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La Constitución y la Universidad Nacional Autónoma de México

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Nuestra amada Universidad Nacional Autónoma de México, con más de 356 mil alumnos, 30 mil en posgrado, 213 mil en licenciatura, 112 mil en bachillerato, entre otros estudiantes en la recién creada Facultad de Música, es la más importante del país y ocupa el número 103 a nivel mundial, según el QS World University Ranking.

Cuenta con más de 41 mil académicos, quienes imparten más de 92 planes y programas de estudio de maestría y doctorado, y 42 especializaciones, además de 128 carreras. Ha sido la casa de millones de egresados y académicos quienes le seremos leales eternamente.

Alcanzó su autonomía en 1929, en la rectoría del abogado Ignacio García Téllez; entendiendo que es y será autogobernada y emitirá sus propios ordenamientos legales. La libertad de cátedra es su mayor tesoro.

Los universitarios, todos, tenemos la obligación de defender a la UNAM, una vez más. Ahora, en este trance histórico, con toda dignidad y patriotismo. No debemos permitir que ningún poder institucional, gubernamental,  privado o fáctico ni intereses particulares ajenos a la universidad decidan sobre su estabilidad y futuro.

Los que somos universitarios, incluso desde antes de nacer, somos y seremos miembros de esta casa de estudios con independencia de nuestra vocación, ejercicio laboral o postura política.

La UNAM es de todo el país, pero solamente a los universitarios les compete la legislación y moral, la facultad de poder resolver sus diferencias.

Que no se quiera soslayar ninguna problemática, ya sea la que agravia al país como la violencia y la inseguridad o el reforzamiento de la democracia.

La revisión de su vida interior y su fortalecimiento para ampliar la matrícula a quien quiera acceder al derecho constitucional que es la educación.

Que este aniversario de nuestra Constitución de 1917, que es reforma de la del 57, sirva para blindar la autonomía de todas las universidades públicas del país, entendiéndolas y respetándolas en su vida interior, pero no olvidar que forman parte estratégica del desarrollo nacional. Que lo deseable es que amplíen su matrícula y se sumen al esfuerzo de la Cuarta Transformación por otorgar educación superior a todos los mexicanos que lo deseen.

El derecho a la educación es constitucional, es obligatorio, de observancia pública y de amplia responsabilidad social de todos los poderes y órdenes de gobierno.

 

La UNAM, como Universidad de la Nación, merece que su vida académica se normalice a la brevedad, que no caiga en ninguna red de provocación y mucho menos de descrédito. ¡México! ¡Pumas! ¡Universidad! ¡Goya!

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