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¿Serena, Serena..?

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

No todo es machismo, afirma el título de un texto en El País escrito tras la polémica de Serena Williams. No todo es machismo, sentenciaba para mover el cauce de un río que corre por encima de años de desigualdad: “Williams convirtió una mala respuesta a la presión de un partido en una bandera del feminismo; y las amonestaciones del árbitro, ajustadas a las normas, según los expertos, en un ataque sexista. El debate es doble: sobre su actitud y sobre el machismo en el mundo del tenis...”, se lee en el artículo firmado por Isabel Valdés.

La reacción de Serena tras las sanciones impuestas por el juez de silla habrá sido, dicen algunos, una exageración, una manera fácil de victimizarse y mover el reflector del rompimiento de las reglas de juego a asuntos de género. Williams perdió la final del Abierto de Estados Unidos, fue sancionada en tres ocasiones por el juez Carlos Ramos: la primera por recibir instrucciones de su entrenador, la segunda por romper su raqueta y la tercera por insultar al juez. Tras estos hechos, la tenista más famosa del mundo fue el centro de críticas; incluso este episodio acaparó más atención que el campeonato que logró Naomi Osaka, la rival de Williams.

“No creo que todo pueda ser tachado de sexismo y que el feminismo sea la coartada de cualquier rabieta, pero es comprensible que esta mujer después de todos los ataques que está sufriendo le haya parecido que no es justo que después de dos warning le pongan un tercero por haberle llamado “ladrón”, cuando estamos viendo que los árbitros en otros momentos son mucho más condescendientes y entienden mucho más cuando delante tienen hombres...”, concluye Valdés. Y su afirmación es fácilmente respaldada por lo dicho por otros atletas que también reaccionaron a la polémica de Serena:

Lo dijo el extenista James Blake en Twitter: “Admitiré que he dicho peores cosas y nunca me han penalizado. El árbitro me ha dado un “aviso suave” en el que pide que lo detenga o recibiré una sanción...”; también Andy Roddick: “Desafortunadamente he dicho algo peor y nunca he recibido una sanción de juego...”. En 2017, la extenista Judy Murray denunció que las atletas son más “vulnerables y solitarias”. ¿Ejemplos? John McEnroe o André Agassi y hasta Jimmy Connors han cuestionado a los jueces, y no sólo hablamos de raquetas rotas, sino que incluso han enfrentado casos de dopaje. Ninguno recibió sanción. Si bien, Serena Williams es la única mujer que figura en la lista de los deportistas mejor pagados en el mundo, más de nueve millones de pesos por torneo, Roger Federer recibe 14 millones de pesos. Martina Navratilova, campeona de Wimbledon, denunció haber recibido sólo 376 mil pesos por cada torneo ganado durante nueve años. John McEnroe recibió cerca de tres millones de pesos como campeón del mismo torneo. Serena deberá pagar una multa de más de 326 mil pesos por las sanciones impuestas en la final del Abierto de Estados Unidos; pero, además, llevar a cuestas esta polémica.

La reacción de Williams podrá ser cuestionable. Es cierto que el hecho de enfrentar a otra mujer y no a un hombre le sustrae fuerza a cualquier argumento que pase por el tema de género. Sin embargo, estimo que la sí cuestionable rabieta no resta valor a lo que ésta destapa: no sólo la desigualdad de género que todavía sobrevive en un mundo como el deportivo, sino en casi cualquier entorno. Ella deberá evaluar su actitud, pero a nosotros nos toca analizar lo que la provocó: que no son tres sanciones y una multa, sino años de trato desigual. Eso es un hecho y, como dijimos hace un par de días tras la polémica por las juanitas (aca manuelitas) en Chiapas, mientras no entendamos que el piso no es parejo para hombres y mujeres, este tipo de debates seguirá anotado en la agenda. Ayer trascendía que jueces de silla analizan la opción de no volver a arbitrar partidos de Williams, como si la evasión, alguna vez, hubiera sido una respuesta asertiva y puntual. Lo que nadie se atreve a confesar es que es completamente entendible que, debajo de la rabieta de Serena, mucha gente pueda entender que bulle una olla de rabia por tantos años, de tantas mujeres, por tanta desigualdad.

 

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