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Moralmente derrotados

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Decir que “primero los pobres” no es una frase de campaña, no forma parte de un programa de gobierno, no es un eslogan publicitario ni mucho menos un mensaje franciscano. Es la base de congruencia e idoneidad.

Si bien es cierto que la inseguridad, la violencia y la corrupción son los tres temas que más preocupan a los mexicanos, según la última encuesta realizada por el Inegi en julio de 2019, también es cierto que, en este país, más de la mitad de la población es pobre, lo cual significa que estas personas viven con menos de un dólar al día.

En cumplimiento de la obligación del gobierno para informar del estado que guarda la administración pública —donde no existe un formato rígido para ofrecerlo— se dio cuenta de varias promesas cumplidas.

La base primordial de este ejercicio es atender la plataforma social menos favorecida en el territorio nacional. Aquellos a quienes arrasa el frío y lo único que los abraza es una delgada cobija, aquellos a quienes sofocan las grandes temperaturas sin remedio, aquellos que no tienen agua potable y, por supuesto, aquellos que han vivido estigmatizados por su lugar de origen, por su color de piel, por su preferencia sexual, por su idioma o afiliación política.

La pobreza no es sólo económica. El factor de desarrollo ha sido desigual; es por ello que los más necesitados estaban invisibilizados, a los que sólo se tomaba en cuenta en época de elecciones. Aquellos que, a travez de una dádiva y aprovechándose de su hambre, fueron cooptados para la comisión de un claro delito electoral.

En un encuentro más (después de las casi 200 conferencias matutinas diarias que ha tenido el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con el pueblo), ha dado cuenta, minuciosamente, de la importancia de ser transparente, de hablar de frente y enviar el mensaje de que nunca más un México sin ir resolviendo la deuda de la pobreza, nunca más un México que una el poder político y el económico, nunca más un México para la oligarquía abusiva y voraz.

Por ello, en estos primeros nueve meses de gobierno se da cuenta y se refrenda el cumplimento de compromisos hechos en campaña.

No escribo desde el corazón, sino de la realidad de los hechos, estos son palpables; hoy no hay limosna, sino un proceso del desarrollo económico, político y social.

Esto es real y va en franco crecimiento. La felicidad de la mayoría de los mexicanos es un hecho, se dio fin a una era detestable de enriquecimiento ilícito, de colusión entre los que hoy causan a la memoria inmediata la repulsión social; los que ocuparon su oportunidad para gobernar y sólo desilusionaron una y otra vez. Hoy se encuentran sin posibilidad de estructurarse institucionalmente. Para esos que están en la lona, hoy se dictó una sentencia condenatoria inapelable y de magnitud altamente expansiva: “moralmente derrotados”.

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