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Héroes no solo en la pandemia

Santiago García Álvarez

Santiago García Álvarez

En otros artículos hemos considerado a distintos “héroes de la pandemia”: médicos, enfermeros, cuidadores, etc. Además de héroes, algunos de ellos han terminado siendo mártires. Más allá del notable heroísmo de mujeres y hombres en estos tiempos extraordinarios, pienso que es una buena oportunidad para que los valoremos también en la vida cotidiana, junto con otros tantos trabajos y oficios ordinarios que son base fundamental, aunque frecuentemente olvidada, para el debido funcionamiento de nuestra sociedad.

Las profesiones o posiciones sociales con reflectores suelen ser las más llamativas, atractivas e incluso aspiracionales para una sociedad global, digital y mediática. Políticos, empresarios, periodistas, influencers, deportistas y artistas suelen acaparar las miradas. Lo que piensan, dicen y hacen tiene un notable efecto social. Dan lugar a reacciones, comentarios, likes, dislikes; suelen ser trending topic y generar “culturas de pensamiento” con un impacto importante en el pensamiento colectivo, generando verdaderas transformaciones sociales. Con frecuencia opinan sobre temas de los que no son expertos y aun así consiguen que la gente los siga y apoye como si lo fueran. Es común encontrar intersecciones de ámbitos donde inciden en un campo distinto del suyo. Cuando los políticos evangelizan, los periodistas hacen predicciones económicas, los influencers generan cultura, los artistas politizan, los deportistas ideologizan y los empresarios deciden sobre bienes públicos, son mucho más proclives al error que cuando ejercen su actividad natural.

Los trabajos de carácter más ordinario llaman menos la atención y son, en apariencia, menos atractivos. Al mismo tiempo, son aquellos que en el fondo permiten que la sociedad siga funcionando, no sólo ante una crisis de pandemia, sino también en la vida cotidiana. Enfermeros y enfermeras, médicos, policías, abarroteros, científicos, transportistas, sacerdotes, limpiadores, recogedores de basura, maestros y tantos otros, en estos tiempos de pandemia, han tenido un papel especialmente valioso en el ánimo social, dando esperanza, ejercitando la paciencia, sembrando alegría y coadyuvando de modo muy valioso a no generar pánico. En tiempo ordinario son pilares fundamentales que permiten que la sociedad pueda aspirar a una vida digna, saludable, segura y abierta a la trascendencia. Suelen mantener su rol social y evitan un traslape de funciones. En general, los médicos quizá no sean los mejores recolectores de basura; los transportistas, maestros eficientes; los policías, consejeros espirituales, y seguramente los sacerdotes no sean los más atinados en cuestión de diagnósticos médicos. Por ello la importancia de que cada quien se centre en lo suyo, haciéndolo bien y respetando a los demás, consiguiendo así una base de convivencia social que descansa en la confianza mutua.

La misma lógica siguen las profesiones que son más vistosas. Así como no debemos darles más valor del que tienen por su escaparate público, también sería injusto rebajarlas simplemente por la presencia natural de sus reflectores. De este modo, también el político, el artista, el deportista, el periodista, el influencer y el empresario tienen un magnífico rol social encaminado a buscar el bien común, expresar la belleza, alegrar una tribuna, informar a quienes tienen derecho, promover mejores estilos de vida y generar riqueza. En ocasiones les toca jugar papeles sumamente difíciles y ser injustamente criticados, soportando cargas de modo admirable.

Lo que acabo de exponer es una verdad de Perogrullo. Parece un esfuerzo casi absurdo explicitarlo, por lo evidente que resulta. Sin embargo, vivimos tiempos en los que por momentos hemos perdido el sentido común y regresar a lo básico puede representar una nueva luz. Sin agradecer ni dejar de dar la debida importancia a todos los trabajos y oficios más vistos, estoy convencido de la conveniencia en dar una mayor y, por lo mismo, más justa dimensión social a los trabajos, profesiones y oficios con menos reflectores, pero con verdadera luz propia, con vocación ordinaria, que generan efectos igualmente extraordinarios.

Los trabajos honestos —vistosos o no— que intentan sencillamente hacer las cosas bien, sirviendo a los demás y contribuyendo al bien común, han sido iluminadores en la pandemia y lo son también en la vida cotidiana, aunque sea tan difícil de observar en la nebulosa sociedad actual.

 

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