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Mario Delgado, presidente de Morena

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Morena, Movimiento Regeneración Nacional, se convirtió en el partido político más importante de México en tiempo récord, conformado, principalmente, por ciudadanos de todos los rincones del país, es también la suma de diversas expresiones ideológicas principalmente de izquierda; algunos de sus militantes y simpatizantes provienen de viejos partidos, algunos sin registro, otros, en franca debacle, en caída libre, directo a la irrelevancia.

Morena logró en 2018 el objetivo principal para el que se constituyó: vencer a la maquinaria neoliberal en las urnas, tras décadas de transas, recursos de dudosa procedencia y operaciones electorales. Desgraciadamente, este éxito no logró que sus dirigencias políticas construyeran un nuevo rumbo que definiera el actuar del partido, e incluso algunos han encontrado nichos de oportunidad para establecer un monopolio por el control financiero, administrativo y político de la organización.

La absoluta ausencia de liderazgo encarnada en la presidencia interina de Ramírez Cuéllar convirtió a Morena en una organización sin signos vitales. ¿El motivo? Sólo tenía dos encargos: dejar de ser un partido de oposición y renovar inmediatamente la dirigencia.

Con ninguna pudo cumplir: el protagonismo y la torpeza lo devoraron.

El TEPJF, en su intervención jurisdiccional, emitió una resolución que subsanó una de las dos vergonzosas omisiones. Ordenó, con término fatal, la elección de la dirigencia y avaló la convocatoria emitida por el INE. Se pudo realizar de manera interna, con orden, civilidad y acuerdos. No pudo Ramírez Cuéllar y su grupo político con el encargo institucional.

Más de 50 aspirantes para dirigir el partido, algunos con personalidad y actitud caótica, que ante un hipotético triunfo podrían convertir al partido en un adversario de la Cuarta Transformación. La juventud siempre será un motor admirable de aspiraciones y energía, pero la mesura debe ser regulada con madurez para autoproponerse y ejercer cualquier empresa, sobre todo cuando se trata de enfrentar las elecciones más importantes de la historia del país, donde la experiencia política debe prevalecer como mínimo requisito.

Mario Delgado, en mi opinión, encarna el equilibrio moral, emocional y operativo para ser el presidente de Morena. Es un hombre con madurez política, que combina una profunda capacidad de diálogo, con una trayectoria coherente y capaz en sus distintos encargos, rodeado de un equipo de trabajo donde fluyen diversas generaciones de luchadores, garantizando el triunfo en la jornada electoral de 2021.

El movimiento debe fortalecerse para los años venideros: la única forma de lograrlo es refrescando su estructura y misión, dando cabida a todas las expresiones de manera libre y honesta, con la inclusión y la democracia como bandera, para que la Cuarta Transformación no sea sólo una propuesta de gobierno, sino un plan de nación que trascienda generaciones.

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