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Los costos de la polarización

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

 

Traidores, conservadores, fifís, neoliberales, maiceados… la lista es larga, las veces que se han escuchado estos calificativos desde la narrativa en Palacio Nacional son muchas y las consecuencias de este tipo de discursos se visualizan cada vez con más nitidez. Es el efecto de la polarización, la política maniquea: se es aliado o enemigo, buenos y malos, del pueblo o del grupo de privilegiados.

 

  • Así fue como Andrés Manuel López Obrador alimentó su campaña, claro está que todo lo aderezó con proyectos y programas que, para algunos, lucían como el cambio cuando se leían en papel. Ya como gobernante, ese papel se fue con el viento. Se quedó únicamente la línea discursiva sacada de una película de Ismael Rodríguez. La operación política se maneja igual. La actual administración ha marcado todo lo que huele a pasado, lo que no le acomoda, todo aquello que protagonizaron sus enemigos. Lo que haya llegado con gobiernos anteriores, se va. Lo que lleve la firma PRI, el PRI del que el Presidente ya no formó parte, se destruye.

Dejaron de operar varios programas sociales que, aunque perfectibles, funcionaban, pero como fueron iniciativas del pasado, no les encontraron mejor destino. Y si eso se hizo con políticas públicas, lo que ocurrió cuando hablamos del ámbito privado es igual de grave: basta recordar lo que ocurrió con el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que es hoy una silueta vista desde las alturas, esa forma de X, como metáfora o ironía del que fue su destino. Un proyecto cancelado, tachado, invalidado por esta administración que lo cambió por una terminal aérea que ayer cumplió su primer mes en operaciones y que se dice “internacional”, pero que sólo opera un vuelo al extranjero.

El NAIM se canceló porque así “lo quiso el pueblo”, según la consulta con la que López Obrador sustentó su decisión, un ejercicio que se promovió justo con ese discurso: buenos o malos. Y las consecuencias, más allá de lo referente a la movilidad y transporte, cayeron en el saco de la confianza que genera nuestro país como destino de inversión.

¿Qué garantías ofrece si de la noche a la mañana cancela proyectos? ¿Qué ofrece nuestro país si las reformas que llegan de Palacio Nacional insisten en calificar de buenos y malos a los escenarios posibles? ¿Quién querrá sentarse a negociar con un gobierno que sólo ofrece dos colores: negro o blanco?

 

  • Hace un par de días, el FMI ajustó otra vez su pronóstico de crecimiento económico para nuestro país, de nuevo hacia abajo, apenas alcanzaremos el 2%, ¿qué tanto de eso es responsable el contexto global y qué tanto es como resultado de la división que se genera de forma local? ¿De qué forma se construirá un camino en común, en el que, a pesar de nuestras diferencias, podamos transitar todos? ¿Cuándo veremos un gobierno dispuesto a trabajar por todos y no sólo por los suyos? En la búsqueda de esas respuestas, también encontraremos la dimensión del daño que hace la polarización.

 

 

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