una pausa subrayada para abrazar a Manlio Fabio Beltrones, el jefe de la bancada, el político sonorense que dedicó largas jornadas para negociar una ceremonia sin saldo rojo, al menos con una decena de perredistas a cargo de igual número de corrientes, tribus y grupos.

El ruido de los pequeños

Esta detallada atención del PRI hacia la izquierda perredista ha descobijado a las fracciones minoritarias. Y la queja proviene de Nueva Alianza, el partido de la maestra Elba Esther Gordillo, sin invitación formal hasta ahora para suscribir el Pacto por México.

Así que en su turno, la coordinadora de los 10 diputados del Panal, Lucila Garfias, deja el reclamo: “Con independencia del respaldo que a un nuevo gobierno se le pueda otorgar, la incondicionalidad es impensable”.

Sabedores de que las cosas no vienen fáciles para el sindicato de maestros, cuya presidenta vitalicia deberá reencontrarse con el político que orquestó su salida del PRI diez años atrás, el ahora secretario de Educación, Emilio Chuayffet, los diputados de la maestra dejan el mensaje: “Seremos una oposición responsable que no comprometerá su lealtad con ningún actor”.

Por el contrario, Ricardo Monreal, el jefe de la bancada del Movimiento Ciudadano,  aprovecha su turno para aclarar dónde están sus lealtades. Y de frente a los ministros de la Corte, les llama “comprados”.

El ex gobernador de Zacatecas siembra la incertidumbre al dar como un hecho la muerte de un activista, en medio de las protestas que circundan a San Lázaro.  Es la primera víctima, afirma, del regreso del autoritarismo.

Además, reivindica a Andrés Manuel López Obrador: “Es el líder más importante, con mayor autoridad moral que tiene México”.

Le aplauden los suyos, algunos del Partido del Trabajo y unos cuantos perredistas. Pero queda pendiente la ovación. Nadie corea aquella de hace seis años de “que era un honor...”

Ninguna pancarta alusiva al tabasqueño. Sí, el PRD ha comenzado a superar su duelo.

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