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México después del COVID-19

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Merecen la Medalla Belisario Domínguez. Aplausos de pie y agradecimiento eterno a nuestros médicos(as) y enfermeras(os) y a todo el personal de salud que participaron, de una u otra forma, para salvar nuestra salud y la vida de los mexicanos.

Vendrá la reactivación escolar, laboral, económica, social; paulatina y temerosa, tambaleante como el niño que comienza a caminar, pero que debe correr para alcanzar el ritmo de la vida antes de los meses en pasmo.

El esfuerzo colectivo se dará para oprimir la paranoia y el miedo, es una nueva educación de la voluntad.

No me referí a la normalidad política, porque, a pesar de la propuesta y tregua en gran parte del país, los obsesivos y compulsivos aspirantes y continuistas del poder no cejaron un ápice para difundir noticias falsas, “posicionarse” con medidas protagonistas contrarias a la ciencia médica y, peor aún, notorias convocatorias separatistas, que, por supuesto, no tuvieron eco, sólo provocaron vergüenza nacional.

El costo dramático de las muertes, como en todo el mundo, será una herida que sanará con el tiempo, como casi todo.

Los más agraviados fueron los indisciplinados, los sorprendidos por sus gobernantes al no unir esfuerzos nacionales, priorizando su visión regionalista y apátrida, antinación.

El crimen organizado escaló escaños sociales, en absoluta campaña de empatía en las poblaciones más vulnerables y violentas del país, a la vieja usanza de los cárteles sudamericanos, nada nuevo. Una cooptación siniestra donde adquieren complicidades, sin duda una acción humanitaria con fines de lucro.

Sorprende, como siempre, la solidaridad de la enorme mayoría de la sociedad, la voluntaria misión de ayudar a los demás, propia de los mexicanos. El rescate de los que viven día a día, los millones de pobres, de nuestros adultos mayores (a diferencia de otras naciones), el apoyo a los negocios de consumo locales.

Se logra ver la vida y la muerte desde otra visión. Porque la fragilidad filosófica se encontró con la realidad. El enemigo invisible que no se percibe en una guerra donde pareció que sólo el victimario actuaba. Por fortuna, estamos de frente al sol.

Ahora es necesario continuar engrandeciendo el sistema de salud pública, sus presupuestos, el diseño institucional y su función de seguridad nacional. Redimensionar presupuestos públicos y privados, porque este nuevo índice de medición mundial fue y será indisoluble, prescindible y permanente en el presente y futuro de la raza humana.

Un nuevo orden mundial basado en el cuidado de la salud y el control de epidemias para el simple funcionamiento del reloj biológico mundial.

Valoramos más la cercanía con los amados, conocidos y desconocidos; del tiempo. Y no añorar el silencio y menos la soledad.

No relajamos la firmeza, evitamos un rebote. La vacuna se espera con ansia sobre la gran pregunta: ¿Quién monetizará ese invento científico? ¿Es inmoral su comercialización, a pesar de ser el producto más apetecido del mundo?

Por fortuna, aprendimos y confirmamos que, unidos, siempre nos irá mejor. Los que no lo creen son libres de pensar y transitar.

 

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