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No es hartazgo, es ausencia de masoquismo

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

1968, para ser exactos el 2 de octubre, las primeras cinco décadas de impunidad. En la historia universal, no se sabe de un caso similar en el que un crimen de Estado, donde se asesinaron estudiantes, está completamente impune. Hasta el juicio de Nuremberg puso en manos de la justicia a los responsables del Holocausto Nazi. La manipulación de las instituciones democráticas del Estado, así como el coludido sistema de partidos políticos, han sido colaboracionistas de los “triunfos” fraudulentos, que como juez y parte desde los comicios de 1988 han compartido el poder y las desgracias de la falta real de alternancia.

La importación de tecnócratas como gobernantes, mejor conocidos como los Chicago Boys, donde su doctrina mundial consiste en la privatización de las empresas nacionales, la eliminación del proteccionismo comercial y la apertura voraz del libre comercio, tienen a los países como el nuestro con el prestigio internacional por los suelos.

Este 2018, debe ser el año de ruptura con el saqueo, los números hablan por sí mismos, un crecimiento económico anual, prácticamente, nulo, el menor de los países integrantes de la OCDE. Con 60 millones de pobres que ganan menos de mil 400 pesos mensuales y además con nueve millones en pobreza extrema.

140 mil jóvenes estudiantes rechazados anualmente, no por su aprovechamiento escolar, sino por falta de lugar en el sistema de educación pública, donde por cierto en el Tratado de Libre Comercio, se prioriza la inversión en la educación privada por encima de la pública. México en el lugar 135 de 180 países, dentro del Índice de Percepción de la Corrupción que realiza la Transparencia Internacional, muy cerca de Somalia, el país más corrupto del mundo.

Con más de 40 mil desaparecidos, prácticamente en todos los casos se trata de desaparición forzada. Los 240 mil muertos que suman los sexenios del PAN y del PRI, producto de la fallida política de drogas, no coinciden con ninguna catástrofe en la historia; ni en 8 años de guerra en Siria se ha dado esta cantidad de homicidios dolosos.

Esta violencia desbordada donde todos hemos sido testigos de mutilaciones, decapitaciones, violaciones tumultuarias, ahorcamientos, feminicidios, infanticidios, manipulación de cadáveres en ácidos, fosas clandestinas, balaceras y un interminable etcétera.

Es nula la lucha institucional contra la corrupción, el desvío de recursos económicos multimillonarios, ha convertido al país, en una fábrica de opulentos políticos que presumen y ostentan con todo cinismo su insultante riqueza. Más de 21 entidades federativas no han aclarado a la ASF, el destino de los recursos federales destinados para los objetivos contenidos en la Ley de Egresos de la Federación y sus diversos ramos. Están desaparecidos 302 mil millones de pesos.

Esta fábrica de pobres y de ricos, produce millones de los primeros y muy pocos de los segundos, los primeros productos de las fallidas políticas públicas en materia económica y social y la segunda producto del amiguísmo, nepotismo y mafias que han pervertido la sana relación que debe haber entre el poder y el capital.

La ruptura oportuna, como toda relación tóxica, es vital, la del electorado con los candidatos también debe tener una consecuencia; llega el momento de refrescar el vínculo entre gobernantes y gobernados, donde el escrutinio público de los trabajadores al servicio del Estado debe ser absolutamente transparente, acabar con simulaciones y darnos la oportunidad por primera vez en nuestra historia de un cambio verdadero.

El compromiso concentra una enorme responsabilidad patriótica, no sólo por el tamaño del reto, que es eliminar los nexos ilícitos y criminales que hoy existen, sino extinguir a la corrupción como política pública prioritaria y como conducta nacional.

Juntos los mexicanos debemos escribir una nueva historia. Debe ser un honor, no solamente para los que dirijan este país, sino para los que elijamos el 1 de julio como nuestros gobernantes.

No es hartazgo, es ausencia de masoquismo.

                Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

 

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