Sin locuras, por favor

Yuriria Sierra Nudo gordiano
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Condecorar a Jared Kushner antes de irte o invitar a Nicolás Maduro a tu toma de protesta. Demenciales decisiones en un país que debería estar resistiendo para no ser arrastrado por el tsunami de demencias que azota al mundo en nuestros días. Condecorar al yerno del autoritario populista de derecha que desprecia a todos los seres humanos que viven fuera de su territorio. O invitar al autoritario populista de izquierda que desprecia a todos los seres humanos que viven dentro de su territorio. Ambos, caprichos políticos de los unos y los otros que lo único que han generado es avivar el clima de polarización en un país que no puede darse el lujo de prender hogueras donde, afortunadamente, ya no hubo incendio. Porque para eso sirven las urnas: para que nadie piense que su única opción es prenderle fuego a nada. Y aunque el voto mayoritario vaya para unos, la pluralidad que se expresa (en ésta y en todas las elecciones; en éste y en todos los países) es justamente el mandato a gobernar y negociar (la famosa construcción de consensos) con quienes votaron por los otros. No hacerlo es, justamente, lo que se denomina como “autoritarismo”.

“Se las metimos doblada (…) Si algo conquistamos este último julio fue llamar a las cosas por su nombre: los ladrones, ladrones; los traidores, traidores; los enmascarados, enmascarados, los culeros, culeros. Ya, lenguaje y claridad”, palabras del próximo encargado de despacho del Fondo de Cultura Económica. “Se las metimos doblada”, pura claridad (y elegancia) en el lenguaje del próximo director de la editorial más importante de toda Hispanoamérica, ¿era necesario? Digo, sólo encargado por ahora, porque la ley le impide la titularidad ipso facto, por capricho o deseo de quien será Presidente. Pero ya nos avisó: la ley que no lo deja llegar al cargo será modificada. Sin embargo, las formas están ahí, también abusadas bajo el pretexto de la liberalidad en el lenguaje (de la que, personalmente, soy entusiasta. No así de la renuncia al sentido común). Sin locuras, por favor. Y, al mismo tiempo, ya nos dijeron que es discriminatorio juzgar la presea al esposo de Ivanka Trump, no nos digan ahora que debemos prepararnos para más embestidas. Aunque parecería lo obvio: ya no lo es.

Para locuras, hemos visto muchas, se acumularon por montones, por eso la opción de guardarlos bajo la alfombra. Es momento de parar. Ni la cultura ni las formas merecen extinguirse. Acaso sí la soberbia de quienes aún ni el cargo asumen, de quienes confunden la sensatez —que se hace obra literaria— con el insano uso de la palabra cuando se usa fuera de las páginas.

Así, entre los chirriantes premios y la falta de autocrítica de los que se van; así las desafinadas invitaciones e insensateces de los que llegan. Ambos lados estiran una cuerda que no habría motivo para tensar de más. Sobre todo cuando la nuestra, con todos los bemoles que le queremos poner, es todavía la decimoquinta economía del mundo; cuando el nuestro, con sus todavía par de pendientes, es uno de los sistemas electorales más sólidos e imperturbables; cuando las reformas estructurales (sobre todo la fiscal y la energética) empezarán a rendir los primeros frutos. Y claro que están los gigantescos pendientes en materia de combate a la pobreza y la reducción de la brecha de desigualdad, en materia de legalidad, Estado de derecho, combate a la corrupción y la impunidad y, sobre todo, en materia de seguridad y pacificación del país. Pero que esos pendientes no sean motivo, en momento alguno, para desafiar a las leyes de la cordura y la sensatez.

ADDENDUM. Ya nos dijeron también que, para no cargar pendientes, dejarán, si no eliminados, sí muy bien resguardados más de tres millones 776 mil archivos sin resolver, según reporta Vice. Escribimos aquí sobre el expediente del caso Odebrecht, pero con él se van también expedientes varios, desde aquel sobre el espionaje telefónico del Cisen hasta ese otro cuyo fin era darnos el nombre del responsable que hizo del Zócalo un enorme estacionamiento mientras EPN daba un discurso en Palacio Nacional. Y así. Esas secrecías no son locura: tienen otro nombre.

 

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