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Fisurar las democracias

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

“Sí, fue gas lacrimógeno. Fue al ambiente, casi hacia la pared nada más para que se hicieran a un lado; pero no se le roció a nadie, ni se golpeó a ningún alcalde ni mucho menos. Aunque ellos sí pusieron en riesgo la vida de los trabajadores que están restaurando el edificio, empujaron a los policías militares y querían entrar por la fuerza por la puerta Mariana, pese a que ya había mesa de negociación y pese a que ya se les había invitado a participar en ella...”.

La anterior, la excusa que dio el gobierno de México luego de que más de 40 alcaldes de varias partes del país llegaron a primera hora a Palacio Nacional para solicitar audiencia con el presidente López Obrador.

Según palabras de Jesús Ramírez, vocero de esta administración, la movilización de los municipales puso en riesgo a quienes se encontraban realizando labores de restauración del edificio, por eso optaron por ese dispositivo de ¿seguridad?

¿De qué manera se alimenta una democracia si no es con el diálogo, con la participación de cada una de sus partes?

En las últimas semanas hemos visto justo lo contrario en varias locaciones del mundo, en países que parecerían tan distintos, como Irak o Chile. En ellos, los gobiernos han respondido justo así, empezando con gases lacrimógenos.

Y en Oriente Medio apenas van en busca de su sistema político y, esperemos, democrático, pero en Chile ha resultado una desafortunada sorpresa que las autoridades respondan al llamado de sus ciudadanos, primero con gases, que así se empieza, después con tanques militares a las calles.

El pacto democrático se encuentra más fisurado que nunca en el planeta. Y no sólo con actos de violencia, también con esas estrategias mañosas que provocan caídas del sistema que, al resolverse, regalan vuelcos electorales.

En Bolivia, Evo Morales parece haber librado la segunda vuelta, luego de que estaba casi segura, pero voilà!

Nuestro país no puede caminar rumbo a esos convulsos caminos.

Jamás debió arrojarse gas lacrimógeno a los alcaldes que solicitaron audiencia con el Presidente. Así como tampoco se debe limitar la libertad de expresión, como lo hizo Yeidckol Polevnsky, al asegurar que la oposición no tenía derecho a opinar tras el fallido operativo en Culiacán.

Así como las constantes descalificaciones a la prensa que escuchamos por las mañanas desde Palacio Nacional.

Así como el discurso de división que señala a conservadores, fifís y empresarios.

Porque lo único que se consigue con esto es vulnerar la salud democrática del país.

Lo ocurrido ayer por la mañana a los alcaldes es sin duda una lesión al pacto democrático.

Ellos, como el Presidente, fueron democráticamente electos, ¿por qué el Estado les respondió de esa manera?

¿En verdad era necesario el uso del lacrimógeno?

¿Ésta es la forma en que el gobierno tiende mesas con miembros de la oposición?

¿Así es como buscan enriquecer las instituciones?

La democracia no se construye con gases, tampoco con memorándums.

 

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