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“Andrés Manuel” y “López Obrador”

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

López Obrador se convirtió en Presidente de México a las 11:45 pm en el Hotel Hilton en la Ciudad de México. Los cambios de su gobierno serían profundos, pero se darían con apego al orden legal. Su gobierno, enfatizó, mantendría disciplina financiera y fiscal y reconocería los compromisos contraídos con empresas y bancos nacionales y extranjeros.

A Paco Ignacio Taibo no le debió haber caído tan bien la llegada al poder de López Obrador. AMLO había utilizado su primer discurso para aclarar que no habría expropiación de bienes. A Taibo nadie lo escuchaba.

Andrés Manuel se convirtió en Presidente de México pasada la media noche en el Zócalo capitalino. Los cambios de su gobierno serían inmediatos. Desde el primer día, aclaró, se aumentaría la pensión a los adultos mayores al doble. Todos los discapacitados pobres tendrían una pensión similar y, dijo, se garantizaría a todos los jóvenes el derecho al estudio y al trabajo.

A los mercados no les debió haber caído tan bien la llegada al poder de Andrés Manuel. Los banqueros comenzaron a sentir una “ligera preocupación de un incremento en el gasto de gobierno”. El peso se depreció un poquito.

El dilema es que ahora, el que los dos, Andrés Manuel y López Obrador, sean presidentes electos de México tiene a muchos vueltos locos.

Los analistas económicos se quejan de la incertidumbre, los analistas políticos de su falta de presidencialismo. Se debate lo que puede, o no puede decir AMLO, hoy o después del primero de diciembre.

Más aún, tomará tiempo para que algunos se aclimaten al Andrés Manuel que domina la teatralidad del mitin. Al que entra al escenario entre las multitudes. Al creador de las míticas fotografías de los ríos de gente que lo tocan. Al de los collares de flores que le cubren el cuello.

Y así, algunos extrañarán al PRI porque López Obrador fracasa en la teatralidad del poder. Se reúne en espacios de apariencia austera. No hay caoba, no hay pompa. Las mujeres de Morena llegan en jeans y de zapato bajo. Algunos cuchichean si no les hubiera costado trabajo que las dejaran pasar a un evento de Peña Nieto.

Esta semana, el choque entre Andrés Manuel y López Obrador se hizo notoriamente evidente cuando, durante un mitin en Tepic, Andrés Manuel comentó que el país estaba en bancarrota y la declaración fue interpretada de inmediato como evidencia de la ignorancia de López Obrador.

Y sí, de facto, López Obrador se equivocó. México no está en bancarrota. La deuda de México, si bien ha crecido, es mucho menor en términos proporcionales que la de Brasil o la de Chile. La recaudación ha aumentado en 78% del 2012 a la fecha, y los ingresos totales del Estado en 15 por ciento.

El dilema que enfrentamos no es menor. Andrés Manuel López Obrador será presidente y no dejará de andar en giras.

No tengo duda de que aprenderá a moderar su lenguaje, pero seguro seguirá cometiendo errores técnicos y de protocolo. La naturaleza de la exposición mediática constante lo hace susceptible a ello. Su personalidad y cercanía con el ciudadano, aún más.

Me parece importante que los analistas hagamos notar los errores que comete AMLO. Y me parece importante que dichos errores, si lo son, se corrijan.

Pero es importante que aprendamos a diferenciar el discurso de mitin, y a centrar el debate en la toma factual de decisiones de la política pública. En la medida en la cual lo hagamos, podremos impedir que la discusión mediática se centre por completo en “lo que dijo AMLO”, y se comience a centrar en lo que realmente hace.

Esto es crítico para no caer en el error que han cometido los medios de Estados Unidos: un país donde el Presidente sienta la agenda mediática a partir de declaraciones superficiales sobre las que tribus de periodistas ideológicamente contrarias se atacan unas a otras. Todo mientras se toman decisiones transcendentales que quedan sin espacio mediático.

 

Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard

Twitter: @Viri_Rios

 

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