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Energía y retrovisión

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Muy mal año para Pemex. Otra vez. Este miércoles reportó sus últimos resultados financieros. Dolor de estómago para cualquiera. La empresa a la que este gobierno le ha apostado todo ha tenido pérdidas del 31%, principalmente por el brutal desplome de las ventas nacionales. La pandemia tumbó la movilidad y causó que, por ejemplo, la venta de gasolina se redujera en un 37%, el diésel 48%, y más grave aún, el combustóleo, 74%, lo mismo la turbosina. Pero estos números no son nuevos, por algo la han querido rescatar desde hace años. El tema de hoy es la dirección de la estrategia de salvamento.

“Que en este país pensemos que el futuro es el carbón cuando justo eso era cosa de mediados del siglo pasado o antepasado. Hoy, todos los países están caminando hacia las energías limpias. Australia respalda con carbón, pero sólo respalda, la idea es que sea un respaldo que nunca se utilice. Otros países, como Alemania, respaldan con otro tipo de combustible, como puede ser el gas o en algunos casos, carbón. Costa Rica produce 98% de su energía a través de las energías limpias. México se había comprometido al 35% y la noticia que tenemos es que lo que hay que comprar es carbón…”, me explicó en radio Xóchitl Gálvez, senadora de Acción Nacional y una de las principales opositoras de la política energética del presidente López Obrador.

No sólo es en ella en quien recae esta preocupación. La línea de pensar en el futuro mirando al pasado ha llegado incluso a la campaña presidencial de EU. Hace apenas unos días, legisladores enviaron a Donald Trump una carta donde, incluso, alertan que la visión del sector energético del gobierno de México, cerrado por completo a la inversión privada, es una franca violación al T-MEC.

Gálvez señala que la visión en Palacio Nacional responde más a un capricho. Anotaría, soberbia. Aun con los argumentos científicos y los hechos, resulta casi impensable que corrijan el rumbo. Han apostado para para hacer de Dos Bocas el proyecto que rescate a la paraestatal, pero la demanda y la proyección internacional apuntan en dirección contraria: “La entrada de los autos eléctricos es una realidad. Cuando California en 15 años ya no tendrá autos con combustibles fósiles. Es no querer retractarse (…) Producir con energías limpias cuesta 414 pesos el megawatt, con combustóleo más de 2 mil pesos; con carbón, cerca de mil 700…”, señaló la senadora en entrevista, quien horas antes llamó “secretaria de las energías sucias…” a Rocío Nahle, defensora a capa y espada de la visión presidencial.

No son pocas las voces que hablan de la nostalgia con la que Andrés Manuel López Obrador ha construido su proyecto de gobierno. Señales hay por todos lados: “Julio Urías, el Valenzuela II. Ganaron los Dodgers la Serie Mundial. Se cumplió mi pronóstico. Ganó México…”, expresó el martes por la noche. “Valenzuela II”, como si Urías por sí solo no fuera un atleta completo. Referencias a lo que ya fue, como Pemex o la CFE, que habrán sido empresas altamente rentables, pero que hoy tienen un destino incierto, no sólo por sus condiciones particulares, sino también por el rumbo global que toma el sector energético.

México firmó compromisos en el Acuerdo de París, pero hoy se antoja complicado que se alcance la meta de producir 35% energías limpias para el 2024, cuando el plan se reduce la construcción de una refinería y se cierra el mercado a la inversión privada. Y esto no sólo le costará al país como Estado, también a los mexicanos, quienes tendremos que pagar energía que cada vez será más cara producir.

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