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La nostalgia y el relajo

Víctor Manuel Torres

Víctor Manuel Torres

CUARTO DE FORROS

 

Musicalmente hablando, no hay manera de encasillar a Los Lobos. La hibridación es su sello y su bandera. Surgidos hace medio siglo en Los Ángeles, desde su origen la mixtura los define y, por lo tanto, la definición se desvanece. Quizá sea más fácil meterlos, a chaleco, en una caja llamada, si se me permite el término, “rock chicano”.

El asunto es que su corazón rítmico está anclado, lo sabemos bien, en un sonido cuyos latidos provienen del rocanrol —qué duda cabe—, con el decidido aporte del tex-mex, del country, del folk, del blues y del rhythm & blues; pero también de la cumbia colombiana, del son cubano y, sobre todo, de la música tradicional mexicana, en donde caben los corridos, los huapangos y, desde luego, los sones jarochos.

¿De dónde si no? O como proclamaba Germán Valdés Tin Tan, el más famoso de los pachucos: “¿Más mezcla, maestro? ¿O le remojo los adobes?”. Indefectiblemente, la banda formada por Steve Berlin, David Hidalgo, Conrad Lozano, Louie Pérez, César Rosas y Enrique Bugs González vuelve una y otra vez a sus orígenes y los muestra con orgullo.

La mención a esta espléndida agrupación se debe al lanzamiento de su más reciente producción discográfica, ya de por sí prolífica: Llegó Navidad, que se circunscribe —no podría ser de otra manera— en la época decembrina. En ella incluyen 12 tracks que no se limitan al ámbito mexicano. Lo rebasan para hacer un diáfano homenaje a la música que otros artistas han dedicado a las celebraciones que cierran el año.

El disco abre con La rama, un popular “villancico jarocho”, por así llamarlo, muy arraigado en la tradición y en el jolgorio. Su estribillo dicta: “Naranjas y limas, / limas y limones, / más linda es la Virgen / que todas las flores”. Se canta durante las posadas y acepta la improvisación. La canción es completamente festiva. Ya el músico mexicano Armando Rosas se ha encargado de rescatarla en sus recitales y le agrega un toquecito de blues bien plantado.

Le sigue Reluciente sol, un clásico salsero del Gran Combo de Puerto Rico que hizo famoso el legendario cantante Charlie Aponte. También aparece It’s Christmas time in Texas, un track que George Strait, un cantante de country, hizo famoso a finales de los años 70, y Los Lobos lo devuelven como un tex-mex en el que el acordeón se enseñorea.

No falta, por supuesto, un tributo a José Alfredo Jiménez, nuestro genio del Bajío. En este punto se detienen para saludar al maestro de Dolores Hidalgo y rendirle tributo con su Amarga Navidad, con su inaudita y bien conocida y desafiante sentencia y su posterior pregunta incontestable: “Acaba de una vez de un solo golpe. ¿Por qué quieres matarme poco a poco?”.

El disco incluye un villancico muy popular, Arbolito de Navidad, que Los Lobos interpretan a ritmo del colorido y alegre vallenato colombiano: “Arbolito de Navidad que siempre florece los veinticuatro / No le vayas a dar juguete a mi cariñito que es un ingrato”.

Quizá la parte más lúdica del disco sea la versión totalmente pochita y con un toque boogie de un clásico infantil que hizo muy famoso en español, en sus programas dominicales, Xavier López Chabelo: ¿Dónde está Santaclós?, que en realidad fue interpretada a finales de los años 50 en Estados Unidos por el entonces niño Augie Ríos, un actor y cantante de origen puertorriqueño: “Mamacita, oh, where is Santa Claus? / I look for him because it’s a Christmas Eve”.

El track que da nombre al álbum, Llegó Navidad, es presentado como una especie de guajira nostálgica y suave, cuya letra apela a la unidad latinoamericana.

También, ya en un tono francamente festivo, se incluye La murga de Panamá, el clásico salsero que inmortalizó esa célebre e inaudita ecuación boricua conformada por Willie Colón y Héctor Lavoe. De fondo no se escucha el inmortal trombón de Barry Rogers, pero sí un solitario saxofón que le hace honores a tan tremenda canción, que no es otra cosa que un pretexto para sacarle lustre a la pista de baile.

Las mañanitas también están integradas a la producción discográfica. Y esta versión infaltable en los cumpleaños podría y debería adoptarse ya en las fiestas mexicanas.

Los Lobos, indefinibles y disfrutables como son, han pergeñado un tributo musical latinoamericano que, espero, quede como una huella musical digna de la nostalgia y del relajo. Para la posteridad, pues.

 

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