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Claudia, ¿estás ahí?

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

El pasado 5 de diciembre, Claudia Sheinbaum cumplió un año al frente del gobierno de la Ciudad de México. Su administración ha sido tibia. Si bien ha ido evolucionando y al menos ya no se ve que se queda lampareada como perrito en el Periférico en cada crisis, el proceso ha sido más lento del que exige una ciudad como la capital. Algunos de sus funcionarios también se han ido enganchando y otros, pobres, no tienen remedio.

Hoy, la Jefa de Gobierno tiene cuatro grandes retos: diferenciarse de otros gobernantes con algo más que sus inseparables mascadas, cortarse el cordón umbilical de Andrés Manuel López Obrador para demostrar que ella puede sola, hacer los cambios necesarios en su gabinete para sacudirse a los que seguramente son honestos, pero muy ineptos y por supuesto, la inseguridad.

Hasta el momento, parece que el gobierno de la Ciudad de México es como la oveja Dolly de la administración federal. Por eso no sorprende que, queriendo imitar a su creador, la jefa de Gobierno, incluso, utilice los mismos elementos discursivos de Andrés Manuel López Obrador. Al igual que el tabasqueño, Sheinbaum habla de que terminaron en la ciudad con una política de privilegios, corrupción y abusos, que aplica una austeridad republicana. Por supuesto, le echa la culpa de los problemas de la ciudad a las anteriores administraciones y cree que llegó a su primer año bien, bien. Una cosa es tener un mismo ideal de partido, y otra que parezca que comparten a la misma persona en la elaboración de los discursos.

Incluso, durante el informe de gobierno que dio ayer, las frases que ocupó eran como sacadas de las conferencias mañaneras del Presidente: “Nuestro compromiso es claro con la ciudadanía, por eso trabajamos todos los días para atender las demandas y necesidades de la gente”, “En la Ciudad de México se respeta el derecho a la manifestación de ideas y al libre tránsito de personas”.

Al igual que el mandatario, Sheinbaum también es reiterativa en señalar que no caerá en provocaciones y que no utilizará la fuerza para reprimir, pero cuando las marchas violentas toman las ciudades, lo que se observa no es una gobernante humanista, sino claudicante, incapaz de asegurar que la libertad de manifestación vendrá acompañada del derecho de marchar de manera segura.

Así pues, en este primer año, parece que la funcionaria capitalina decidió ser una secretaria más del gabinete de López Obrador que una gobernante autónoma. Varios de los problemas que le estallaron terminaron en la Subsecretaría de Gobernación federal ante la falta de oficio político.

La jefa de Gobierno acompañó sus mensajes de primer año con el hashtag #Año1EnNuestraCasa. Alguien debería de decirle que “nuestra casa” sigue en llamas con el tema de la inseguridad. Si decidió no cambiar al anterior secretario de Seguridad Pública por no hacer enojar a Marcelo Ebrard porque le daba pena y le quería dar otra oportunidad o por omisión, es algo que ella debe asumir. No cambiar a Jesús Orta a tiempo le costó a la ciudad un año más de delincuencia desenfrenada.

La percepción de inseguridad se mantiene en la ciudad, la gente sigue teniendo miedo de salir a las calles y ser asaltadas en el transporte público, en sus carros o sus casas; para acabarla, el primer operativo en serio realizado contra la Unión de Tepito con apoyo de la Secretaría de Marina resultó ser un fracaso.

A la también exdelegada de Tlalpan le quedan 5 años más en el gobierno. Automáticamente se le menciona como una candidata a sustituir a López Obrador, pero para lograr ello, le hace falta ser realmente La Jefa y no una subordinada del Presidente.

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