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Se pisan la cola

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Hace 207 años se dio una batalla, la cual fue un mensaje de lo que, eventualmente, sería la debacle de los realistas, se mermaba la intención de mantener el virreinato de Nueva España y el control de la tierra.

Esta muestra acrecentó la expectativa de los insurgentes, les incrementó los ánimos sobre la viabilidad de la victoria, que llegaría unos años después.

La Batalla de Cuautla y el sitio de la ciudad fueron protagonizados por el brigadier realista Félix Calleja y el jefe insurrecto José María Morelos. Los insurgentes tomaron ciudades estratégicas con la intención de llegar a la Ciudad de México.

Calleja tenía cinco mil hombres, militares entrenados para la guerra; Morelos, tres mil, primordialmente campesinos, peones e indios, personas que, por décadas, habían sido explotados por los españoles.

El llamado Niño Artillero, Narciso Mendoza, fue uno de los héroes de las batallas: en Cuautla, ya sitiada, con los insurgentes acorralados, hubo un ataque para intentar eliminarlos, sin embargo, en un acto estratégico y valiente, dispara un cañón, logrando que los realistas se replegaran y desistieran de su acción.

Hubo hacendados que aportaron un gran apoyo para aplastar el avance independentista, uno de ellos, el español Mateo Musitu, patrocinó la compra de un cañón que bautizó como “El Matamorelos”. En su primera incursión en batalla fueron derrotados. Morelos, después de ello, fusiló a 50 soldados realistas.

Calleja, después de diversos ataques, no pudo mermar a los insurgentes; aun siendo su objetivo, no los pudo destruir. En sus constantes discusiones entre los oficiales realistas no le permitieron continuar con el asedio, el 2 de mayo desistió de su campaña y, frustrado, se retiró. Los insurgentes salieron airosos.

Esta efeméride nos debe llevar a la importante reflexión sobre nuestras diferencias como mexicanos. Entonces, en un ambiente bélico, la estrategia y logística, los muertos y la toma de posiciones eran la diferencia entre ganar o perder.

Hoy, toda proporción guardada, se lucha por el poder político, donde el convencimiento sobre las diversas ofertas electorales son las que hacen valer el derecho a decidir libremente.

Desde la primera transformación de México, la Independencia, la historia debe ser referencia; las demandas sociales de nuestros antepasados, apenas hace 200 años, aún siguen vigentes.

De los grandes acuerdos que debemos tener como mexicanos se encuentra el conservar el estado de gobernabilidad electoral, que nos da la certeza de que existe civilidad y legalidad. Y que la injerencia del gobierno quedó en el doloroso pasado, donde la compra de votos y las dádivas era la constante, en vez de la añorada libertad democrática.

Estábamos sitiados como en la Batalla de Cuautla, copados por todos los frentes, aunque hay resquicios de los que siguen teniendo fantasías del México corrupto del pasado, ellos viven aún en un mundo paralelo. Se pisan la cola.

 

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