Secuestros contra estudiantes en la CDMX

Ruth Zavaleta Salgado Zurda
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El lamentable secuestro y doloroso asesinato del joven universitario Norberto Ronquillo ha puesto al descubierto no sólo la ineficacia del sistema de seguridad pública que se vive en la Ciudad de México, sino también la pérdida de valores fundamentales que tienen que prevalecer en una sociedad moderna y pluralista como la nuestra.

Desde las tesis de Aristóteles hasta las teorías modernas de la moral y la ética podemos descubrir que la amistad es una virtud y es indispensable en nuestra vida. Si de algún modo nos aterra la idea de encontrarnos en la indefensión por la inseguridad, más terrorífico resulta saber que ciertos delitos como el secuestro son cometidos en su mayoría por personas que están cercanas a las víctimas y que, en algunos casos, como éste, son considerados como sus amigos.

No obstante lo dicho, respecto al caso del estudiante Norberto esperamos que haya justicia verdadera y no chivos expiatorios para disminuir la presión que se ha ejercido en los últimos días contra la jefa de Gobierno y que generó la lamentable participación del Presidente de la República en un mitin público para, supuestamente, respaldarla y cuidarla de los “grandulones abusivos”. Menudo favor nos hacen a las mujeres cuando gobernamos y nos presentan como pobres personas que requerimos el respaldo de esa manera.

El tema tiene muchas aristas y, seguramente, el presidente Andrés Manuel López Obrador cree que con porras y aplausos va a mitigar la problemática capitalina, pero eso es seguir pensando ingenuamente y que con discursos, aquellos que se dedican a delinquir como un modo de vida, van a desistir por un remordimiento moral.

Lo que requiere la Ciudad de México son recursos más económicos, profesionales y sociales y, menos soberbia y pensar en el pasado para justificar el fracaso del presente. Esta misma semana, Isabel Miranda de Wallace, presidenta de Alto al Secuestro (otra madre a la que le fue arrebatada la vida de su hijo por sus propios amigos), dio a conocer las cifras del incremento de los secuestros en toda la República, pero de forma destacada en la CDMX. En cinco meses, ha habido 59 secuestros contra 29 que sucedieron en todo el 2018. A pesar de que es significativo el dato, a la jefa de Gobierno no debió sorprenderle porque, precisamente ella gobernaba la delegación Tlalpan, donde se ha dado a conocer que en los últimos años en los alrededores de las universidades privadas y úblicas, que confluyen entre las avenidas de Las Torres, Acoxpa, Periférico y Tlalpan, ha habido secuestros y asesinatos de estudiantes. La impunidad prevaleció y hasta donde tenemos conocimiento, las investigaciones nunca concluyeron en castigar a los responsables porque no hay capacidad para realizar dichas investigaciones.

Los datos son transparentes y no sólo el secuestro se ha incrementado, el Inegi y el Sistema del Secretariado de Seguridad han dado cuenta de cada uno de los delitos va en aumento. Esto ha influido para que Claudia Sheinbaum sea evaluada de forma más negativa que otros gobernadores que enfrentan problemas de incremento de violencia en sus estados.

Lamentablemente, a diferencia de otras entidades y por obvias razones, los actos violentos y monstruosos como el de los secuestros y asesinatos de las jóvenes víctimas, como el caso acontecido, tienen un mayor impacto negativo si suceden en la Ciudad de México (la comunicación es más rápida, las redes sociales influyen más, los sectores sociales responden más rápidamente), por lo que la confianza ciudadana puede perderse más pronto (aun con la legitimidad alta con la que haya llegado un gobernante).

En este caso, se suma otra carga pesada para la jefa de Gobierno, y es el hecho de que, en toda la República, sólo gobiernan dos mujeres, ella y la de Sonora. Por la cultura machista que ha prevalecido en el país, no están ajenas a tener mayor visibilidad y, quizás, a ser juzgadas con mayor severidad que los hombres que gobiernan otras entidades.

Este hecho obliga a que deben tener un mayor cuidado a la hora de conformar sus gabinetes y diseñar sus políticas públicas, pero también a tener mayor objetividad para reconocer cuando los señalamientos y reprobación ciudadana son por ineficiencia en el quehacer público tal y como ha sucedido en estos pocos meses en la Ciudad de México en temas como el de la seguridad pública, el Metro y el medio ambiente.

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