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El “affaire Maduro”

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Forma es fondo. México tendrá un representante en la investidura de Nicolás Maduro, que se realizará este jueves. No será el canciller o algún otro miembro del gabinete. Tampoco el embajador de nuestro país en aquella nación sudamericana. Será el encargado de negocios de nuestra representación diplomática, Juan Manuel Nungaray. Un mediano perfil en un evento que atrae el lente internacional que ya este fin de semana provocó una polémica en la región.

México, al no respaldar el posicionamiento del Grupo de Lima, fue blanco de críticas. Si bien, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía desconocen el nuevo mandato presidencial en Venezuela, México no da su aval, sólo pone distancia con ambas partes. Lo explica así Natalia Saltalamacchia, especialista en Estudios Internacionales del ITAM: “Es una posición diplomática prudente, que deja diferentes puertas abiertas, como quizá sea sensato hacer en el arranque y mientras se toma el pulso de las transformaciones regionales. Su rumbo se irá decantando al tenor de los acontecimientos internacionales, pero también —hay que decirlo— del juego de fuerzas políticas al interior del gobierno de México. Lo que está claro —sea cual sea la estrategia— es que México no puede retraerse de lo que pasa en Venezuela y sus consecuencias regionales. Por eso tomo al pie de la letra la última frase de la posición de México: “Nuestra apuesta es por la diplomacia”. Tiene que ser mucha, profesional y activa...”, remata en su publicación en Nexos, retomando una declaración de Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores.

Es cierto que México no está dando su aval al régimen venezolano. Este lunes, el canciller defendió la postura mexicana en la Reunión de Embajadores y Cónsules: “no intervención no significa pasividad y sí significa respeto a los países...”, pero también reiteró la línea con la que busca dirigir el trabajo diplomático de nuestro país, que es la misma de la que habló en Canadá hace unas semanas, como aquí lo contamos: “¿Qué es lo que nos puede dar la efectividad en esas causas generales, pero también de las relaciones bilaterales? Alguien dirá la magnitud, el crecimiento económico, el éxito de las reformas en curso, pero, esencialmente, la autoridad moral que deviene de una autoridad basada en la legitimidad democrática y la defensa eficaz de los derechos humanos aquí en México, en primer lugar...”.

Una postura con tiento, Ebrard está tan seguro de ello, que se dispuso a los costos políticos que se generaron a partir del no respaldo al Grupo de Lima.

Aunque también es cierto que la Doctrina Estrada tiene sus limitantes. No se trata de interferir en asuntos internos de un territorio extranjero, pero sí de hacer presión desde las trincheras correspondientes para dar un mensaje de advertencia: el pueblo venezolano no está solo, y el gobierno de Maduro tendrá que pagar costos políticos y económicos como consecuencia de sus arbitrariedades, ampliamente documentadas: un daño patrimonial de al menos 450 mil millones en los 19 años de la llamada Revolución Bolivariana, desabasto de alimentos que hace de la desnutrición una causa de muerte infantil, falta de medicamentos... por decir lo menos.

Hoy sabemos que la apuesta de México es el diálogo, un trabajo diplomático que sí es urgente, pero que también deberá contar con el respaldo de otros países de la región. “En diplomacia, el lenguaje y los matices cuentan mucho...”, afirma Natalia Saltalamacchia. México se está dando una oportunidad única para demostrar el alcance de su política exterior, algo que no es ajeno para Marcelo Ebrard.

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